domingo, 29 de enero de 2012

this is carcelona


En el blog de Luna Miguel aparece esta magnífica cita de un libro, Hilos de sangre, que tendré que leer algún día...

No fue un acto impulsivo; sé que tu poeta va por ahí hablando de mí, sé en qué cuidad vivo, una comunidad sin peso real que se desvive por los aderezos picantes de quién se acuesta con quién, por añadir algo de sarna a las fotografías de los vecinos. Todo quisque se echa sus horitas en despachos y oficinas, pero es sólo un interludio de la actividad propiamente dicha, la amalgama de copas, idioteces, actos culturales, transacciones, apuestas, drogas, sadomasoquismo chic y apologías de la bisexualidad liberal. Ahí tienes el secreto de Barcelona, es tan medularmente hortera y provinciana y el clima es tan suave que todos esos turistas maquillados de salmón vienen y vuelven convencidos de que les escamoteamos algo.
Gonzalo Torné

lunes, 23 de enero de 2012

carcelona-caracas


Sábado emotivo en la quinta paisaje, donde terminan los Palos Grandes, muy cerca de ese Ávila que nos sirve de referente en esta ciudad de la furia. Caracas, la gran Caracas a la que le canta Piero. En esa Caracas en la que viví quizás los mejores años de mi vida andan José Tomás Angola y Leo Felipe Campos, dos escritores, dos amigos, dos actores de este teatro de la vida en el que intentamos no desentonar. A ellos y al gran Jairo, el dueño del circo, les debo la gran broma final (o la penúltima), la fiesta interminable del sábado noche.

GRACIAS!

Copio a continuación el maravilloso texto que leyó José Tomás Angola (o fue Leo Campos?)

Marc Caellas, autor de El Quijote

Buenas noches.

Mi nombre es Leo Felipe Campos. En el diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña es posible encontrar una entrada para Marc Caellas. Justamente después de Andreu Buenafuente y Monserrat Caballé y antes de Pablo Casals y Carme Chacón, y si se están preguntando por qué en el Diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña, aparecen dos damas es que no han reparado en el hecho de que Carme Chacón fue la primera mujer Ministra de Defensa de España para lo que es menester tener un par de cojones, y en el caso de doña Monserrat Caballé… bueno, es una señora tan grande y kiluda que nadie se atrevió a sacarla del texto y decírselo. Comentaba antes de la digresión que nuestro aludido de hoy tiene una entrada en este diccionario eminentísimo que paso ahora a leer: Marcos Serafí Caellas, mejor conocido como Marc Caellas (Barcelona, 1974) Algunas fuentes documentales de poca seriedad sitúan su nacimiento, no en Barcelona, sino más bien en Puerto La Cruz, con más precisión: Lecherías, cerca del Centro Comercial Plaza Mayor, pero está demostrado que es muy difícil saber cuándo termina Barcelona y empieza Puerto La Cruz. Estudió de párvulo en el Institut per a nens fluixos de la Generalitat, una escuela gubernamental y gratuita creada para atender la condición especial de cierto tipo de niños… por cierto el nombre del colegio se traduce al español como Instituto para niños flojos. Caellas no estaba dado para los estudios de algunas materias académicas como las matemáticas, o la química, o la biología, o la historia universal, o la física, o la lengua, o la geografía, o la historia de España, o la religión, o la filosofía, o la cívica, o las ciencias sociales, o el latín, o el inglés, pero para todas las demás… tampoco. Eso es común leerlo en la biografía de personajes famosos. Donde sí en cambio brilló fue en asignaturas como futbol I, futbol II, futbol III y futbol IV y en el seminario “Yo quiero ser del Barca”. Se graduó con honores con una tesis que obtuvo mención publicación por su honestidad, severidad de investigación y calidad de redacción, titulada: “Me cago en tu puta madre, Mourinho”. Ni qué decir que extrañamente después de su graduación, Caellas nunca ha conseguido un trabajo honesto, jamás ha sido empleado en algún puesto legal, ni ha podido ejercer la profesión para la cual se preparó y que él mismo no tiene idea de cuál sea.

Pero ¿a qué viene toda esta introducción biográfica de nuestro invitado de honor? Pues a la sencilla razón de que hoy Marc Serafí Caellas, (ni que decir que a Marc le incomoda un poco usar su segundo nombre, Serafín, y no lo hace), hoy Marc demuele la escueta y poco justa entrada que le habían escrito para el Diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña al presentarnos su primer… libro. A los mal pensados quiero aclararles que no estamos hablando del primer libro que se lee, ni siquiera del primer libro que compra… nos referimos al primer libro que escribe. ¿Y qué podríamos decir de esta obra? En una observación de filología comparada o de crítica fenomenológica literaria diría que lo primero que noté del libro es que es… amarillo. Este dato que podría ser un poco vago adquiere significación cuando también anotamos que en su portada aparece la foto de un… mono. Pero no, no se distraigan con el hecho subliminal o de connotaciones freudianas oscuras. No es cualquier mono… es un gorila… un gorilita. ¡Y he aquí el dato que puede ayudarnos a desentrañar el misterio de este libro! ¡Es un gorilita albino! Bien, concluida mi crítica literaria ahora podemos hablar de lo que cuenta el libro. Lo primero que acusará un lector despierto, si es que sigue despierto al iniciar la lectura del libro, es su título: Carcelona… no Barcelona que sería lo obvio. Tras desechar, por las sospechas que nos siembra su entrada en el diccionario enciclopédico de varones ilustres de Cataluña, el hecho de que pueda ser un error ortográfico de nuestro autor, debemos inclinarnos entonces hacia la posibilidad de que Caellas nos esté diciendo algo. Conociendo el ego de todos los catalanes uno podría deducir que tal palabra, Carcelona, es un constructo entre el apellido del autor, Caellas, y el patronímico de la ciudad condal. De allí Carcelona. Pero la premisa se desmorona fácilmente pues inclusive Marc habría caído en cuenta de que el resultado de la fusión entre apellido y ciudad debía ser más bien Caercelona. No, no es por ahí, mis queridos contertulios, por donde debemos buscar. ¿Será más bien Barcelona como una cárcel?, ¿será de allí que viene este Carcelona enigmático? Cuesta aceptar que esa sea la idea que intenta transmitir Caellas. Para quienes hemos vivido en esta Caracas de la demencia, de las casas llenas de rejas, de los apartamentos encerrados tras puertas multilocks, de los carros con alarmas, trabegás, cortacorriente, trancapalanca, de las urbanizaciones con casetas y vigilantes con escopetas, de barras de seguridad, de policías acostados, de guardias nacionales con trajes militares, cascos y rifles rusos de guerra en cada esquina, cuando llegamos a Barcelona, la catalana, no es precisamente la sensación de una cárcel la que experimentamos. Para los turistas, para esos agradables y simpáticos visitantes casuales, que los catalanes tan cortésmente llaman guiris, Barcelona es el reino de la libertad humana. Es posible por ejemplo, mear en las calles. ¿Cuántas veces no se ven a estos educados alemanes meando en la vía pública? Eso es libertad, mis amigos. Libertad para que esos mismos alemanes puedan comer paella y sangría, sangría y paella todo el santo día. Eso es libertad. Es verdad que ya no hay corridas de toro en Barcelona pero eso es porque los catalanes, que son más listillos que los demás habitantes de la península, terminaron con el encierro del toro, sí, el encierro que es la palabra técnica en la tauromaquia para hablar de la fiesta. Es decir, el toro ahora está libre, ya no está en ningún encierro. Y aunque será un peso económico importante eso de tener de paro a tantos toros de lidia, al menos habla de la libertad. No les extrañe que en unos años veamos a los toros de taxistas por Barcelona puteando del alcalde, la ley antitabaco, de Rajoy, del Rey, de los impuestos y de los guiris, los agradables y simpáticos guiris que se mean en las calles.
Pero volviendo al libro de Caellas habré de decir que Carcelona sorprende por dos razones: la primera, por su simpatía, vamos, ¡su humor! Que el libro es en verdad muy divertido. Por ese humor entendemos que la cárcel a la que se refiere Marc es una cárcel mental que los catalanes llevan sin darse cuenta. Y pareciera que la única llave posible para los barrotes es la risa. La otra razón que sorprende es la rabia contenida de Caellas con la que se quiere cargar a medio mundo: al civismo del barcelonés, ahora impuesto por ley incluyendo la prohibición de los happy hours en los bares, de los graffitis y de los ruidos molestos, se quiere cargar a los dueños de mascotas que dejan que sus perritos caguen en las calles, a los genios del marketing que venden patatas a la brava con denominación de origen, a la escasez de hoteles donde ligar y las mujeres insatisfechas con caras de atletas sexuales, se quiere cargar a Vicky, Cristina, Barcelona, Bardem y Scarlett Johanson incluidos, al teatro catalán oficial lleno de cadáveres que no se han dado cuenta de que lo son, y a todos los periodistas de La Vanguardia, El Periódico de Catalunya, Público, El País y El Mundo, opinadores de oficio, literatos frustrados, que convierten el padecimiento de algún problema de estreñimiento estomacal en una metáfora sobre el tráfico alrededor de Plaza Cataluña. Ni qué decir que el libro no ha recibido buenas críticas en esos periódicos.

Tras la lectura de Carcelona entendí por qué Marc ha vivido en Bogotá, Caracas, Miami, Buenos Aires y tan poco tiempo en Barcelona. De pasar períodos mayores en su ciudad natal se habría vuelto un asesino serial en la onda de Dexter o Hannibal Lecter. No dudo que Marc sufra de los mismos problemas que padecemos los sudacas cuando aterrizamos en Barajas y queremos entrar a España, donde nos miran como si fuéramos terroristas indígenas que venimos a vengar la muerte de Atahualpa o narcotraficantes avezados llevando doscientos veinte dediles en narices, culos, orejas y sobacos, pero en el caso de Caellas lo difícil que la tiene para regresar a Barcelona es porque debe estar en una lista como el único catalán apóstata que existe, el único traidor a una patria que constitucionalmente no lo es. No por nada es un peligroso ser que se ha metido con los símbolos más sagrados que tiene Barcelona: Copito, el gorilita albino, y Woody Allen.

Hasta aquí llega mi disertación para no abusar de ustedes, queridos contertulios. Es menester dejarlos en una voz más versada propiamente en la literatura, una voz culta, profunda, sabia, anciana, la voz de un geniecillo incomprendido pero geniecillo al fin. Los dejo ahora con José Tomás Angola.

Y para despedir quiero citar una frase de Marc con la suele referirse a su propio libro: No és tant dolent com sembla, en realitat és pitjor, frase que no les traduciré porque yo no sé catalán.

Buenas noches.

viernes, 20 de enero de 2012

Carcelona en BCN Mes


Sergi Bellver publica una crítica en BCN Mes. Se trata de un número especialmente dedicado a la ciudad de Barcelona y su pasado reciente. Edición en papel con 15.000 ejemplares gratuitos que ya se reparten desde hoy por casi 500 locales y en las diferentes sedes de la Universidad de Barcelona. En sintonía con el tema de este número, Sergi dedicó su columna Bloomsday Menu (página 21) a reseñar tres libros que tienen a la ciudad (y a la memoria) como protagonista, además de Carcelona, las novelas Paseos con mi madre, de Javier Pérez Andújar (Tusquets) y El día de mañana, de Ignacio Martínez de Pisón (Seix Barral).

La carcelaria

Publicado por la editorial barcelonesa Melusina, que lleva ya más de una década mostrando su inconformismo y su independencia ética, el texto Carcelona, de Marc Caellas (nacido en Barcelona en 1974 y prófugo intelectual en distintas ciudades de América), se ha convertido en todo un guantazo en la cara de la Barcelona institucional. Al hilo de las reseñas en esta misma columna, y para cerrar un número dedicado a la ciudad, cabe señalar este personal ensayo de Marc Caellas como uno de los libros del año 2011, cuando menos en lo que se refiere a los que de veras han dejado un discurso detrás y una voz a modo de grieta en la uniformidad del ruido de fondo general.
Algunas de las patas de este banco presidiario son la liquidación de la izquierda, su prostitución de la escena cultural y la demostración del corto alcance que finalmente tuvo la Transi­ción para unas verdaderas libertades civiles. Con ello, no es de extrañar que prologue el libro un personaje como Pepe Ribas, el responsable de la mítica revista Ajoblanco y una de las conciencias que, por haber sido testigo de todo el proceso y parte de la resistencia a su empuje, mejor pueden constatar la deriva de esa Barcelona supuestamente modélica en un tenderete privado, en un parque temático, en un tanatorio de ideas y voces sobre el que pesa la losa de nuestra casta política y mercantil (acaso más hermanadas que nunca, al son de los tiempos), cada vez más homogénea (el enquistamiento secular de la derecha y la progresía más farisea parecen haber encontrado un filón en la vuelta de tuerca catalanista) e incapaz de tolerar la disidencia y dispuesta a aplastarla o, peor aún, a cubrirla de flores para convertirla en plañidera de sus propios intereses.
Vivimos así en una Barcelona en la que pronto estará reglamentado hasta el deseo, si no lo están ya las formas alternativas de pensar. Una Barcelona represora que limpia las plazas de personas libres y las ensucia de hielo sintético, que ya no recuerda el hervidero que fue antaño para gestar libertades civiles y en la que ahora la delación, la multa y la porra tienen más futuro que las iniciativas ciudadanas y la convivencia espontánea. Una Barcelona mercantilista, abierta de piernas para el turismo y la especulación pero que esconde de las cámaras a sus putas y a todo lo que huela a incorrección política. Una Barcelona conformista y biempensante, sobre todo, en la que la cultura se ha vuelto un reo obediente (el uniforme del recluso sigue las últimas tendencias, lleva un código de barras, una etiqueta en catalán, inglés y castellano y, por supuesto, no contiene chapas que puedan resultar ofensivas) al que sacar a pasear de vez en cuando por buena conducta, y no la forma natural de expresión que debiera quedarle al ser humano para proyectar y construir una vida otra. Una Barcelona impostada, en definitiva, que probablemente nos merezcamos, a fuerza de seny y prudencia, y sobre la que reflexiona y escribe Marc Caellas en este libro breve y afilado, como la lima que nos haría falta, de una vez, para escapar de una realidad urbana que se ha convertido en una cárcel de diseño, en una atestada prisión de marca en la que ya no parece posible la singularidad.

domingo, 15 de enero de 2012

carcelona escrita en el viento


Carcelona apareció por este blog Aprovecho la cita para volver a recomendar este imprescindible libro, Barcelona rebelde, de obligatoria lectura para todos los presos de Carcelona.

La vibrante escena cultural de la ciudad en los años setenta terminó con la «modélica» Transi­ción. Como bien ha ido contándonos Guillem Martínez en sus libros y en su imprescindible blog, la cultura de la transición fue la manera que encontró la izquierda para secuestrar a la cultura. La cultura en Carcelona se convirtió en un depar­tamento del Ayuntamiento cuya principal misión era detectar cualquier atisbo de rebeldía para, una vez localizado, seducirlo y comprarlo, asumién­dolo como propio, convirtiendo a los agitadores, a los innovadores, a los provocadores en pseudo­funcionarios anestesiados con un buen sueldo a fin de mes.

miércoles, 11 de enero de 2012

carcelona delicatessen


No amigos, no se trata de un nuevo restaurante para guiris de tapas de diseño con alfombra roja y un señor con sombrero en la puerta (eso se lo dejamos a la familia de Ferran Adrià). Tampoco hace falta perder ni un segundo con estos locales de montaditos supuestamente de origen vasco, con la tortilla reseca y el jamón grasiento (con lo fácil que es acercarse a la calle valencia para degustar la buena cocina). No, me refiero a Airam, la maria club, o lo que es lo mismo, la versión carcelonesa de un coffee-shop holandés, o cómo sentirte por un rato en un capítulo de Weeds. No sé cuánto durará la libertad en este módulo pero de momento vale la pena acercarse, hacerse socio, y disfrutar del menú. Ahora que se habla tanto de la mala calidad de la cocaína, quizás sea el tiempo de relajarse un poco con la buena marihuana.

Hablando de drogas, acá podemos leer lo que opina Fallarás sobre los escándalos de corrupción y la farlopa, y a continuación copio una escena de Una novela francesa, de Beigbedder, una conversación entre el protagonista y un policía...

- Si a los cuarenta y dos años desobedezco las leyes es porque no desobedecí lo bastante a mi madre cuando era joven. Tengo veinte años de desobediencia por recuperar. A mi hija le explico los peligros que la amenazan, pero nunca me enfado con un niño porque desobedezca, dado que ahí es como se afirma. Naturalmente, riño a mi hija cuando tiene una rabieta, pero me inquietaría mucho más si no tuviera nunca ninguna. Voy a escribir un libro sobre mis orígenes. Puesto que me trata usted como a un niño, intentaré serlo para explicar a mi hija que el placer es algo muy serio, necesario pero peligroso. ¿No comprende usted que este asunto nos sobrepasa a los dos? Lo que está en cuestión es nuestra forma de vivir. En lugar de castigar a las víctimas, pregúnteles por qué hay tantos jóvenes desesperados, por qué se mueren de aburrimiento, por qué buscan cualquier sensación extrema antes que el siniestro destino del consumidor frustrado, del individuo normalizado, del zombi formateado, del parado programado.
- Yo soy policía, usted escritor. Cada cual a lo suyo. Cuando un joven prende fuego a un coche, nosotros lo interrogamos y lo enviamos ante un juez. Usted intenta analizar las razones de su rebelión nihilista... Es muy libre de hacerlo.
- Lo que usted no quiere ver es que esta sustancia no es más que un pretexto para acercarse a los otros, un intermediario entre desconocidos, un rodeo para engañar a la soledad, un vínculo estúpido pero real entre almas perdidas... Si conoce usted otra cosa que permita fraternizar con otros extraviados, dígamelo.

miércoles, 4 de enero de 2012

Cuando Carcelona era Barcelona (II)


Pasé el otro día por el Arts Santa Mónica. Me quedé un buen rato viendo la exposición sobre el poeta Cirlot, del que no tenía apenas referencias. Es de las pocas exposiciones sobre escritores que me han gustado. Tendré que leerlo.

Rescato la parte final del texto que Javier Calvo escribió en el Culturas sobre Cirlot (en su blog se puede leer el texto completo). Coincido plenamente con su visión sobre Carcelona.

"A mediados de la década de 2000 regresé a Barcelona de Estados Unidos para encontrarme una ciudad profanada por el turismo, la especulación y la domesticación institucional de la vida cultural. Enseguida vi que necesitaba reformular mi relación como escritor con la ciudad y construirme una colección de ídolos y emblemas que constituyeran las bases de una escritura de batalla. Sacralizar mi pertenencia a Barcelona. En esa misión, Cirlot se convirtió en el centro absoluto de mi panteón. Puede que la obra de Cirlot no explicite a menudo su relación con Barcelona, pero por debajo de su superficie se encuentra la que probablemente sea la psicogeografía más impresionante de mi ciudad. Su atlas telúrico, permanentemente escindido entre un mundo mediterráneo arcaico, de cultos solares y oro sobre el agua, y un mundo de tinieblas, runas y doncellas nórdicas. Dos mundos que Cirlot nunca dejó de sintetizar alquímicamente.

Por primera vez, se dibujó en mi mente una alternativa a la Barcelona literaria diurna: esa ciudad fascinante de Vida privada, de Marsé, Mendoza y Montalbán, de Gil de Biedma y Gimferrer. La Barcelona “oculta” de Cirlot me resultaba más poderosa que la de Palau i Fabre, que la de Miquel de Palol o incluso que la de Perucho, mi otro gran daimon literario barcelonés. Una literatura con potencial de convertirse en liturgia. Algo que ya se ha iniciado con éxito en el homenaje a Cirlot del festival Barcelona Poesía de 2005 o en las Nits de Perucho i Cirlot del Heliogàbal. Y también una obra que vive místicamente entrelazada con el lugar, que decreta el axis mundi, la confluencia sagrada de cielo y tierra, y que convierte en su centro la disolución del sujeto en el misterio y en lo absoluto. Qué mejor antídoto para una ciudad hechizada por el materialismo, por la cultura de tendencias y por la sumisión a la corrección política y a la “buena conducta” orgánica. Cirlot con sus espadas. Con sus conjuros. Con su irreductibilidad infinita."

domingo, 1 de enero de 2012

pídele Carcelona a los Reyes Magos



Si existen te traerán este bonito objeto.

“En cuanto sienta que se aproxima mi fin, me refugiaré como una bestia en la maleza más tupida, donde nadie pueda seguirme. Ahí esperaré la sabiduría infinita con gran devoción y reverencia y volveré, en paz y con tranquilidad, a la unidad de la que surgí al nacer. Daré las gracias a los dioses si tienen a bien saciar con mi cadáver el hambre de zopilotes famélicos y perros abandonados, para que no quede de mi ni siquiera un huesito blanco”
Bernard Traven

Gracias rulramirez por la imagen