martes, 27 de enero de 2009

semana 3


Como sigo en Cuba, me tomo unas cañas con Jorge Ferrer, escritor y traductor cubano residenciado en Carcelona desde hace unos quince años. Quedamos en el Shams Lounge, un bar chill-out del barrio de Gràcia que se jacta de ofrecer 48 tipos de cóckteles en su carta. También presume de tener una clientela internacional. Como si eso fuera un mérito en Carcelona. Cada vez es más difícil encontrar un bar en donde no se escuche una conversación en inglés de fondo. Jorge me cuenta que traduce del ruso para la editorial El Acantilado, una de las más prestigiosas de la ciudad. Hablando y hablando, me doy cuenta de que somos casi vecinos. Vivimos a menos de cincuenta metros. Jorge mantiene un blog llamado "el tono de la voz" donde escribe casi diariamente. Cuba y los cubanos suele ser el tema que trata, los cubanos de dentro y los de fuera de la isla (incluso a veces aparecen algunos que no sabemos en qué dimensión están). Hoy, sin embargo, su afilada pluma se pasea por Carcelona. Estoy de acuerdo en casi todo lo que dice. Definitivamente, sólo nos queda el mito Barça, porque la realidad es que incluso el Nou Camp forma parte de la ruta de las despedidas de soltero guiris. Este sábado pasado, sin ir más lejos, como si no fuera suficiente el espectáculo que Messi y compañía ofrecían en el césped, pudimos disfrutar, por el mismo precio, de los bailes etílicos de un súbdito de la Pérfida Albion disfrazado de mujer, con su carnes al aire, a pesar del frío glaciar y de las risas de su diez acompañantes. ¡Laporta, toma medidas! Por supuesto, ante mi sopresa, en el Nou Camp también han puesto rejas para que no se disperse el ganado. Ni siquiera el templo laico de la ciudad se salva del afán carcelero imperante.
"Lo de esta ciudad es un sin parar. Barcelona y sus playitas; su templo inconcluso que amenaza hundirse; su alcalde socialista que estas Navidades envió tarjeta postal con falta de ortografía; su Barrio chino sin chinos; su Barrio gótico sin gótico(s); sus bicicletas semipúblicas que bajan, pero no suben; su plaza central inundada de palomas asquerosas y niños que las engordan; sus precios incosteables; sus pobres cada vez más pobres y más numerosos; su cielo, que es lo único que le queda; sus aceras llenas de excrementos; sus televisiones locales llenas de excrementos distintos; sus turistas abominables; su aire de balneario vagamente postmoderno; sus locos; sus ecopijos; su mito Barça; su tenaz viaje a la desaparición…"
La continuación en...

jueves, 22 de enero de 2009

semana 2


Trabajar en Casa Amèrica me permite viajar sin salir de Barcelona. Estos días me muevo por Cuba. Sí, hermano, una dosis de sabor tropical como remedo a mi jetlag térmico. Me ayuda el hecho de que cada mañana, al entrar en mi nueva oficina, me topo con las fotografías de Rodrigo Moya sobre la Cuba del 64 que cuelgan en las paredes. Un súbito calorcito tropical impide cualquier atisbo de gripe. En el auditorio contiguo presentan un documental de la televisión catalana: Franco y Fidel, una amistad incómoda. Curioso. Me pregunto si ya estarán preparando otro: "Batista y Stalin, una camaradería inquieta". Conecto la computadora y entro en el blog de Yoani Sánchez, Generación Y. En pocos meses ha conseguido muchos lectores. Me gusta este lema: ven y vívelo. Ya voy, mami. http://desdecuba.com/generaciony/?p=653
A los periodistas de Rebelion no les cae tan bien Yoani. Dicen que es una hija de Prisa. Incluso con crisis, las empresas paren.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69207
Me toca preparar unas jornadas sobre Cuba. En clave de futuro. Leo Fantasía Roja: los intelectuales de izquierda y la revolución cubana, de Iván de la Nuez, para ambientarme. "Cuba siempre ha ofrecido más libertad a los extranjeros que a sus habitantes autóctonos, siempre y cuando sepan ir con la máscara adecuada", escribe Iván. Suerte que compré una en Mexico. Una máscara. Espero que sirva. En Carcelona no me atrevo a llevarla. Demasiado escándalo. En Carcelona también son más libres los extranjeros. Especialmente los que pasean desnudos. O los que ni siquiera se molestan en aprender no ya catalán, sino castellano. Con su inglés es suficiente. Cosas de la globalización. Quizás ése sea el motivo que pensadores socialistas como Víctor Fowler escriban afirmaciones así: "Estoy convencido de que un capitalismo transnacional y voraz, como el presente, por debajo de sus máscaras democráticas, tiene todavía menos que ofrecer al pueblo cubano que este socialismo desgastado de hoy". Tengo hambre capitalista. Mi madre, como sabe que estoy en Cuba, cocina carne con arroz y le añade un plátano, que aquí es un cambur. O allí. Qué lío. Faltan las caraotas. Las judías negras. Debe cambiar de supermercado. Saliendo del metro Joanic hay uno con un cartel a mano: Hay productos latinos. Seguro que ahí tienen caraotas.

Cae en mis manos un libro de Wendy Guerra: Todos se van. Me quedo atrapado en él. No puedo dormir. Me siento aún más en Cuba. No puedo salir ¡Wendy, rescátame!.
"Nacer en Cuba ha sido mimetizarme en esa ausencia del mundo al que nos sometemos. No he aprendido a usar tarjeta de crédito, no me contestan los cajeros. Un cambio de avión de país en país puede descontrolarme, dislocarme, dejarme sin aliento. Afuera me siento en peligro, adentro me siento confortablemente presa. No sé en qué momento permití que me quitaran todo y me dejaran sola, con el Diario en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un rojo que parece demasiado subido para esa edad indefinida".

domingo, 11 de enero de 2009

semana 1


Primera semana en Carcelona después de muchos años. Vuelta a rutinas ya olvidadas. Los viernes: Sa Papilla. O sea, juego de futbol sala, futbolito en Venezuela, en las ligas Scorpio, http://www.scorpio-fs.com/, dirigidas por un curioso personaje al que apodamos "El Brasas". Vayamos por partes. Un poco de historia. Verano del 90. Vacaciones escolares en Palma de Mallorca. Llegan en la Transmediterrania Xavi "Semi-sec", Abel "el soltero más codiciado de Carcelona" (Mónica dixit) y Alberto "tejido-red". Mi padre nos deja su apartamento cerca de la Plaza Gomila. Salida adolescente con pretensiones de ligoteo. Botellón en el paseo marítimo de Palma. Muchas risas. El siempre impetuoso Alberto nos pide que le golpeemos en el flexo. Le damos un par de puñetazos bien dados y ahí sigue, con su chulería juvenil característica. Subimos a un taxi. "Llevenos a la discoteca de las guiris cachondas, por favor", le espeta al conductor. Un par de curvas y listo: Alberto vomita estrepitosamente desde la parte de atrás del coche. El taxista detiene el vehículo violentamente. Sale del coche y, manos a la cabeza, grita: "¡sa papilla! ¡sa papilla! ¡sa papilla a s'estora!". Abel y yo no podemos parar de reír. Xavi, sensato, se saca un billete de 2000 pesetas (ay, las pesetas...) que calla al indignado taxista. Nos quedamos tirados en algún punto de la ciudad. De ahí viene el after-alcoholic nombre. A Bukowsky le hubiera gustado. Sa Papilla. Así se llama nuestro equipo de futbol sala. Sa Papilla. Casi veinte años de goles, risas y futbol. ¿Títulos? Apenas uno. Un Campeonato de ex-alumnos de la cárcel Marista, en el noventa y algo. ¿Jugadores? Unos cuantos, aunque la "cúpula" somos cinco, los cuatro de Mallorca y Carlos, el que se casó en la portería. Vuelta al presente. Es viernes nueve de enero. Nuevamente me enfundo la camiseta. Han pasado más de cinco años desde la última vez. Me dan el número 13. Es lo que tiene el exilio. Pierdes el número de toda la vida, en mi caso el 8. Son casi las nueve de la noche. Pocos grados de temperatura. Un frío de cojones. Perdemos, claro. 2 a 0 contra Racing de Sarriá. Buen juego pero falta de definición. Abel-Nureyev demasiado resbaladizo. No tenemos a Messi. Fallamos demasiadas ocasiones. Debuto con dos chuts al palo y unas cuantas cagadas. Falto de ritmo, el reciente fichaje Artur Wallace me acusa de individualismo. Pásala, coño, me suelta en el vestuario. Ya se sabe, las broncas post-partido en la ducha forman parte del plan. Buen rollo. Es mi primer partido. Luego, cena por todo lo alto en Can Cargol. Caracoles, huevos estrellados con chorizo, alcachofas (¡es temporada! informa Roger) y lechón asado. Vino de Rioja a discreción y carajillo para coronar. Aún no está prohibido cenar bien en Carcelona. Veremos lo que dura.