martes, 26 de octubre de 2010

el tamaño de la moral


Hace un año, mientras preparaba las jornadas sobre narcocultura, recibí este consejo-advertencia de Andrés Duque: Marc ¿has visto "Breaking Bad"? Es una maravilla, no he hecho más que pensar en esa serie mientras buscaba películas para el programa, porque es la respuesta gringa a la narcocultura. Te la recomiendo ampliamente, te reirás y sufrirás... Ayer terminé de ver la tercera temporada. Y sí, lo confirmo, me he reído, y he sufrido como pocas veces se sufre viendo una serie. Me preocupa Walter White. Me preocupa mucho. No es un tema de identificación con el personaje, su vida no puede ser más alejada de la mía: un profesor de química de instituto, cuarentón, con un hijo paralítico y un cuñado en la DEA. Si alguien no sabe de qué va y se lo resumen así, cambia de canal, o de dvd, al instante. Pero no, hay que ver Breaking Bad. Hace falta sumergirse en esta Albuquerque rodeada de arena y con ese aroma decadente insoportable. ¡Si Los Cuates de Sinaloa le dedicaron un narcocorrido! Hace falta entender a Walter White cuando se le diagnostica un cáncer terminal y decide convertirse en un productor de metanfetaminas. Son muchas humillaciones que ha soportado el bueno de Walt. Ha llegado la hora de ser malo. Nada que ver con la sexy Nancy Botwin de Weeds. Aquí el humor es más bien negro, negro oscuro. El resentimiento social acumulado desemboca en violencia. Una violencia a veces física, hay algunos muertos (mexicanos la mayoría), pero sobre todo una violencia emocional, verbal, una ristra de humillaciones cotidianas que padece una clase media cada vez más asqueada de su vida miserable. ¿Y la moral? Háblale a Walt de moral y ya verás que te responde. Desconozco si el escritor Carlos Velázquez ha visto Breaking Bad. Apostaría que sí. Coahuila no queda tan lejos de Albuquerque. Quizás Carlos pensaba en Walt cuando, durante una mesa redonda literaria en la Universitat de Girona, le espetó a Pola Olaixarac: ¿qué es la moral? si quieres, vamos aquí atrás y te enseño la mía, que es de este tamaño (ahí el lector debe imaginar un movimiento de manos que acompaña las últimas palabras). Seguramente nada tengan que ver ambas actitudes, la de Walt y la de Carlos, y quizás tenía argumentos la argentina para levantarse de la mesa indignada. Sea como fuere, esta anécdota fue tema de acalorada tertulia durante los momentos lúdico-festivos del Fet a Amèrica, un encuentro que nos dio la oportunidad de saber cómo escriben, y como beben, algunos escritores latinoamericanos, a algunos de los cuáles admiramos mucho, como es el caso de Yuri Herrera. Quizás el problema sea escribir textos obtusos como éste y que te feliciten por ello. Quizás sea yo el que esté imbuido por el espíritu de Walt. Quizás todo sea un problema de vanidades. O de escritoras pretenciosas.

En la actualidad, la revolución sexual presenta el sentido original que le dio Copérnico. Copérnico escribió Revolutionibus Orbium Coelestium, el tratado de las revoluciones significando por esto la manera fija, reiterada, inamovible, en que los planetas trazan sus itinerarios alrededor del sol. Nombre de lo estable y permanente por excelencia, la revolución tuvo en sus inicios el sentido etimológico y científico de un status quo cósmico. Este sentido fuertemente conservador del términosólo se vio modificado posteriormente por el quilomberismo jacobino francés. La supuesta revolución sexual de los 70s es una falacia que sólo en la actualidad adquiere su verdadero sentido, esto es: su sentido de conservación como modalidad por excelencia del capitalismo. El sexo es un sistema estable de formas egoístas que giran alrededor del sol de la vanidad. El espíritu de intercambio de la promiscuidad propone una nueva versión del mito fundacional de la democracia: hacer el ejercicio de suponernos iguales debe, por definición, trascender las barreras de la actividad privada, las meras contingencias íntimas. Sólo ahora, despolitizada de zanahorias teleológicas, completamente fría y pura, la revolución sexual retoma el sentido verdadero de las revolutiones de Copérnico -el instinto conservador de la vanidad como triunfo estético y moral de la democracia.

De las teorías salvajes, de Pola Olaixarac

martes, 19 de octubre de 2010

Es que esto es Carcelona


Hace unos días apareció publicado en El Mundo el artículo que adjunto a continuación. Me hizo reír bastante ya que:
1. Yo solía ser fanático de las películas de Woody Allen, al punto de ir el primer viernes de estreno y si podía, a la primera sesión, la de las 4. Desde la infame Vicky Cristina Barcelona, decidí que ya no vería ninguna más. No reniego de los grandes momentos que nos hizo pasar Woody pero el abuelete simpático debería entender que ya le ha llegado la hora de dedicarse a la petanca o a sus ligues y no a manchar su reputación.
2. Fui durante un par de años adolescentes miembro del club de fans de Bruce Springsteen de Carcelona. Recuerdo una tarde de sábado en un local de la Sagrera donde nos encontrábamos para intercambiar discos piratas o para meternos con su mujer, la ínclita Patty Scialfa. No sé en qué momento dejé de escuchar sus discos. Quizás cuando me di cuenta que llevaba años tocando la misma canción.
3. Felipe González nunca fue santo de mi devoción. Seguramente debido a que crecí en un entorno "convergent" donde los socialistas se me presentaban como aquellos que creían en el comunismo a la carta, o sea lo mío es mío y lo de lo demás es de todos. Felipe es como el Rey Juan Carlos, se ha sabido construir una imagen campechana y dicharachera que le va de maravilla en su faceta de ex-presidente e ideólogo de todo a cien.
Asi que, a pesar de alguna divergencia con el tal Sostres (la parte final ejem), estoy de acuerdo en que nada bueno se puede esperar de una ciudad que idolatra a estos tres personajes.

Es que esto es Barcelona

Estuvo ayer Felipe González en Barcelona presentando su nuevo libro, un soporífero tostón sobre Europa, en medio de una extraordinaria afluencia de público. Barcelona mantiene este tipo de euforias con algunos personajes. Felipe González es uno de ellos. Otro es Woody Allen; sus películas son vistas en mi ciudad más que en cualquier otra capital europea. Con Bruce Springsteen el delirio es también extremo, y más desde que tiene el detalle de dirigirse en catalán al público que asiste a sus conciertos. Se trata siempre de ídolos relativistas, que creen en todo y en nada, y que basan su discurso en que lo mismo vale una cosa que la otra. El socialismo de Felipe es el que robó y secuestró y mintió y nos espió; las películas de Woody Allen difunden una idea muy pobre de la vida y aún más barata del amor; Bruce es un camionero que grita, se tira botellas de agua por encima y juega a resbalar de rodillas por los escenarios. Sus conciertos de tres horas son insoportables.


No son éstas las únicas fascinaciones de Barcelona, la ciudad que lleva más de 30 años gobernada por socialistas. Cuando Arafat murió y se siguió el rastro de las cuentas bancarias que recogían la solidaridad internacional con Palestina, éstas estaban todas desviadas a Suiza e iban a parar directamente a los bolsillos del ex terrorista. La ciudad que, en términos relativos y absolutos, más había contribuido al fenomenal engaño fue, por supuesto, Barcelona. La misma ciudad que batió el récord de participación en las manifestaciones contra la globalización y la Guerra de Irak, y también en la que más gente se desnudó en medio de la calle para atender los caprichos de aquel fotógrafo degenerado y chiflado.


También somos la capital de la cloaca antisistema, desde el consejero de Interior hasta los delincuentes que asaltan propiedades ajenas, ocupándolas, o tiendas para robar pantalones tejanos. La autoridad no tiene ningún prestigio.


Entre la grosería de Springsteen, el cinismo tan espeluznante de Felipe y estas recientes películas de Woody Allen que quieren convencernos de que sólo podremos ser felices acostándonos con dos a la vez, sean tíos o tías, era de prever que la degradación sería imparable. Todo va tomando estética como de fiesta del barrio de Gràcia, cenas en la calle con manteles de papel y cerveza caliente en vasos de plástico, olor a hierba prohibida y jaleo de madrugada cuando como fin de fiesta algunos okupas queman containers y se lían a pedradas contra la Policía.


La situación es, en su conjunto, tan demencial que dan ganas de encerrarse en Via Veneto y no salir nunca más. Cuando tengo que explicar lo que le pasa a mi ciudad, que, por otro lado, es hoy la capital gastronómica del mundo o la que cuenta con los mejores oncólogos del momento, esta ciudad mía igualmente capaz de brillantez y de vulgaridad, suelo recurrir a la mítica sentencia de un antiguo socio que teníamos en la República Dominicana. Un día, paseando entre sinuosos cuerpos de biquini escaso por Punta Cana, le pregunté: «Oye, Rubén, ¿no crees que aquí las chicas van un poco sueltas?». Y con la mirada puesta en una que pasaba, me respondió: «No es que sean putas, es que esto es el trópico».

lunes, 11 de octubre de 2010

la estrategia doméstica


Todo empieza con una llamada. Quiero ver "Tragedia de los comunes", digo. ¿Qué día?, preguntan. El miércoles, respondo, si es que hay sitio. Claro, no te preocupes. Anota la dirección, me dice la voz al otro lado del teléfono. Calle Valencia... Perfecto, contesto, allí estaré. Llega el miércoles y a media mañana, recibo otra llamada. Mira, eres uno de los dos impostores, me hace saber la voz. No puedes decírselo a nadie. Tu objetivo es que no te descubran. ¿Tienes una camiseta negra? Pues llévala puesta. A las 8 en la calle Valencia. Me quedo pensando todo el día en qué significa ser un impostor. A las 7.40 recibo un sms: "la otra impostora se llama cristina". Empiezo a ponerme nervioso. Llego cinco minutos antes. En la puerta, gente conocida, Rubén de Teatron, Pablo, de Sismo. Luego me entero que también están los organizadores. Subimos por la escalera y entramos en un apartamento no muy grande, coqueto. Mi amigo David ya espera en el sofá con una copa de vino. Hace unos días le dije que vendría a esto y se apuntó también. Su presencia me tranquiliza. Somos 8 personas en la sala y una computadora desde donde salen las instrucciones para jugar. Empezamos. No cuento más. Es el primer día de La Estrategia Doméstica, un nuevo festival que ha nacido en Carcelona. Quim Pujol y Sergi Faustino, los padres de la criatura, han decidido regalarnos esta estupenda idea que se ha desarrollado en diferentes domicilios particulares de la ciudad. De 8 a 15 espectadores hemos sido invitados a compartir espacio con creadores que buscan algo más que un espectáculo. El segundo día, por ejemplo, la cita es en un local en el barrio de Poble Sec. Allí unos asturianos nos hablan de fantasmas a los que les gusta el mar y de cerditos en crisis de pareja. Todo muy bizarro pero también muy familiar, casi autoreferrencial. El tercer día termino en un piso de l'Eixample viendo un documental de Mónica Muntaner. Finalmente, el sábado comparto vermut y buena música con Javi Alvárez y sus colegas. Más allá de la calidad o interés de cada una de las propuestas, lo más interesante ha sido lo que ha sucedido alrededor. Antes de empezar, con el ritual de la llamada, de la reserva, de las pistas en algunos casos. Luego el momento de extrañeza al entrar a una casa ajena. El vino, siempre presente. La tertulia posterior entre los ejecutores y el público, a menudo mezclados unos con otros, sin una distinción clara entre quién era quién. Paralelamente, se han organizado unos almuerzos caseros en La Poderosa con una posterior charla a cargo de especialistas. Todo ello en un ambiente informal, casero, cercano, con rigor pero sin pretensiones ni pedanterías. Una experiencia que me ha hecho pensar en las obras que monta Manuel Orjuela en su apartamento en Bogotá, en las zonas temporalmente autónomas de Hakim Bey, en la ONG de Nelson Garrido, etc. Estrategias similares, complicidades parecidas, actos de resistencia necesarios en estos tiempos en los que todo es demasiado previsible y aburrido.

Quim y Sergi, gracias y felicitaciones. Cierro con una reflexión de Pániker, de su Cuaderno Amarillo.

Una persona creativa actúa, no persiguiendo un objetivo, sino precisamente para averigüar cuál es el objetivo a perseguir. Así, de entrada, una persona creativa nunca sabe lo que quiere. Pero se trata de acertar. Se trata de trascender la disociación entre los medios y los fines, aproximarse, en medio del azar, a la gracia. ¿de qué manera? ¿Cuáles son las condiciones del acierto? Lo decisivo es alcanzar la cota de no-alternativa, que es el resultado de conducir las propias opciones hasta el límite. Nada de imperativos éticos, nunca creí en los imperativos éticos; se trata de llevar la libertad hasta el acorralamiento, hasta una situación de no alternativa, conciliando el valor (courage) con el desinterés...
...Digamos pues que la libertad está en el tao, dejando en libertad al instinto en un marco de desprendimiento. Entonces no necesitas deliberar; entonces aciertas. Comprendes que para tomar decisiones no es preciso dar muchas vueltas; lo indispensable es adelgazar, eliminar condicionamientos, ganar libertad. Una vez soltado el lastre, una vez alcanzado el nivel adecuado de desprendimiento, se deja que actúe el instinto y que las piezas actúen por sí mismo.

martes, 5 de octubre de 2010

Antisistema somos todos


La palabra antisistema lleva días apareciendo en la prensa catalana. Es un colectivo imaginario formado por okupas, antiglobalizadores, anarquistas e incluso -Intereconomía dixit- vegetarianos, los cuáles, como todo el mundo sabe, son muy peligrosos ya que al follar menos -se pierden el poder afrodisíaco de la carne de cerdo- están más nerviosos que la mayoría y, añado yo, también por los animalistas -esa nueva especie de alto peligro que ha surgido últimamente- a los que se les pega la agresividad perruna, de tanto cariño que les profesan. Lejos quedan los tiempos en los que una madre orgullosa les decía a su amigas: "mi hijo es okupa", como quien dice es ingeniero o es abogado. Eran los tiempos, no tan lejanos, en los que algunos hijos de altos cargos del Ayuntamiento lo eran también. Bueno, eran okupas del modelo Carcelona, o sea de diseño, de los que okupan pero llevan la ropa a lavar a casa de la mamá porque en Carcelona, incluso a los okupas se les exige rigor estético y ropa limpia. Que una cosa es ser okupa y otra ser un guarro. Que si el Sónar ha sido designado icono turístico de Catalunya no es por la música, no nos equivoquemos, es por el estilazo de los que participan del tinglado. Desde mi amigo David Puente y sus ya míticos disfraces hasta las guiris tatuadas que pasean orgullosas a sus angelicales retoños colocadas de mdma. Los que van al Sónar no son antisistema, claro, son gente con criterio musical y mejor gusto para la ropa. Los antisistema, según nos cuenta la prensa del régimen, o sea casi toda, vienen de toda Europa a destrozar las calles de Carcelona. Es el cuento de siempre. La culpa es de los de fuera. Ya sea los madrileños centralistas, los extremeños gandules o los moros ladrones, siempre el recurso fácil: somos tan buena gente, tenemos ese carácter tan solidario y abierto que vienen de afuera a joderlo todo. Ahora nos quieren convencer de que el espíritu de libertad que se vive en Carcelona -palabras del alcalde enamorado- hace de efecto imán sobre estos alborotadores de la Internacional Destructora de Mobiliario Urbano Es más fácil, y tranquilizador, creerse ese bulo y no pensar que a gran parte de la población le sobran los motivos para estar cabreada. Los que quemaron el coche de la Guardia Urbana vendrían a ser el ala radical, los hooligans, los "Boixos Nois" de un colectivo, los antisistema, al que cada vez más gente pertenecemos. Si se confirman los pronósticos y menos del 50% de la población vota en las próximas elecciones, entonces el sistema ya no tendrá ni legitimación.

Lo explica muy bien Gregorio Morán en La Vanguardia,

La huelga ha demostrado que incluso sabiendo que el combate estaba amañado, la indignación del personal ha subido tantos grados que siguen a unos sindicatos cuya credibilidad supera, por ínfima, la de la clase política. Nuestro barómetro social está que se sale. Con una juventud diezmada por un paro sin precedentes y sin otra alternativa que la emigración, ya me dirán ustedes cómo enfocamos lo de los antisistema. ¿Quién fue el ingeniero de la palabra que se inventó la denominación antisistema? La verdad es que hay que estar ciego o negarse a la evidencia para no detectar que fuera del sistema hay cada vez más gente. ¿No les parece más que una encuesta el hecho de que cada vez que se produce una manifestación de jóvenes en Barcelona, sea por lo que sea, se acaba en quemas, saqueos y destrozos? ¿Acaso olvidan que en esta ciudad hubo un tiempo en que se quemaban iglesias? En las horas libres que les dejan sus múltiples ganapanes institucionales sería bueno que los historiadores de Catalunya explicaran al personal qué era eso de La rosa de fuego, además de literatura para rastas.

Hagamos un cálculo somero. ¿Los del sistema quiénes son? Los trabajadores fijos de empresas con garantía de que sus jefes seguirán con suculenta tasa de beneficios -de no ser así, irán a la calle, y sin trámites, con la nueva política económica-, también los funcionarios o quienes les han creado un hueco en las variadas administraciones, los tertulianos y la gente dedicada al mercado financiero. De seguro que me olvido de algunos. Pero dudo mucho que los demás sean del sistema. Pónganse a pensar, porque el sistema está que sea cae, con una base de sustentación enganchada por las hipotecas.

Que Barcelona tenga el mayor y más agresivo volumen de jóvenes antisistema debería obligarnos a reflexionar si no estamos viviendo en una ficción de sistema, que cada vez suma menos y margina más. Es posible que alguien descubra un nuevo hallazgo del premio Groucho Marx de Sociología Urbana Aplicada y resulte que los mandan de fuera, porque nos tienen envidia, o que son la última operación de sabotaje de los servicios de Madrid para menoscabar nuestro irresistible camino hacia la independencia. ¿Se han dado cuenta de que buena parte de la inteligencia asentada y dependiente de las fuentes nutricias de la administración autonómica se ha vuelto independentista? Han descubierto, dicen, lo de las dos Españas de Machado. Un hallazgo.