jueves, 22 de enero de 2009

semana 2


Trabajar en Casa Amèrica me permite viajar sin salir de Barcelona. Estos días me muevo por Cuba. Sí, hermano, una dosis de sabor tropical como remedo a mi jetlag térmico. Me ayuda el hecho de que cada mañana, al entrar en mi nueva oficina, me topo con las fotografías de Rodrigo Moya sobre la Cuba del 64 que cuelgan en las paredes. Un súbito calorcito tropical impide cualquier atisbo de gripe. En el auditorio contiguo presentan un documental de la televisión catalana: Franco y Fidel, una amistad incómoda. Curioso. Me pregunto si ya estarán preparando otro: "Batista y Stalin, una camaradería inquieta". Conecto la computadora y entro en el blog de Yoani Sánchez, Generación Y. En pocos meses ha conseguido muchos lectores. Me gusta este lema: ven y vívelo. Ya voy, mami. http://desdecuba.com/generaciony/?p=653
A los periodistas de Rebelion no les cae tan bien Yoani. Dicen que es una hija de Prisa. Incluso con crisis, las empresas paren.
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=69207
Me toca preparar unas jornadas sobre Cuba. En clave de futuro. Leo Fantasía Roja: los intelectuales de izquierda y la revolución cubana, de Iván de la Nuez, para ambientarme. "Cuba siempre ha ofrecido más libertad a los extranjeros que a sus habitantes autóctonos, siempre y cuando sepan ir con la máscara adecuada", escribe Iván. Suerte que compré una en Mexico. Una máscara. Espero que sirva. En Carcelona no me atrevo a llevarla. Demasiado escándalo. En Carcelona también son más libres los extranjeros. Especialmente los que pasean desnudos. O los que ni siquiera se molestan en aprender no ya catalán, sino castellano. Con su inglés es suficiente. Cosas de la globalización. Quizás ése sea el motivo que pensadores socialistas como Víctor Fowler escriban afirmaciones así: "Estoy convencido de que un capitalismo transnacional y voraz, como el presente, por debajo de sus máscaras democráticas, tiene todavía menos que ofrecer al pueblo cubano que este socialismo desgastado de hoy". Tengo hambre capitalista. Mi madre, como sabe que estoy en Cuba, cocina carne con arroz y le añade un plátano, que aquí es un cambur. O allí. Qué lío. Faltan las caraotas. Las judías negras. Debe cambiar de supermercado. Saliendo del metro Joanic hay uno con un cartel a mano: Hay productos latinos. Seguro que ahí tienen caraotas.

Cae en mis manos un libro de Wendy Guerra: Todos se van. Me quedo atrapado en él. No puedo dormir. Me siento aún más en Cuba. No puedo salir ¡Wendy, rescátame!.
"Nacer en Cuba ha sido mimetizarme en esa ausencia del mundo al que nos sometemos. No he aprendido a usar tarjeta de crédito, no me contestan los cajeros. Un cambio de avión de país en país puede descontrolarme, dislocarme, dejarme sin aliento. Afuera me siento en peligro, adentro me siento confortablemente presa. No sé en qué momento permití que me quitaran todo y me dejaran sola, con el Diario en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un rojo que parece demasiado subido para esa edad indefinida".

No hay comentarios:

Publicar un comentario