Uno de los libros que me he llevado a la masia en donde miro de resguardarme de la ola de calor es Madame Bovary. Es uno de esos textos que siempre han estado ahí, pacientes, en la siempre interminable lista de libros por acometer. El hecho de que leyera hace poco un artículo de Vila-Matas sobre Carcelona en la que definía a la ciudad como "Activa, dinámica, siempre insatisfecha consigo misma, Barcelona es la Madame Bovary de las ciudades de este mundo" y el descubrimiento de que la perturbadora Isabelle Huppert, una de mis actrices favoritas, interpretó a Emma Bovary en el cine, fueron las últimas señales favorables para vencer la extraña flojera que tiene uno ante los grandes “clásicos” de la literatura. Su lectura, acometida en las playas de Empúries o por los aún intactos bosques de Viladamat -antes de que la furia devastadora de los políticos catalanes, con su molinos y autopistas, acabe con esta tierra milenaria- me ha sumido en un estado melancólico del que he tardado varios días en salir. He tenido que oír comentarios tipo -vas pa'l cielo y vas llorando- y me han regalado una carta astral que, según parece, asegura que seré feliz a partir de marzo... Pero es que la insatisfacción bovariana me ha tocado hondo. No podía ser de otra manera. Gracias a la astrología sé que en estos días Saturno está en tránsito en conjunción a mi Sol y eso hace que Te cuestionas si estás o no satisfecho contigo mismo, y te planteas hacer más esfuerzos para corregir todos tus errores del pasado. Así que, por favor, un poco de comprensión.
Por lo demás, mientras leía las aventuras de la joven normanda, he ido subrayando párrafos y más párrafos, sin percatarme de los peligros que tal actividad entraña. Tal como advierte Vicente Luis Mora en una reciente nota en su blog, ¡cuidado con los subrayados!
Los subrayados son mucho más peligrosos. Son el verdadero autorretrato, puesto que suponen una escritura sin el vértigo de la autoría, una emanación libidinal en estado puro, una confesión por escrito sin revisión ni repaso corrector; son una marca psicológica dejada inconscientemente sobre los libros de los demás, en que proyectamos nuestras fantasías de perfección, nuestras pulsiones atávicas, nuestras obsesiones privadas, nuestras ironías. Somos nuestros subrayados.
Para saber más sobre el arte de Subrayar, aquí va el artículo completo.
Adjunto, a pesar del riesgo, algunos subrayados de Madame Bovary, gracias a la estupenda traducción de Carmen Martín Gaite.
“Sus ojos, sin embargo, estaban llenos de otra charla más seria, y mientras se esforzaban por encontrar las frases triviales, una misma languidez los invadía y sentían el murmullo del alma, profundo, continuo, dominando al de las palabras. Sorprendidos ante esta nueva dulzura, no pensaban en darse cuenta de aquella sensación ni en descubrir sus causa; las dichas futuras, como las playas tropicales, proyectan sobre la inmensidad una especie de brisa perfumada, y el alma se limita a adormecerse bajo los efectos de esta ebriedad, sin preocuparse siquiera de ese horizonte que aún no se conoce.”
“Pero no era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía aquella inconsistencia de la vida, aquella podredumbre fulminante de todas las cosas en que trataba de apoyarse? Si acaso existía en algún rincón del mundo un ser fuerte y hermoso, una naturaleza intrépida, desbordante de exaltación y de refinamiento, un corazón de poeta bajo apariencia angelical, una lira de cueras de acero capaz de entonar al cielo epitalamios elegíacos, ¿por qué no había de tener ella la suerte de encontrarlo? ¡Qué sensación de impotencia! Nada valía la pena de ser buscado, todo era mentira. Cada sonrisa ocultaba un bostezo de hastío, cada alegría una maldición, cada placer un fastidio, y los mejores besos apenas si alcanzaban a dejar en los labios el anhelo insaciado de voluptuosidades más sublimes”
Peligroso, peligroso querido amigo, especialmente con amigas-amantes-novias demasiado suscetibles.
ResponderEliminarP.