jueves, 17 de mayo de 2012

Carcelona digital

Es un honor formar parte de la colección Husos, en sigueleyendo.es Gracias Cristina, Txiqui, Óscar y al resto de la banda Carcelona digital ya disponible

martes, 1 de mayo de 2012

volver a carcelona

Mi amigo Ginés Alarcón me entrevistó pocos días antes de partir hacia Kosovo. Éste es el resultado. Vale la pena darse una vuelta por su Torpedone Capri. Marc estaba ayer en Bogotá, donde ha dirigido Las Listas en el Festival Iberoamericano de Teatro, pero luego volaba a Caracas. Es difícil seguirle la pista, así que aprovechando su última visita a Barcelona, quedamos para charlar sobre Carcelona (Melusina, 2011). El blog que luego se convirtió en libro. Un ensayo que despeja dudas, lúcido y divertido, entre los que creemos que algo va mal en la mejor ciudad del mundo. Esta semana estará disponible en formato digital en Sigueleyendo.es Vuelves a Barcelona, pero solo dos semanas… Como no estuve cuando se presentó Carcelona, y mi hermana está embarazada, me apetecía venir. Pero a los cinco días ya me estaba arrepintiendo porque podría estar en una playa tocándome los huevos. Carcelona ha tenido buena acogida… La verdad es que sí, ha habido buenas reseñas, excepto en la prensa generalista, porque es precisamente lo que uno critíca. Pàmies… Pàmies me daba un colleja. Él decía que a tí mismo se te podrían aplicar algunas de las cosas que criticas. Claro, que yo me podría exigir más. Pero venía a decir que el libro le gustaba hasta que criticaba a los de su gremio. Me pareció un poco gratuito, pero hablándolo con amigos, después de leer el artículo, tenían ganas de leer el libro o sea que… La idea del libro parte de tu blog Carcelona, ¿cómo empezó? Después de casi seis años en Caracas, a los cuatro días de volver a Barcelona empecé el blog. El nombre me lo inspiró mi hermana Mónica. Ya se había utilizado por colectivos anarquistas, pero ella me lo recordó: “Esto es Carcelona”. Y el primer post fue a raíz de un viernes que fui a jugar a fútbol sala con mis antiguos colegas. Entonces me acordé de mi infancia marista. Y a ellos los quiero mucho pero se han convertido en muchas de las cosas que… Se han convertido en ciudadanos. Son muy convergents. Hicimos un referéndum en el vestuario y de ocho, cinco votaban a Convergència. Y lo decían tranquilamente, lo cual me parecía sorprendente en gente de 35 años. Porque en mi entorno nadie más tenía ese perfil. Y luego encontraste un hilo para ir explicando cosas. El estilo de foto, texto y fragmento literario, mezclando autobiografía y ciudad, lo empecé en Bogotá, con el blog Inquietudes. Luego lo apliqué a Barcelona, con el matiz de que quiero a mi ciudad, pero vista casi como un extranjero. Además venías casi del Caribe, de la locura latina. Caracas es Caribe, aunque no esté físicamente, culturalmente es Caribe. Venezuela debería estar en los mapas junto a la República Dominicana. Tiene más en común con las islas que con Sudamérica. Quizá la parte andina de Mérida, pero en general, el país en sí, con lo bueno, esa inmediatez caribeña, el hedonismo, y con lo malo, el caos y el desorden, es Caribe. ¿Esa parte negativa del caos no la echas de menos en Barcelona? Por supuesto. Me irrita el orden extremo de aquí. La voluntad de querer controlarlo todo. En el libro hay una cita de Josep Pla que dice que no se puede higienizar todo. Lo importante es que las cosas fluyan. Si se estancan las aguas, se pudren. ¿Ésa es la idea de fondo? ¿El exceso de control? Es una mezcla de excesos, también de buenísmo, estilo socialista, esa idea en plan ONG de que todos podemos hacer algo y limpiar nuestra culpa. Si reciclas ya eres un buen ciudadano y no tienes que pensar que quizás el tema no es reciclar sino por qué cada semana hay que comprar un envase o un teléfono nuevo. Nadie se para a pensar que en lugar de reciclar la botella de Coca-cola, lo mejor sería ir cada día con la misma para que nos la volvieran a llenar. O la gente que pide un carril bici como si eso les fuera a solucionar la vida y sigue teniendo coche. Es esta idea de quedarse siempre a medias, de quedarse tranquilos: Somos civilizados. Esa patraña del seny, de ser assenyats, que se dice aquí. Tú eres crítico con muchas cosas, pero la mayoría de la gente valora que la ciudad esté más limpia, que las carreteras estén en buen estado, que el transporte público funcione… No tienen nada de qué quejarse mientras nosotros nos indignamos. ¿Tiene sentido? Para mis amigos de Caracas o de Bogotá les parece como una pose, porque la ciudad es como dices tú, pero cuando uno se para a pensar en que el metro sea tan perfecto, te preguntas si en cada parada hace falta que haya cinco ascensores. Y ahora te das cuenta de que hay que recortar en sanidad para sostener eso. El otro día iba con mi padre por los Túnels de Vallvidrera y flipé. Parece una película futurista. ¿Hace falta ser tan perfectos? Me dijo que hay un Teletac que detecta cuánta gente hay en el coche. Si van tres pagas menos, y yo decía, ¿pero qué hay que hacer? ¿saludar? Es un invento tan sofisticado que la concesionaria seguirá cobrando para amortizarlo. Es el progreso… Es un falso progreso. Cada vez más gente no tiene trabajo, o duerme en los cajeros, que lo quieren tapar pero lo notas, y hay un mal rollo general que se percibe si vives aquí. A mí lo que me gusta de vivir fuera es que cuando vengo a Barcelona la disfruto más. Barcelona es fantástica para quince días. Siempre gana en las encuestas porque es la ciudad perfecta para ir de visita. ¿A qué crees que se debe este mal rollo de la calle? Lo que hace feliz a la gente en realidad no es el buen estado de la carretera, sino tener una buenas relaciones personales, follar bien, poder tomarse unas copas con los amigos sin pensar que no llega para pagarlas, o el preguntar a alguien en la calle y que no te mire mal porque se piensa que le estás vendiendo algo. Son estos intangibles que aquí cada vez están peor. La no felicidad general de la gente se contagia. Quizá en el Caribe, con esa locura tropical, hay más margen para perderse, pero aquí como ya lo tienes todo, has de llenar las horas, ser el buen ciudadano, el buen marido, y al final acabas… Lo que te hace estar incómodo es que a cada hora del día hay una exigencia. Parece que estés programado para ser de una forma. Por la mañana ver al Cuní o quien toque, llegar al trabajo, saludar a todos, bajar a las once a tomar el café con tus compañeros de oficina con los que no tienes nada en común, y no hablar de nada porque todos están pendientes de si le van a quitar el puesto a uno o a otro. Luego irte a comer esos menús, que en su día eran buenos, pero ahora es como hacer comida mala a propósito, en plan yankee, comer para alimentarte. Luego está el perfil catalán que, comparado con otras regiones de España o del extranjero, también es particular. En una entrevista para Rockdelux, David Rodríguez, de Beef, decía: “Cataluña me parece una paletada. Es una sociedad retrógrada y reaccionaria; España en general me lo parece, y el mundo cada vez más, pero Cataluña me da rabia porque es de donde soy. Se ha perdido el olor a fritanga y la vida en la calle; han sustituido la alegría de vivir por la alegría de ser de un sitio”. Eso conecta con la farsa nacionalista. Que en Barcelona es doble, porque es Barcelona y es Catalunya. La idea de ciudad-marca. Barcelona debe ser de los pocos sitios de España donde no hay tapas. También es cierto que nos referimos a una parte y la tomamos como un todo, que sería Gràcia, Eixample, Raval. Luego cuando voy a casa de mi abuela en Nou Barris veo otras cosas. Yo vivo en Gràcia, y queda algún bar, pero luego vas a la Barceloneta, al Leo, típico bar español de mierda, y haces fotos… Claro, antes de que sea una reliquia. A ver, yo soy catalán, y no voy a dejar de serlo, ni por este libro ni por vivir mil años fuera, pero hay un modo de ser que aquí se confunde. Por ejemplo la perversión del nacionalismo. En España siempre ha habido bromas sobre el caracter de los catalanes o de los andaluces, que precisamente es su riqueza. Y antes se hacía con total naturalidad, se decía que somos tacaños y secos, y lo somos, igual somos más pragmáticos, o trabajadores, que también sería discutible. Pero ahora es una crítica política, de enfrentar. Buena parte de esta culpa es de los propios políticos. Y de los medios de comunicación. Te das cuenta de lo influenciables que somos, cómo gente tan inteligente no sale de ese círculo. Luego están los medios de aquí, si no sales de TV3 o Catalunya Ràdio te encierras en el establishment. En TV3 dedican mucho tiempo en los informativos a los políticos. Yo en otros países no he visto tanto minutaje dedicado a los políticos. Si sumas la información del Barça llenas medio telediario. Y es lo mismo por la mañana, por la tarde y por la noche. Lo sorprendente es que esto acabe afectando a las relaciones personales. Intentas salir un miércoles y te dicen que no, que mañana hay que trabajar. ¿A alguien le ha pasado algo por ir a trabajar durmiendo cuatro horas en lugar de siete? Si lo haces cada día, vale, pero parece la gran transgresión. Se ha perdido la espontaneidad. En Caracas sales a la presentación de un libro y acabas en un fiestón a las 4 de la mañana por las dinámicas que se crean. Aquí nos autocensuramos: “Vámonos a casa, que ya es tarde”, es como si la gente fuera con el freno de mano. Pero si te dejas llevar por esa inercia te alejas de Europa y entras en el descontrol latino… Caracas es el extremo opuesto, porque es una ciudad muy explosiva, pero hay soluciones intermedias, como Buenos Aires, o Sao Paulo, donde hay cierto equilibrio entre el pragmatismo europeo y la espontaneidad latinoamericana. Copito de nieve es un referente de Carcelona… La historia de Copito es un disparate desde el inicio, que lo capturen en la selva y luego lo sienten en una silla del Ayuntamiento. O cuando le obligaban follar para que se reprodujera. Juan Terranova hizo una reseña del libro y explicaba que, cuando fue a ver a Copito, lo encontró lanzando lechugas contra el cristal que le separaba del público. Bueno, yo lo he visto lanzando su propia mierda. Claro, es que de Copito hay imágenes sonriendo, pero después de tanto tiempo llegó un punto en el que debía estar hasta los cojones. Los gorilas (por algo venimos de ellos), tienen una capacidad de raciocinio que el tipo ya debió entender muchas de las cosas y estaba harto de follar, tener hijos y que le dieran yogures desnatados. Toda esa tontería… Es un síntoma. Que también lo hubo con la orca Ulises, las dos celebrities animales que hemos tenido aquí. La orca, por suerte, no cabía en la piscina, y la traspasaron a los Miami Dolphins. ¿Aquí se vive mal? No, a mí cuando me preguntan de fuera digo que yo he intentado siempre pasarlo bien. ¿Hay algo que se pueda hacer más allá de criticar? Lo jodido es que no sé qué se puede hacer. Porque te dirán que criticar está muy bien, pero hay que aportar algo. Lo que se puede hacer es que cada uno, con su actitud, cambie las cosas. Yo en el libro intento obligar a plantear cosas. En algunos casos recomiendo a gente a quien se le debería hacer más caso. Más allá de eso, sobre qué se puede hacer, se trata de educar el pensamiento crítico. Pero es algo que no toco en el libro porque se me escapa y hay que analizarlo bien. Es el tema de la educación pública, como el catalán, que yo soy catalanoparlante y me parece bien, pero eso tapa otras cosas. En los informes Pisa, que no sé qué credibilidad tienen, España sale mal parada y Catalunya peor. ¿Sabes que el quinto nombre de mujer más común en Catalunya es Josefa? Cuando ves que en los referendums solo el 8% de los ciudadanos van a votar te preguntas a quién le importa realmente esto. El otro día Lucía Litjmaer me decía que Barcelona era como una de esas fiestas en las que llevas muchas horas, vas al baño y cuando sales te das cuenta de que estás borracho y toda la gente interesante ya se ha ido. Pero la fiesta sigue y te quedas, y eres consciente por un momento de que es un coñazo, pero qué vas a hacer. De todas las ciudades en las que has estado, ¿en cuál te has sentido más cómodo? Es que yo tengo una incomodidad general, a mí me gusta moverme. Me sentí muy a gusto en Caracas, pero cuando empecé a sentirme a disgusto me fuí y no volvería a vivir allí. Bogotá tiene el problema de la altura. Casi todas las ciudades tienen sus cosas en realidad. No he encontrado la ciudad ideal. Igual no la vas a encontrar nunca. No, pero me iré moviendo mientras tanto. Mi lugar creo que ha de ser aislado, en una isla del Caribe o en el continente, pero al lado del mar, y compaginar eso con alguna ciudad cerca, seis meses en cada sitio. Y quince días en Barcelona. Exacto, para decir hola a mi mamá, que no le gusta viajar. Ése es mi plan, y ya tengo varios lugares localizados. Carcelona (Melusina, 2011) marccaellas.com @mcaellas