sábado, 28 de agosto de 2010

sucio, seco y pesado


Sao Paulo me recibe con un 12% de humedad relativa en el aire. El porcentaje más bajo del 2010, leo en la Folha de Sao Paulo. El invierno más seco que se recuerda. Seco, sujo e pesado, dice el titular. La nota afirma que esta semana los paulistanos experimentan lo que significaría vivir en el Sáhara. Hay 23 grados de diferencia entre la temperatura mínima, 11 grados, y la máxima, 34. El mínimo saludable de humedad relativa es del 60%. Estamos casi en alerta roja tras cinco días por debajo del 30%. Un 12% equivale a fumarse 4 cigarros en un día, para que nos entendamos. Las autoridades han recomendado no hacer actividades al aire libre entre las 10 y las 5 y dejar el auto en casa. No ha tenido mucho éxito el consejo. Ayer viernes se registraron 152 km de embotellamiento. Así miden los atascos aquí. Por kilómetros. Me despierto con la boca reseca, pastosa, desagradable. He dormido casi 11 horas después de una noche final en Argentina sin apenas descanso. Este clima desértico de Sao Paulo me hace recordar al de 1999, cuando desembarqué por primera vez en América Latina. Recuerdo que hubo una serie de incendios y que padecí una de esas plagas bíblicas que yo pensaba sólo sucedían en la Biblia o en las películas de Hollywood. Langostas. Una plaga de langostas en Sao Paulo. Esta vez no hay tantos bichos pero el clima es una mezcla de desierto con tubo de escape. Infernal sería una buena palabra. Apocalíptico, otra. En Sao Paulo todo es extremo. Como la feijoada, ese plato que se cocina los miércoles y los sábados y que obliga a una siesta posterior para recuperarse. Como he dormido tanto, en lugar de siesta me voy al cine y me trago de postre Reflexões de um liquidificador, una divertida comedia negra sobre una batidora que habla con una abuela con carácter. Las autoridades aconsejan beber líquidos para no deshidratarse y aquí estoy yo, en el cine, viendo como usan la batidora para todo menos para un jugo, que es lo que me pide el cuerpo. Una película trash que muestra otra Sao Paulo y que incluso viaja a Guarujá, lugar donde me comí una de mis primeras feijoadas en ese mi primer agosto americano, junto a mi ex-biógrafo de guardia, el gran Abel, al que echo de menos en ésta que también fue su ciudad durante un tiempo. Son los minutos de la basura -que dirían en la NBA- de un viaje veraniego e invernal que ya toca a su fin. Un mes de fiestas literarias, festivales teatrales, asados argentinos, desplazamientos secretos y aniversarios felices. Un mes que confirma aquello de que norte es sur. Un mes que termina con nuevos proyectos en marcha: algunos tal vez se queden por el camino, otros quizás se ahoguen en el Atlántico pero seguramente sobrevivirán los auténticos, aquellos capaces de erizarnos la piel y emocionarnos nuevamente.

Todo esto del clima de Sao Paulo vale para el día. De noche se olvida. Y es que Sao Paulo es una ciudad para disfrutar de noche. No sé si J.P. Zooey conoce Sao Paulo. De hecho, no sé quién se esconde bajo este "Salingeriano" pseudónimo. Sólo sé que Sol Artificial es un gran libro.

"La tala de árboles en el Amazonas, el deshielo de los glaciares, el calentamiento global, el agotamiento de la capa de ozono, la extinción de los osos panda y otros juguetes de Greenpeace; el desierto que crece, el retiro de la metafísica, la muerte de Dios, las mujeres cada vez más infieles, nada de esto acabará con la humanidad. El verdadero cambio climático ocurre en la noche.

Noche es el estado actual del mundo para el cual son necesarias tecnologías que ayuden a mirar: las luces eléctricas, el televisor, el monitor de la computadora, los carteles publicitarios, los rayos lumínicos en los boliches. Éstas son tecnologías de la noche que abren la mirada, aunque a veces lo hagan "de día". La noche es el estado del mundo actual. El sol ha dejado de ser hace ya mucho tiempo la luz que da forma al mundo. Vivimos en una noche constante iluminados por luces artificiales que abren un mundo sin lugar para las sombras.

En estos tiempos nocturnos el mundo se nos abre explosivamente. Los rayos catódicos que paralizan el cuerpo en el sofá y lo destripan en la pantalla, los píxeles que liquidan formas heredadas durante milenios, los fríos neones de las crisálidas camas solares, las intermitentes luces bailables que facetan cuerpos que jamás se ven enteros, los carteles publicitarios que pronto serán simples espejos que nos ofertarán nuestra propia imagen: no son meridianas formas de la luz. Son más bien explosivos puestos en los cimientos emocionales del individuo de barro.

El modo en que la noche abre al mundo es el terrorismo emocional. Y es raro que aún el ojo no haya estallado como un grano de sal en el interior de un reactor nuclear. El terrorismo emocional presiona las emociones hasta el extremo de convulsionarlas. Y esta sobreestimulación de la noche fuerza al hombre a una nueva adaptación.

El terrorismo emocional es sólo un momento del cambio climático que producirá la extinción del individuo. Las emociones son objeto del terrorismo porque todavía responden a un tipo de subjetividad individual. Una vez deshecho totalmente el individuo en el océano informático ya no sufrirá los efectos explosivos de la noche. El desacople entre clima y humanidad es la causa de que el individuo se sienta desamparado y aterrorizado. En poco tiempo se adaptará, y no será ya individuo. Habrá creado, al fin, un nuevo día submarino. Con un sol artificial."

martes, 24 de agosto de 2010

Bienvenidos al tercer mundo


El Mundial sigue en boca de todos los argentinos. En cualquier conversación, tarde o temprano, sale el tema. Estarán contentos, dice el taxista, ¿lo celebraron mucho?, pregunta el escritor, felicitaciones, te suelta el periodista. Detecto cierto resquemor en estos comentarios, una fingida solidaridad. Finalmente ayer lunes, tomando cerveza con Mauro y Mercedes en una terraza de Palermo Hollywood, confirmo mis sospechas: no gustó mucho la victoria de España. Como casi siempre, los que mejor reflejaron el espíritu del momento fueron los de la revista Barcelona; una solución europea para los problemas argentinos. Lo leemos en la portada. Crisis, desocupación, miseria, despidos, baja de salarios, fin de los planes sociales, violencia, ajuste, sumisión al FMI y éxitos deportivos: los países más pobres de la tierra saludan a los españoles. BIENVENIDOS AL TERCER MUNDO. La revista Barcelona -lo leo en Gazpacho, otra revista, ésta creada por el CCBA- nació en el 2003. Fueron tres amigos y colegas, Ingrid Beck, Mariano Lucano y Pablo Marchetti, los que urdieron el pacto de una publicación que cada 15 días analiza con humor la realidad política de Argentina. Mientras escribo estas líneas recibo un sms de Maito, excitada con la nueva exhibición de rosarino, que bien podría ser una portada de Barcelona: Messi es catalán, no hay nada que hacer. Tendremos que ir a Rosario a averigüarlo.

La cita, no podría ser de otro modo, es del gran escritor Fogwill, fallecido el sábado. Lo vi apenas una vez, hace unos meses, durante un memorable desayuno literario en Casa América Catalunya. Tenía razón, hacen falta malos poetas, ni que sea para reírse de los reyes, sobre todo del Rey de España. Brindemos por ellos.

Llamado por los malos poetas

Se necesitan malos poetas.
Buenas personas, pero poetas
malos. Dos, cien, mil malos poetas
se necesitan más para que estallen
las diez mil flores del poema.

Que en ellos viva la poesía,
la innecesaria, la fútil, la sutil
poesía imprescindible. O la in-
versa: la poesía necesaria,
la prescindible para vivir.

Que florezcan diez maos en el pantano
y en la barranca un Ele, un Juan,
un Gelman como elefante entero de cristal roto,
o un Rojas roto, mendigando
a la Reina de España.

(Ahora España
ha vuelto a ser un reino y tiene Reina,
y Rey del reino. España es un tablero
de alfiles politizados y peones
recién comidos: a la derecha, negros, paralizados, fuera del juego).

Y aquí hay torres de goma, alfiles
politizados y damas policiales
vigilando la casa.

A la caza del hombre,
por hambre, corren todos, saltan
de la cuadrícula y son comidos.

Todo eso abunda: faltan los poetas,
los mil, los diez mil malos, cada uno
armado con su libro de mierda. Faltan,
sus ensayitos y sus novela en preparación.
Ah.. y los curricola,
y sus diez mil applys nos faltan.

No es la muerte del hombre, es una gran ausencia
humana de malos poetas. Que florezcan
cien millones de tentativas abortadas,
relecturas, incordios,
folios de cartulina, ilustraciones
de gente amiga, cenas
con gente amiga, exégesis, escolios,
tiempo perdido como todo.

Se necesitan poetas gay, poetas
lesbianas, poetas
consagrados a la cuestión del género,
poetas que canten al hambre, al hombre,
al nombre de su barrio, al arte y a la industria,
a la estabilidad de las instituciones,
a la mancha de ozono, al agujero
de la revolución, al tajo agrio
de las mujeres, al latido
inaudible del pentium y a la guerra
entendida como continuidad de la política,
del comercio,
del ocio de escribir.

Se necesitan Betos, Titos, Carlos
que escriban poemas. Alejandras y Marthas
que escriban. Nombres para poetas,
anagramas, seudónimos y contraseñas
para el chat room del verso se necesitan.

Una poesía aquí del cirujeo en la veredas.
Una poesía aquí de la mendicidad en las instituciones.
Una poesía de los salones de lectura de versos.

Una poesía por las calles (venid a ver
los versos por las calles...)

Una poesía cosmopolita (subid a ver
los versos por la web...).

Una poesía del amor aggiornado (bajad a ver
poesía en el pesebre del amor...)

Una poesía explosiva: etarra, ética,
poéticamente equivocada.

En los papeles, en los canales
culturales de cable, en las pantallas
y en los monitores, en las antologías y en revistas
y en libros y en emisiones clandestinas
de frecuencia modulada se buscan
poetas y más malos poetas:
grandes poetas celebrados pequeños,
poetas notorios, plumas iluminadas,
hombres nimios, miméticos,
deteriorados por el alcohol,
descerebrados por la droga,
hipnotizados por el sexo
idiotizados por el rock,
odiados, amados por la gente aquí.

En las habitaciones se buscan.
En un bar, en los flippers,
en los minutos de descanso de la oficina,
entre dos clases de gramática,
en clase media, en barrios
vigilados se buscan.

¿Habrá en la tropa?
¿En los balnearios, en los baños
públicos que han comenzado a construir?
¿En los certámenes de versos?
¿En los torneos de minifútbol?
¿Bajo el sol quieto?
¿A solas con su lengua?
¿A solas con una idea repetitiva?
¿Con gente?
¿Sin amor?

No es el fin de la historia, es
el comienzo de la histeria lingual.

Todo comienza y nace de una necesidad fraguada en la lengua.
Falsifiquemos el deseo:
Te necesito nene.
Para empezar te necesito.
Para necesitar, te pido
ese minuto de poesía que necesito, necio:
quisiera ver si me devuelves el ritmo de un mal poema,
que me acarices con sus ripios,
que me turbes la mente con otra idea banal,
y que me bañes todo con la trivialidad del medio.

Y en medio del camino, en el comienzo
de la comedia terrenal, quiero vivir
la necedad y la necesidad
de un sentimiento falso.

Se necesitan nuevos sentimientos,
nuevos pensamientos imbéciles, nuevas
propuestas para el cambio, causas
para temer, para tener,
aquí en el sur.

Y arriba España es un panal
de hormigas orientales:
rumanas, tunecinos,
suecas a la sombra de un Rey.

Riámonos del Rey.
De su fealdad.
De su fatalidad.
De Su Graciosa Realidad.
La realidad es un ensueño compartido.
La realidad de España
es su filosa lengua pronunciando la eñe
y su mojada espada pronunciando el orden
del capital y la sintaxis.

¡Ay, lengua:
aparta de mí este cuerno de la prosperidad clavado en tu ingle,
suturada de chips, y cubre
nuestras heridas con el bálsamo de los malos poemas..

lunes, 16 de agosto de 2010

la playa de la plaza


En Belo Horizonte te piden disculpas por la falta de playa. Te hablan de la buena comida, de las anchas avenidas, del buen clima casi todo el año, pero, lo sentimos, repiten sin que nadie les haya pedido explicaciones, la playa queda a más de 400 kilómetros. Belo Horizonte es una ciudad del interior de Brasil que sorprende por su aparente tranquilidad. Las calles están limpias, se puede caminar a altas horas de la noche, nadie se mete con nadie. Es una ciudad donde, eso sí, se bebe mucho. Se bebe incluso en las librerías, como la estupenda Quixote, el mejor lugar para una cerveza a media tarde. En Belo Horizonte organizan un Festival de Teatro cada dos agostos. A comienzos de año, el alcalde quiso cargárselo con un decreto y se encontró con la respuesta de un grupo de mujeres que pelearon por él y lo recuperaron para la ciudad. El conflicto hizo que un festival que se produce durante un año tuviera que montarse en apenas dos meses. Les ha salido bastante bien a pesar de todo. Y es que las mujeres tienen carácter en esta ciudad sin mar. Y el alcalde, como el de Carcelona, tiene la mano suelta para los decretos y las prohibiciones. A finales del año pasado decretó la prohibición de organizar actos públicos en la Plaza de la Estación. Se trata de una plaza emblemática de la ciudad, frente a la antigua estación de tren, hoy reconvertida en museo. Los ciudadanos de Belo Horizonte no están de acuerdo con la prohibición y han creado un divertido movimiento de protesta que lideran algunas mujeres como la dj, perfomer y agitadora cultural Paloma Perentoni, que nos lo cuenta a Mario Duarte y a mí entre canción y canción. Paloma nos explica que ahora sí, Belo Horizonte, tiene playa. Al menos los sábados, cuando cientos de jóvenes llegan con sus trajes de baño, sus cervezas, sus tambores y se tumban al sol encima del cemento. Hacen una colecta y contratan un camión que les suelta manguerazos de agua. Varios vídeos dejan constancia de ello. Esto sí es intervenir el espacio público y lo demás son tonterías. Paloma baila como sólo bailan los brasileños: dándolo todo. Eso explica, esa aparente pasividad y ese ritmillo lento con el que, por ejemplo, te atienden en los bares o restaurantes. Devagar. Guardan las fuerzas para el baile. Y ahí estamos, bailando con los Mundo Livre S/A. Derroche de energía. Comunión total entre el escenario y los de abajo, que cantamos y saltamos como si nos fuera la vida en ello. Y es que los viejos rockeros nunca mueren. Ni squiera los que hacen Samba de combate, como esta banda de Pernambuco que cierra la noche del sábado del festival.

El tema del baile es un tema muy serio en Brasil. Como también lo es para Sebastián, el protagonista de "Ya sólo habla de amor", de Ray Loriga.

"Estaba a punto de bailar con Mónica, pero no era un buen bailarín, y lo sabía, o al menos lo recordaba, con la claridad que recordaba el resto de las cosas que no era. No estaba entre los bailarines, de eso estaba seguro, lo cual era tanto como no estar entre los vivos, como ser ya, en ese mismo instante, un fantasma...
... Si un hombre no es capaz de bailar con la mujer que ama, con la mujer que, al menos, intuye que ama, o a la que quiere y debe amar en cualquier caso, por más que no pueda amarla, es que sus días carecen ya de sentido y no hay por qué pedir más pruebas, una vez se confirma que la muerte que se imaginó en la infancia, lejana e imposible, se aproxima galopando."

miércoles, 11 de agosto de 2010

El efecto Paraty


Nada le molesta más a Ramon que tener que justificar su modo de vida. A los habitantes de Paraty les cuesta aceptar que su conciudadano no sea ni un millonario ni un mafioso, sino apenas alguien que rechaza la maldición bíblica que reza "te ganarás el pan con el sudor de tu frente". Ramon alquila su apartamento en Barcelona y con esa renta de serie B vive feliz en el trópico. Tiene una mujer, un hijo y un pequeño barco en el que a veces, cuando le provoca, saca a pasear a algunos turistas despistados. Hace diez años que llegó a Brasil y pasó por un período de crisis durante el cuál regresó a Carcelona, consiguió un trabajo e intentó vivir como sus amigos de la infancia, al poco tiempo se dio cuenta de que su lugar, su alma y su piel estaban en otra parte, en este pueblo de mar donde los inviernos significan apenas un jersey para no resfriarse. Paraty es una de esas ciudades para soñar. La belleza de su centro histórico, sus calles empedradas -con piedras de verdad, como las pusieron hace 500 años, incómodas para caminar, donde los zapatos se rompen y los pies lloran- y un clima benigno la convierten en una suerte de lugar idílico para vivir. Al profundizar un poco, uno se da cuenta de que en las fantásticas casas del Centro no vive nadie, que los festivales terminan un día y que alrededor de este mini-escenario se ha desarrollado una ciudad con los mismos problemas y falta de servicios públicos de las grandes urbes. Pero claro, estas frases son reflexiones superficiales de un turista accidental con pretensiones literarias. Durante los cuatro días que transcurre la Flip nada de esto importa y uno cena feliz en una de esas casas y duerme aún más contento en la posada de María Della Costa y se toma una caipirinha relajado frente al mar y está bien que así sea porque, como diría la folclórica, me lo merezco! En la Flip uno divide el tiempo entre risas con poetas locos, cervezas con periodistas ilustrados y bailes con escritoras sobrevaloradas. Beleza!

En el bar del escritor, al lado de la playa, leo VIAJAR SIN VER, de Andrés Neuman, y me quedo embobado en el recuerdo.

"Tomo té en una mesa. La luz rueda por el pasillo. El líquido y la tarde me hacen feliz de pronto. Esta serenidad en mitad del vértigo, esta certeza que no tiene lugar, ni país, ni causa, que puede sorprendernos en cualquier parte como la caricia de un desconocido en la nuca, esta alegría provisional y a su modo ridícula, es el recuerdo más valioso que me llevaré del viaje."
"Cuando nos resulta imposible una mirada exhaustiva y documentada sobre un lugar, sólo nos queda el recurso poético de la inmediatez: mirarlo con el asombro radical de la primera vez. Con cierto grado de ignorancia y, por lo tanto, de avidez inaugural."

lunes, 2 de agosto de 2010

Escapar


El periódico The Economist dice que Catalunya se ha convertido en la tierra de la prohibición. No estamos hablando de un panfleto revolucionario ni de una banda de libertarios. Es The Economist, una publicación que leen los que manejan el cotarro de las finanzas, para que nos entendamos. Estos señores ingleses, unos gentlemen según dicen algunos, se preguntan qué será lo próximo que se va a prohibir. Se prohíbe el burka, se prohíben los toros, prohibido beber en la calle, prohibida la happy hour, prohibido vender comida preparada a medianoche. La lista aumenta cada semana. Afortunadamente, algunos responden con humor y montan saraos en lugares impensables, como una oficina del INEM. Son los Flashmob, un nuevo método artístico de protesta. Según wikipedia, se trata de una acción organizada en la que un gran grupo de personas se reúne de repente en un lugar público, realiza algo inusual y luego se dispersa rápidamente. En general, con humor. Si vamos a protestar, por lo menos pasémoslo bien.
Mientras tanto, leo y me río con la noticia de que algo está pasando en las universidades norteamericanas. Un manual anarquista, escrito en Francia y publicado en España por Melusina, LA INSURRECCIÓN QUE VIENE, es un best seller en Amazon. Quizás lo que sucede es que estamos ya muy cansados de esta idea del "orden" que poco a poco nos han ido imponiendo. Lo explica muy bien Martín Caparrós en un libro fantástico que publicará Anagrama en septiembre, CONTRA EL CAMBIO, y que he devorado estos días previos a mi viaje. Ha sido una lectura ideal para unos días extraños, previos a un nuevo viaje. Escapo al Sur. Escapo de las prohibiciones. Escapo de mí mismo. Esc.

Quisiera entender cómo se impone una idea del “orden”. Orden en el sentido más inmediato: que un fulano que camina por una calle cualquiera piense ah, se ve que acá hay un orden. Porque se me ocurre que la cultura que impone su forma del orden es la cultura dominante de una época: las demás son errores, variaciones más o menos pronunciadas que deberían corregirse.
O, incluso, que para dominar una época una cultura tiene que imponer su sentido del orden, huevos y gallinas.
Ahora la idea hegemónica del orden es noreuropea: un orden, para empezar, que llegó del frío, de la vida intramuros, calles sin más función que el desplazamiento de un lugar a otro. Entonces no hay lugares de cruce –mercado, plaza, esquina–, no hay gritos, no hay basura, no hay olores.
Un orden de individuos.
Un orden de murmullos.
Un orden de colores suaves.
Un orden de silencios respetuosos.
Un orden de movimientos controlados, módicos.
Un orden donde el trabajo es tanto más que el ocio.
Un orden donde las reglas parecen claras, hecho de respetarlas.
Un orden donde la honestidad debería mandar sin que nadie lo mande, por pura convicción de cada uno.
Un orden protestante, pudoroso, que no quiere mostrar pero detesta la idea de esconder.
Un orden que tolera dos o tres excesos –amores, borracheras– siempre que sucedan en el lugar y el tiempo tolerados.
Un orden que cree sobre todo en ese orden.
¿Cómo será, cuando llegue, el orden chino, de gritos y empujones, de multitud, de disimulos y trampitas, de dorados y rojos?

El orden es sobre todo frío. Caliente es un enemigo que hay que combatir: con refrigeración si es la temperatura, con calma si es el temperamento, con razón si es la obnubilación. La razón es fría donde la pasión es caliente, la planificación donde lo improvisado, el trabajo intelectual donde el manual. Y ahora el enemigo del mundo es el calor, lo propio de los países pobres y atrasados. El frío es cool, bien entendu, porque cool es fresco. Caliente es cutre, infeccioso, peligroso: la amenaza del gran calentamiento.

Pero la muerte es fría y la vida es caliente. Es un problema.