domingo, 30 de agosto de 2009

Demasiado corazón


Leo en La Vanguardia que treinta mil cardiólogos han decidido reunirse en Carcelona esta semana. Creen que es el mejor lugar para analizar los últimos avances en medicina cardiovascular. Piensan que la ciudad ofrece un inmejorable campo de prácticas para ver in situ los efectos sobre el corazón de tanto turista desbocado. Los cardiólogos, llegados de todas partes del mundo, se desplazan por el metro, por Montjuich, por las Ramblas con su pertinente acreditación colgada al cuello. Ellos no son guiris, proclaman silenciosos con su atuendo. Algunos de ellos ha sido visto por las Ramblas a altas horas de la madrugada -y no precisamente celebrando una nueva victoria del Barça-. Han ido en misión de trabajo, por supuesto, y no en busca de sexo rápido y barato como los que salen retratados hoy en la portada de El País encima del titular Sexo de pago en plena calle junto al mercado de La Boqueria de Barcelona
Demasiado corazón, cantaba Willy de Ville, hace unos años. Demasiado corazón.

Ninguno de los cardiólogos, sin embargo, lee "Ya sólo habla de amor", de Ray Loriga. Y quizás deberían. Mejor incluso, tendrían que invitar al bueno de Ray al congreso. Para que les leyera fragmentos de esta novela sorprendentemente desgarradora y valiente en la que se leen frases como éstas.

"Ahora prefería con mucho estar mejor que ser igual. Esto se lo escuchó decir una vez a un viejo comunista: aquel que se preocupa por los problemas de los demás, o no tiene problemas propios o ha decidido ignorarlos. Sebastián ya no se hacía ilusiones con el tamaño de su corazón, era endiabladamente pequeño y no tenía sentido seguir negándolo. El sufrimiento ajeno le provocaba mucha ternura y muy poca desdicha, y el sufrimiento propio le producía exactamente el efecto contrario."
"Tampoco le había dado nadie derecho para indagar en su pasado, ni tenía nada que descubrir que no supiera ya. O tal vez sí, per en cualquier caso era un viaje endemoniado que no estaba dispuesto a hacer. No puede uno viajar libremente en el tiempo y regresar a su pasado que también es el de los demás implicados y sacar cuentas a su manera, como si los otros y la percepción que los otros tienen de los más íntimos detalles comunes no existieran. ¿Qué pensaría su mujer, su verdadera mujer, sin ir más lejos, si a él se le ocurriera recordar y ordenar y suprimir y al fin y al cabo inventar el territorio de sus desgracias y alegrías comunes? ¿Con qué pies manchados con Dios sabe qué barro de ahora entrar en la que fue entonces su casa? Cómo mirarla ahora, a su ex mujer, a los ojos, aunque fuera en sus recuerdos, para tratar de descifrar el desastre que les separó definitivamente. Ni hablar, allí no podía volver como si fuera inocente, o cómo el estúpido fantasma de las Navidades pasadas. No podía ir tan lejos, porque tan lejos ya no existía, no desde luego visto desde aquí. Bendito Colón, y bendito Walt Whitman, que los dos supieron en el momento adecuado que siempre es más fácil seguir que volver. Se dio cuenta, y le costó mucho hacerlo, de que si volviese por un segundo a su pasado real, a su pasado compartido, no estrictamente suyo en ningún caso, no sería más que un intruso. Y no quería ser un intruso en su propia vida, ni tampoco un juez, ni un detective desesperado, no quería inventarse un crimen que no había sucedido sujetando un pelo teñido de sangre encontrado en la moqueta."

miércoles, 26 de agosto de 2009

Paraísos perdidos: la Catalunya Nord


Cuando me pidieron moderar una mesa sobre los cincuenta años de la revolución cubana en la Universitat Catalana de Verano, lo primero que pensé fue: qué bien, voy a conocer por fin la Catalunya Nord, ese territorio mítico más allá de los Pirineos, esa parte de Catalunya arrebatada por los imperialistas gabachos, el bastión catalán en el país más centralista de Europa. Como ofrecían alojamiento y comida, en un lugar muy bonito afirmaban orgullosos, y podía ir acompañado, pensé que no tenía más remedio que interrumpir mi retiro veraniego por unos días y plantarme en la entrañable vila de Prades, Prada de Conflent para nosotros. Para no dejarme llevar por la emoción y permitir un análisis sosegado y objetivo le pedí a una amiga extracomunitaria (terminología FIFA) que me acompañara, para que su escepticismo territorial, consecuencia inevitable de su mestizaje checo-sefardita-venezolano me iluminara en la delicada misión de establecer el grado de catalanismo existente en la Catalunya Nord. Admito que me sorprendió sentir un leve cosquilleo interior al divisar a mi izquierda, desde el coche, la imponente cumbre del Canigó -mi acompañante me preguntó en ese momento por qué razón en el colegio de su hijo les dicen que es la montaña más alta de Catalunya y yo no supe responderle-, desde cuya cumbre, poca broma, se reparte el fuego sagrado que enciende las hogueras en la noche de San Juan. Una vez en Prades, constaté lo difícil que resultaba encontrar la susodicha universidad de verano. No había un sólo cartel indicativo y tras muchas vueltas -en las que comprobamos que en Prades poco o nada interesa el tema catalán- llegamos a un edificio semi-abandonado más propio de la Bucarest de los ochenta que de la prestigiosa universidad que nos "vende" la televisión catalana cada verano. Acabamos alojados en la entrañable Molitg des Bains, una aldea situada a unos diez kilómetros montaña arriba en la que encontramos, dando un paseo al caer la tarde, con gran regocijo, un cartel clavado en una puerta en el que leímos "Aquí viu un català". Ahí sí me quedé más tranquilo. Al menos queda uno. Más tarde, cenando en L'Estaca, el único bar del pueblo, nos enteramos de que para los lugareños el catalán es algo así como una variante sureña del francés, como si dijéramos el andaluz o el extremeño, y que sirven la crema catalana sin quemar el azúcar, toda una provocación. Estuvimos a punto de dejar el bar cuando divisamos, en la pared, este poster que reproduzco, de una bebida desconocida para nosotros: Alter-Cola, o sea cola lliure, cola catalana. Con esta pequeña alegría, nos retiramos a nuestra habitación del hostal Le Catalan, en la que por supuesto, nadie habla ni escribe el catalán. Al día siguiente fue el gran día. Se inauguró la Universitat Catalana d'Estiu. En algún lugar del programa alguien escribió esta frase de Einstein: "la vida es como ir en bicicleta, para mantener el equilibrio debes ir moviéndote". Debajo indicaba, Albert Einstein, científico y europeo por antonomasia. Me gusta esto de ser europeo por antonomasia. Los chicos que se encargaban de la organización también son europeos, no sé si por antonomasia, e intentaban hablar un catalán que, efectivamente, les salía bastante afrancesado. Tan preocupados iban con la lengua que descuidaron la organización y la mesa sobre los cincuenta años de la revolución, a la que desgraciadamente no invitamos al "bueno" de Juanes, empezó con casi media hora de retraso. Presentó la sesión el rector, ataviado para la ocasión con una camiseta roja del Che, por las dudas, dando paso a continuación a una intensa discusión sobre los pros y contras de una revolución que para algunos ya es Patrimonio de la Humanidad, como las pirámides de Egipto o como Michael Jackson. Afortunadamente la sangre no llegó al río y terminamos la sesión puntualmente, ahora sí, a tiempo de dar un paseo por la cercana vila de Eus, desde la que nos despedimos de estas tierras que alguna vez, quizás, formaron parte del mítico país catalán.
Para detalles históricos y actuales, les dejo este muy recomendable artículo de Félix de Azúa que expresa sensaciones parecidas con otras palabras.
PROVECHOSOS MOVIMIENTOS VERANIEGOS
por Félix de Azúa

De las proximidades de Torroella, pueblo del Empordà notorio por su festival internacional de música, a la aduana francesa hay poco menos de una hora, y la primera población con un cierto empaque es Perpinyà. Conviene atravesar la frontera de cuando en cuando para hacer comparaciones, que son odiosas, sí, pero no por ello menos instructivas.En la agitada historia de Francia, tan vapuleada como España por la guerra incivil (aunque, eso sí, lo olvidan mejor), las zonas del sur siempre anduvieron un tanto despendoladas. Luis XIV les puso la brida a los feudales y la estatua ecuestre que adorna el candoroso parque de Montpellier es prueba de que, en algún momento, se les ordenó que formaran parte de un país más grande y quizás menos reaccionario que su minúscula región. Se plegaron.
Así nació el primer Estado moderno y así se pudo ver a Francia como la nación más poderosa del mundo en el siglo XVIII. El Estado moderno obligaba a suprimir las madrigueras feudales y la guerra de la Fronda puso en claro con qué ferocidad los poderes regionales iban a defender sus privilegios con el apoyo (¡siempre lo mismo!) de la Iglesia católica. Una historia que, como es lógico, en Catalunya se cuenta al revés. Todavía hoy el sur de Francia es una región de escasa vida industrial, con servicios menos vigorosos que los del norte y una población que tiende a votar a Le Pen. De ahí que su recurso sea el turismo, en el que trabaja con toda su energía, que es considerable.Muchos de estos rasgos nos son familiares a quienes vivimos en Catalunya Sur, capital Barcelona. Lo tremendo es que, a pesar del tan alabado crecimiento económico español, de la admirable transición política, de la cantidad de jabón que se dan nuestros gobernantes, lo cierto es que una ciudad como Perpinyà, que viene a ser la Algeciras de Francia, le da mil vueltas a ciudades mucho mayores y más blasonadas de Catalunya (sur). Y no doy nombres porque luego los gañanes del lugar te buscan para romperte una bandera en el cráneo.
Esto es desconsolador. ¡Con la cantidad de dinero que les estamos dando a esta gente de Perpinyà y alrededores! Por si no lo saben, les pagamos colegios, cátedras, universidades, radios, y un corresponsal de TV-3 que ofrece fascinantes noticias sobre Ceret. Todo para recordarles a los de Catalunya Norte que son catalanes, un asunto que en general olvidan casi todos los catalanes hasta que llega el Gobierno de Montilla para recordárselo. Es muy desesperante porque en dos días de moverme por la ciudad no pillé a nadie, pero es que nadie, que hablara catalán o que tuviera un porte que no fuera rotundamente gabacho. Quizá en el campo haya más entusiasmo.Veamos. El dinero que pagamos se ve por las calles, eso sí. Está todo lleno de banderas catalanas, los letreros de la oficialidad vienen en francés y catalán, por el centro hay oficinas de la Generalitat del sur, la emisora nacional nuestra está justo delante del río y parece que alguien la oye, quiere decirse que la vida administrativa refleja un buen fluido de dinero (¿cuánto?, nadie lo sabe) que les cae a estos franceses como agua de mayo.
Ahí se acaba el asunto. Circulan unos autobuses que ya los querríamos en Barcelona, hay zonas peatonales con bares y restaurantes al aire libre, servidos por auténticos profesionales, dos librerías que no encontrarás en ninguna capital catalana (del sur) excepto, claro, en Barcelona. Todo está limpio, no hay estruendo ni jarana, los comerciantes son educados, los grandes almacenes no venden saldos, hay varios locales recomendados por guías gastronómicas, en fin, que aquello es indudablemente Francia. Me preguntaba yo, mientras caminaba por la modesta y sin embargo confortable ciudad francesa, cuántos de aquellos nacionalistas (del norte) que negocian con nuestros Montillas y Carods y tratan de despertar un patriotismo que a los franceses les importa una higa, se cambiarían, no ya por catalanes (del sur), sino por españoles. Yo creo que ni uno. Ni siquiera los dirigentes del partido nacionalista catalán que se presenta a las elecciones en Perpinyà. Una cosa es pillar dinero como se pueda y otra cambiar el sistema de transportes, correos, la sanidad, la policía, los diarios y televisiones o la educación francesas por sus correspondientes entes catalanes (del sur) o españoles.
Entre lo más agradable de este salto me atrapó una exposición de Hyacinthe Rigaud, pintor al que no se le presta atención cuando se pasea por el Louvre, aunque fue el mejor retratista de la época de Luis XIV y Luis XV. La exposición era soberbia. Rigaud retrataba como un cretino a quien lo era (hay un diputado tocando la gaita que es pura actualidad), pero rozaba a Rembrandt cuando retrataba a quienes tenía respeto, como los jansenistas de Port Royal, gente sobria. Había un detalle, sin embargo, que me desoló. La exposición celebraba la anexión de la Catalu-nya Norte a la corona de Francia en 1659, año de nacimiento de Rigaud. ¿Cómo lo ha permitido Montilla? ¡Una exposición que celebra en Perpinyà su anexión a Francia! ¡Con nuestro dinero! Esto es tristísimo. También yo lo lamenté profundamente. Sobre todo porque, por el mismo Tratado de los Pirineos, la corona francesa renunció a Barcelona. Y eso sí que es algo que no le perdonaré nunca.

sábado, 22 de agosto de 2009

Anticristo

ANTICRISTO

Me levanto tarde de la cama. La fiesta de los griegos acabó a las mil. Comienzo el día de buen humor. Extrañamente contento. Canto en la ducha, algo que no suelo hacer. Voy a la Caixa a por mi carnet del Barça. El domingo, primer partido oficial y, con bastante probabilidad, el primer título. Como el anunciado descenso de las temperaturas ni se nota, decido ir al cine. Veo Anticristo, de Lars Von Trier. Me dan escalofríos de sólo pensarlo. Una película brutal, en todas las acepciones de la palabra: salvaje, feroz, bárbara, atroz, fiera, sanguinaria y cruel. Lars Von Trier, eres el mejor. Sí, admitámoslo. Nos podemos reír de su arrogancia, de su fobia a los aviones, de la sublime parodia de Muchachada Nui pero nadie como él para generar en el espectador sensaciones primarias, salvajes, malas. Miedo, he tenido miedo durante la proyección. Éramos apenas seis espectadores repartidos por una sala de unas doscientas butacas. Los seis estábamos solos. Los seis hemos sufrido, lo he visto en las caras al salir. Bueno, una señora de casi sesenta años ha salido tan tranquila, como pensando, para este viaje no hacían falta estas alforjas, o algo parecido. Ha sido como una versión trash de In-Treatment: hora y media larga de cine-terapia agresiva sobre la culpa. Argggggg ¡Cómo me gusta Charlotte Gainsbourg! Me gusta menos Willem Dafoe, aunque la fuerza de la hija de Serge&Jane le ayuda. Está más bajito, menos sobreactuado que de costumbre. Porque ella es una fiera, una perra en celo capaz de todo. He cerrado los ojos varias veces. He sentido un atisbo de mareo. He pensado en salir de la sala pero no podía. Estaba dentro de la pesadilla, formaba parte de ella. Sentía que afuera no estaba la avenida Icaria sino la selva negra ¡Qué miedo! Creo que ya no caminaré por un bosque de la misma manera. No la vean. Se lo digo de verdad. Esta película es peligrosa para el alma. A este Lars habría que encerrarlo. Maldito danés. Ya está bien de jodernos la vida. Con lo que contento que yo estaba...

LOS HERALDOS NEGROS  de César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma... Yo no sé!


Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán talvez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.


Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema


Y el hombre... Pobre... pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.


Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo o sé!

miércoles, 19 de agosto de 2009

Madame Bovary soy yo

Uno de los libros que me he llevado a la masia en donde miro de resguardarme de la ola de calor es Madame Bovary. Es uno de esos textos que siempre han estado ahí, pacientes, en la siempre interminable lista de libros por acometer. El hecho de que leyera hace poco un artículo de Vila-Matas sobre Carcelona en la que definía a la ciudad como "Activa, dinámica, siempre insatisfecha consigo misma, Barcelona es la Madame Bovary de las ciudades de este mundo" y el descubrimiento de que la perturbadora Isabelle Huppert, una de mis actrices favoritas, interpretó a Emma Bovary en el cine, fueron las últimas señales favorables para vencer la extraña flojera que tiene uno ante los grandes “clásicos” de la literatura. Su lectura, acometida en las playas de Empúries o por los aún intactos bosques de Viladamat -antes de que la furia devastadora de los políticos catalanes, con su molinos y autopistas, acabe con esta tierra milenaria- me ha sumido en un estado melancólico del que he tardado varios días en salir. He tenido que oír comentarios tipo -vas pa'l cielo y vas llorando- y me han regalado una carta astral que, según parece, asegura que seré feliz a partir de marzo... Pero es que la insatisfacción bovariana me ha tocado hondo. No podía ser de otra manera. Gracias a la astrología sé que en estos días Saturno está en tránsito en conjunción a mi Sol y eso hace que Te cuestionas si estás o no satisfecho contigo mismo, y te planteas hacer más esfuerzos para corregir todos tus errores del pasado. Así que, por favor, un poco de comprensión.

Por lo demás, mientras leía las aventuras de la joven normanda, he ido subrayando párrafos y más párrafos, sin percatarme de los peligros que tal actividad entraña. Tal como advierte Vicente Luis Mora en una reciente nota en su blog, ¡cuidado con los subrayados!

Los subrayados son mucho más peligrosos. Son el verdadero autorretrato, puesto que suponen una escritura sin el vértigo de la autoría, una emanación libidinal en estado puro, una confesión por escrito sin revisión ni repaso corrector; son una marca psicológica dejada inconscientemente sobre los libros de los demás, en que proyectamos nuestras fantasías de perfección, nuestras pulsiones atávicas, nuestras obsesiones privadas, nuestras ironías. Somos nuestros subrayados.

Para saber más sobre el arte de Subrayar, aquí va el artículo completo.

Adjunto, a pesar del riesgo, algunos subrayados de Madame Bovary, gracias a la estupenda traducción de Carmen Martín Gaite.

Sus ojos, sin embargo, estaban llenos de otra charla más seria, y mientras se esforzaban por encontrar las frases triviales, una misma languidez los invadía y sentían el murmullo del alma, profundo, continuo, dominando al de las palabras. Sorprendidos ante esta nueva dulzura, no pensaban en darse cuenta de aquella sensación ni en descubrir sus causa; las dichas futuras, como las playas tropicales, proyectan sobre la inmensidad una especie de brisa perfumada, y el alma se limita a adormecerse bajo los efectos de esta ebriedad, sin preocuparse siquiera de ese horizonte que aún no se conoce.”

Pero no era feliz, no lo había sido nunca. ¿De dónde venía aquella inconsistencia de la vida, aquella podredumbre fulminante de todas las cosas en que trataba de apoyarse? Si acaso existía en algún rincón del mundo un ser fuerte y hermoso, una naturaleza intrépida, desbordante de exaltación y de refinamiento, un corazón de poeta bajo apariencia angelical, una lira de cueras de acero capaz de entonar al cielo epitalamios elegíacos, ¿por qué no había de tener ella la suerte de encontrarlo? ¡Qué sensación de impotencia! Nada valía la pena de ser buscado, todo era mentira. Cada sonrisa ocultaba un bostezo de hastío, cada alegría una maldición, cada placer un fastidio, y los mejores besos apenas si alcanzaban a dejar en los labios el anhelo insaciado de voluptuosidades más sublimes”

martes, 18 de agosto de 2009

Please, don't come to Carcelona!

En estos días de calor extremo, descansando en el Ampurdán, leo en La Vanguardia este artículo de Quim Monzó que suscribo completamente. PLEASE, DON'T COME TO CARCELONA! 

Nunca en mi vida hubiese pensado que llegaría un día en el que sería turistófobo militante, pero vivir en Barcelona me ha llevado a ello. Los rebaños de guiris asolan esta ciudad que un día fue de los que vivíamos en ella. La han desnaturalizado hasta convertirla en una caricatura ridícula. Desde las altas tribunas mediáticas, día si, día también, nos sermonean y nos advierten de que no debemos despotricar de esa fuente de ingresos. "El turismo nos beneficia a todos", sentencian. Mentira. El turismo sólo benefcia a aquellos a los que beneficia. Entre el diseño, Gaudí, las playas, los bares, la vida nocturna y esos buenistas de U2 -"encantados con Barcelona"- y Harrison Ford -"refugiándose en Barcelona"- y Woody Allen -"enamorado de Barcelona"- y John Malkovich -"loco por Barcelona"-, esto no hay quien lo aguante. Si usted no vive aquí, dé gracias a Dios por ello. Al Dios que sea, incluso si no cree en ninguno. Pero dé las gracias en voz baja, porque está muy mal visto quejarse. Tertulianos y columnistas orgasman cada día por la efervescencia mediàtica de la ciudad, y dan mil volteretas cada vez que algún genio del chimpampún anuncia su amor por la ciudad. "¡Barcelona está de moda!", escribe uno. "¡Barcelona, en primera línea mundial!", babea otro. Algunos llegan al súmmum: "Por el bien general, hay que dejar al margen los intereses individuales y pensar en el bien colectivo". En este caso, colectico quiere decir de los hoteleros, de los restauradores y, supongo, de los carteristas de importación, que desvalijan a los turistas más zoquetes.

El otro día vi en un farol un cartel de tamaño DIN A4. Se leía: "Warning. Tourist area". Lo firmaban unas siglas desconocidas para mí: CGNAI (Comando Guillem Nas de Acción Inmediata). No había oído nunca hablar de ese grupo, pero, investigando en el nomenclátor de la ciudad, veo que Guillem Nas fue un naviero de finales del siglo XIV que dio nombre a una calle que, por degeneración, ha acabado llamándose Gignàs. Está en el centro de la ciudad. Sus habitantes explican que ya no pueden más, que no los mueven intereses políticos ni comerciales, sino el cabreo y las ganas de dormir en paz. Están hartos de que el Ayuntamiento permita que los turistas vomiten, meen y bereen en las calles, a la hora que sea, sin tener en cuenta que en esas casas tan auténticas hay personas que viven y trabajan. Explican que el Guillem Nas intentará que los turistas entiendan que esto no es un parque temático. Su lema consta de tres frases: "I'm not a tourist. I live here. Give me a break!". Si conociese a alguien de Guillem Nas, les propondría una campaña de spots - colgados en YouTube y plataformas similares- para disuadir a los que quieren venir a Barcelona, a hacer el turista. "¡ Por favor, id a Croacia, a París, a Florencia, adonde sea! O quedaos en casa, importunando a vuestra familia. A nosotros dejadnos vivir en paz". 

lunes, 10 de agosto de 2009

menos mal que nos queda Portugal III

Como ya hemos visto Lisboa, nos podríamos morir tranquilos. Pero somos insaciables y queremos más, más Portugal, más viento del Atlántico, más sardinas y ensalada. Necesitamos alquilar un coche. Nos dicen que está complicado, que hasta dentro de quince días no habrá uno disponible, que vayamos en tren. Como casi siempre en este viaje, la solución la tiene Joao. Aparece sonriente por entre las calles de la Baixa y se sienta con nosotros en la mesa. Discute con el camarero sobre la manera cómo prepara el bacalao y, mientras esperamos la orden, aceituna va, aceituna viene, Joao nos cuenta su teoría sobre el portuñol, que él afirma es una de las lenguas del futuro. No sólo él lo piensa, sesudos analistas también: http://www.elpais.com/articulo/sociedad/hora/portunol/elpepusoc/20090804elpepusoc_14/Tes

Así que decidimos hablar en portuñol a partir de este momento, como Manu Chao, como Mourinho o como Cristiano Ronaldo, sobre el que Joao también tiene una teoría. Según él, la diferencia entre Messi y Ronaldo es que el primero, si no fuera futbolista, trabajaría en una carnicería en Rosario, mientras que el de Madeira, además de no haber conocido nunca a Paris Hilton, sería ahora una víctima de la pedofilia alemana... Seguimos estando de acuerdo con Joao, y más aún cuando nos acompaña al aeropuerto donde, obviamente, no estamos en la Rumanía de Causescu sino en ¡Portugal! -país que, no lo olvidemos, entró en la Unión Europea el mismo año que España-, conseguimos un coche listo para nuestra particular “road-movie” por el Alentejo. Antes de partir nos tomamos otra bica, o sea un café expresso, en una panadería lisboeta que, como casi todas, nos recuerda a las de los Palos Grandes, en nuestra añorada Caracas. Discrepo con la rubia del cuento sobre la importancia del cachito, ausente en Lisboa, y concuerdo con ella sobre la tosta mista, una nada despreciable aportación local a la cultura gastronómica del desayuno. Desde la panadería me fijo en el ritmo apacible de los lisboetas. Caminan despacio, hablan bajito, miran discretamente. Los foráneos, sin proponérnoslo, actuamos igual. A ratos no nos queda otro remedio. Las baldosas, por ejemplo en la plaza Camoes, se nos pegan a la suela del zapato, obligándonos a desacelerar el ritmo y adaptarnos sin rechistar a la atmósfera lisboeta. Hora de partir. Atravesamos el magnífico puente sobre el Tajo y nos plantamos en Comporta a la hora de comer. En un entrañable restaurante a la entrada del pueblo probamos por primera vez un delicioso arroz portugués. Le preguntamos al dueño sobre un buen rincón para dormir la siesta y nos dibuja en el mantel los sesenta kilómetros de playa a nuestra disposición. Menos mal que nos queda Portugal. 

domingo, 9 de agosto de 2009

Menos mal que nos queda Portugal II

Desayunamos en una panadería cercana a la plaza Martín Moniz y nos alegramos de que el mismo café que en Carcelona cuesta un euro y veinte céntimos, en Lisboa no sólo tenga mejor sabor sino que cueste la mitad, sesenta céntimos exactamente. Menos mal que nos queda Portugal. Y más ahora que un portugués preside la Comisión Europea. Aunque según Joao, cuya opinión es para nosotros la referencia clave en asuntos internos portugueses, el tal Barroso es un traidor que dejó al país tirado para irse a medrar entre la burrocracia europea. Peor para él. Para mí, en cambio, mucho mejor, ni que sea porque en una tienda que hace esquina en la plaza Restauradores encuentro la gorra que hace tiempo buscaba y que, una vez puesta, no sólo me da un aire de paseante elegante sino que además, por el mismo picor y precio, disimula mi cada vez más escaso pelo. Feliz con mi gorrita, me acerco a la magnífica estación de tren de Rocío a la búsqueda y captura de un café con wi-fi, lo cuál, lo intuyo ya y lo confirmo horas después, es una ardua tarea en Lisboa. En todas nuestras vueltas por Lisboa, divisamos apenas dos locales con internet “sem fio”, uno en el Chiado y otro en el Barrio Alto en cuya ventana un cartel lo justifica porque “aquí también se estudia”. Pensándolo ahora que escribo estas líneas, tiene su encanto esta rebelión tecnológica lisboeta. Son los nuevos luditas. De manera discreta, a la portuguesa. Es como si sus añejas paredes rehusaran dejarse atravesar por las ondas cibernéticas. Como si el wi-fi les pudiera hacer aflorar aluminosis, o termitas. Cosas más raras (¿o extrañas Joao?) se han visto. Lisboa camina a su ritmo y ni Bill Gates puede acelerarlo. En este orden cosas no es extraño que nos topemos con la calle de la espera. Nos acordamos de Vila-Matas y de su extraordinario discurso en Mérida, cuando le hicieron doctor. Habló Enrique de la espera, de la misteriosa condición humana del que espera. En honor a él, sin esperar más, me tomo esta foto mientras espero que salga el próximo libro en donde, según me cuenta el propio Enrique en un mail que me envía antes de partir para Dublín, aparecerá este texto que escuché en vivo en la ciudad de Mérida hace apenas un mes: “Lo que lei en Mérida forma parte de un texto más amplio que se titulará Perder teorías y que publicaré en la colección Únicos de Seix Barral en septiembre del año que viene. Lo que leí en Mérida lo he desguazado para transformarlo en ese texto más largo; tengo que pedirte que esperes un tiempo y así accederás a un texto superior al que lei aquel día. Recibe un abrazo dublinés”

Mientras espero ese texto superior, me entretengo con un texto del joven Tavares que no esperaba leer y que, gracias a la previsión de la rubia del cuento, descubro en este viaje.

"...es verdad que si un hombre mezcla absenta con la realidad se queda con una realidad mejor.

...pero también es cierto que si un hombre mezcla absenta con la realidad se queda con una absenta peor.

...tomé las decisiones esenciales de la vida muy temprano -dijo el señor Henri.

... nunca mezclé la absenta con la realidad para no empeorar la calidad de la absenta."

viernes, 7 de agosto de 2009

Menos mal que nos queda portugal I


La rubia del cuento hace 20 años que no ve a Joao. La última vez estaban en New York, estudiando cine, filmando películas escatológicas. Pero Joao no sólo afirma haberle conseguido un piso céntrico y con vistas sino que va a venir a recogernos al aeropuerto. Yo no digo nada, no tengo motivos para dudar de él y mucho menos cuando veo que nos lleva hacia un Volkswagen Golf descapotable, de los antiguos, con el que vamos a llegar a Lisboa en el mejor "vaporetto style", o sea por todo lo alto. Joao está inquieto. Está esperando la llamada de su abogado. Está pendiente de un juicio que para él es fundamental. Se trata de recuperar los derechos de autor de un guión que lleva años escribiendo y que un malvado productor quiere apropiarse por la cara. Eso no se hace. Y menos a nuestro amigo Joao, que a mí, no sé por qué, me recuerda a Ray Liotta en Goodfellas, "Uno de los nuestros" se llamó en España, cuando tiene que preparar la pasta al mismo tiempo que salir a recoger una entrega de perico, todo esto con los helicópteros del FBI sobrevolando su espacio aéreo vital. Sin tanto espectáculo, Joao está en lo mismo. Tiene varias misiones que cumplir. Y nosotros con él. La primera, pasar por casa a ver a su mujer y a su orquesta de perros. Él lo admite. Tener cuatro perros en casa es una locura. Pero cuando conoció a su mujer, ya tenía dos. La tercera no acierto a adivinar de donde sale pero la cuarta la rescataron de la calle. Nos recibe un concierto de ladridos que no se detiene hasta que Joao no abre la puerta del jardín. Somos recibidos con gran alborozo por los cuatro perros que saltan, corretean, ladran, alrededor de nosotros en una improvisada coreografía que ya les gustaría programar en el Mercat de les Flors. Una locura, está claro. Su mujer no puede acompañarnos a donde sea que vayamos ahora y se despide de nosotros. Vamos a por hachís, segunda misión. Recogemos a una amiga que nos conduce a un edificio en donde ella se encarga del intercambio comercial. País de comerciantes Portugal. Con nuestras tabletas en el bolsillo, tercera misión, nos dirigimos a la playa. Joao nos ha prometido una sardinada al lado del mar y ésas son la clase de promesas que nos gusta que se cumplan. Cruzamos el puente sobre el Tajo, que en portugués es el Tejo, y nos desviamos en la primera salida. Al fondo a la derecha. Rumbo a Fonte de Telha. Llegamos a un pintoresco restaurante en la misma arena. El retiro del pescador se llama. Sardinas y ensalada. Joao nos cuenta su teoría sobre la razón por la cuál la cocina portuguesa, a pesar de su indudable calidad, no triunfa internacionalmente. Es por su mala presentación. Para muestra está ensalada mixta, explica serio, en donde los pimientos están colocados encima de una manera tan poco creativa. También nos enteramos de que Portugal es el segundo país que come más pescado y que un buen trabajo, al que tal vez Joao se dedique si no gana el juicio por los derechos de su guión, consiste en visitar los países nórdicos para convencerles de que coman más, pescado claro. Apasionante sin duda. La rubia del cuento afirma que ésa es la razón por la que los portugueses son tan tranquilos, tan pacíficos, tan tristes también, añado yo. Es la falta de carne, que les priva de esos ácidos que nos provocan la mala leche a los consumidores de carne. De postre melón y de digestivo una especie de orujo demasiado fuerte para mi paladar. Siesta en la playa hasta que el viento del Atlántico nos obliga a recogernos. Tener frío en pleno mes de julio no es algo que vayamos a aceptar de buenas a primeras. Por fortuna Joao lo tiene previsto y nos presentamos en una urbanización cercana extrañamente tranquila. Ahí nos instalamos en la piscina de Nuno, un amigo de infancia de Joao que según parece no está muy por la labor de someterse a la rutina capitalista y que vive encerrado en su apartamento de la costa y sólo poderosas razones, como la avería de su televisor, consiguen sacarlo de casa. Hasta la vista baby. De regreso para Lisboa con viento fresco y velocidad variable, la que tenemos que mantener ante el importante atasco en la autopista. La rubia del cuento maneja con soltura y acabamos llegando al centro antes de lo previsto. Aparcamos en cualquier lugar y nos tomamos, porque es típico, un licor llamado ginginha que en su época de esplendor, los años veinte, ganaba premios en concursos de licores, pero que ahora, en pleno siglo XXI, queda como una reminiscencia obsoleta de otra época. Mientras nos lo bebemos, en un local minúsculo, Joao nos mira como pensando, esto es lo que hay, es lo típico. Acabamos nuestro primer día en Lisboa en la plaza del príncipe con una buena cerveza local. Gracias Joao. Te queremos. 

Ver Lisboa y después morir, dicen que escribió Fernando Pessoa. Si escribiera hoy, quizás haría como los artesanos de los azulejos: Yes we can!

Del Libro del Desasosiego.

...Bajando hoy por la Calle Nueva de Almada, me fijé de repente en la espalda del hombre que bajaba delante de mí. Era la espalda vulgar de un hombre cualquiera, la chaqueta de un traje modesto en una espalda de transeúnte ocasional. Llevaba una cartera vieja bajo el brazo izquierdo, y ponía en el suelo, al ritmo de ir andando, un paraguas cerrado, que cogía por el puño con la mano derecha. Sentí de repente por aquel hombre algo parecido a la ternura. Sentí en él la ternura que se siente por la común vulgaridad humana, por lo trivial cotidiano del cabeza de familia que va a trabajar, por su hogar humilde y alegre, por los placeres alegres y tristes de que forzosamente se compone su vida, por la inocencia de vivir sin analizar, por la naturaleza animal de aquella espalda vestida.

sábado, 1 de agosto de 2009

yoko bono

De nuevo en Carcelona. Me cuentan que estuvo por aquí Bono y que acabaron hartos de él, "thank you Pep" incluido. En un avión de regreso a ninguna parte me entretuve con la cada vez mejor 2021, esa revista literaria de bolsillo que editan, cuando les da la gana, o consiguen el dinero necesario, Campos y Parra. En la última, por ahora, Daniel Jove escribe un texto divertidísimo sobre el ínclito personaje.

1) El 10 de Mayo de 1960, en Dublín, Irlanda, nace Paul David Hewson, mejor conocido como Bono. En 1967 forma con tres de sus mejores amigos lo que se ha convertido en una de las bandas de rock más famosas del mundo: U2. De hecho, U2 es posiblemente la banda activa de rock más famosa del mundo. Bueno, quizá los Rolling Stones son igual de famosos que ellos. U2, sin embargo, no es tan famosa como los Beatles. Pero los Beatles ya no son una banda, así que al diablo con ellos. 2) En 1977 nazco yo. Yo no soy nadie, pero soy el que está escribiendo esto, así que eso es importantísimo. Al diablo con el que no quiera seguir leyendo porque no considere eso importante. 3) En 1980 U2 lanza su primer disco, Boy. En 1981 lanza su segundo disco, October. 4) En 1982 Bono se casa con Alison Stewart, y empiezan a reproducirse como sólo lo saben hacer los Irlandeses Católicos de clase media: en masa (tienen cuatro hijos). 5) En 1983 U2 lanzaWar. En 1984 lanza The Unforgetable Fire. Y en 1987 lanza The Joshua Tree. Después de The Joshua Tree la fama de U2 empieza a incrementar de una manera despampanante. Pero también, después de 1987 todo lo que era bueno de U2 desaparece. El talento: desaparece. El verdadero rock: desaparece. Las buenas letras: desaparecen. Su amor por Irlanda: desaparece. Su nota semi-underground: desaparece. Su caché de ser una banda de un país que en ese momento contaba como tercer mundo: desaparece. Es como si fuese otra banda, conformada por otra gente. Es como si se la hubiese llevado el diablo. No, no, no es “como si”, se la llevó el diablo. 6) Ah, también en 1987 yo cumplo diez años, y empiezo a tener mucha más conciencia musical. U2 me empieza a parecer una absoluta porquería que no sirve para nada sino para limpiarse el culo. Y, vaya, hay que ver que limpiarse el culo con música es dificilísimo. 7) En 1992 decido ya definitivamente que U2 es una mierda. Simplemente una mierda. Ni si quiera sirve para limpiarse el culo, porque es mierda misma. Decido que todo lo que hicieron después de The Joshua Tree es un imperiosa mierda, una mierda con sangre y parásitos. Y además decido que el culpable de esto es Bono. No sé porqué. Pero Bono me empieza a parecer un idiota de primera categoría. Empiezo a imaginarme a Bono levantándose por la mañana, mirándose al espejo, y diciéndose en voz alta: “No puedo creer que yo soy Bono”. Ese pensamiento me da grima. 8) En 1995 me gradúo del colegio, y U2 me sigue pareciendo una mierda. También Bono me sigue pareciendo un papafrita de primera categoría. 9) En algún momento de los 90 a Bono se le ocurre que siendo él el centro del universo puede salvar a todo el continente de África del infinito hoyo de tragedia en el cual siempre se ha encontrado y siempre se encontrará. A pesar de sus buenas intenciones, eso sólo hace parecer a Bono más imbécil de lo que ya es por naturaleza. Bono empieza a ser un imbécil metafísico. 10) También en el año 1995 mi hermana viaja para Francia, en donde conoce a un irlandés de quien se enamora desmedidamente. Terminan mudándose juntos dos años después. 11) En 1998 U2 lanza su disco The Best of 1980–1990. Resulta ser una estafa, porque todo el mundo sabe que después de 1987 U2 no hizo absolutamente nada que pueda llamarse “best”. 12) En el año 1999 me mudo a Nueva York para estudiar filosofía. Es quizá lo más cerca que llegaré a estar de Bono. (Bono es dueño de un apartamento en el San Remo, en el West Side de Manhattan, como a dos cuadras del Dakota, que es donde asesinaron a John Lenon). Dos meses después me voy de Nueva York porque no soporto tener que compartir una ciudad con Bono. 13) En agosto del año 2000 me voy de viaje por Europa y me enamoro perdidamente y sin remedio de una turca de ojos azules como la bondad de Dios. La turca eventualmente se regresa a su casa, en Estambul. En algún momento del viaje decido ir a visitar a la turca. Pero como no tengo visa para entrar a Turquía, la hermana de mi futuro cuñado me ofrece hospedaje en su casa en las afueras de Dublín mientras procesan mi visa. La espera dura unos quince días. Durante mi estadía en las afueras de Dublín, en lo que resulta ser una casa inmensísima de unos veinte cuartos rodeada por un terreno de proporciones reales (‘reales’ de ‘rey’, ojo), la hermana de mi futuro cuñado me cuenta la siguiente historia: En la segunda mitad de la década de los 70, cuando ella (la hermana de mi futuro cuñado) y su esposo ya tenían varios años viviendo en la casa inmensísima, se hicieron “amigos” de unos adolescentes que tenían una banda y tocaban en los bares locales. Como el terreno en el cual vivían (la hermana de mi futuro cuñado y su esposo) era de proporciones reales, y tenía no una, ni dos, sino tres casas, es decir, dos casas además de la casa inmensísima, a estos adolescentes atrevidos se les ocurrió pedirles permiso para usar la casa más pequeña que se encontraba en el terreno y que estaba bastante alejada de la casa inmensísima, para ensayar. Ellos estuvieron de acuerdo, que por qué no, alguien tiene que apoyar a la juventud talentosa y roquera de Irlanda en estos malos tiempos, y además esa casa no la usamos para nada, sí, sí, claro, ensayen todo lo que quieran. La banda no ensayó más de dos semanas en aquel lugar. El esposo de la hermana de mi futuro cuñado los botó a patadas diciéndoles que esa música que hacían ellos era espantosa, que les deparaba un futuro negro, que nunca llegarían a tocar ni en los cumpleaños de sus abuelitas, y que si no se iban ya los iba a matar. Matar con una escopeta. La banda en cuestión era U2, o una especie de proto-U2. En todo caso era una banda conformada por los cuatro integrantes actuales de U2. No tendrían más de 16 años cuando eso pasó. Después de escuchar ese cuento el esposo de la hermana de mi futuro cuñado se convierte en mi héroe. Lo empiezo a idolatrar como a un dios griego. Aún lo sigo idolatrando. Lo amo. Absolutamente, lo amo. 14) También en el año 2000 U2 lanza su décimo disco, All That You Can’t Leave Behind, disco que abre con una canción titulada ‘Beautiful Day’. Yo no me entero sino alrededor de un año después de la existencia de este disco y de esa nauseabunda canción. Durante ese tiempo ‘Beautiful Day’ se convierte en una de las canciones más famosas de U2. 15) En enero de 2003 me mudo de vuelta a Nueva York. Me aseguro de conseguir un apartamento en Brooklyn, y evito a toda costa entrar a Manhattan. No estoy dispuesto a dejar pasar de largo mi sueño de vivir en la ciudad más increíble del mundo sólo por el peligro de encontrarme a Bono. Pero aún no estoy dispuesto a vivir en la misma isla que él. Por eso me mudo a Brooklyn. 16) A partir de 2004 empiezo a montar bicicleta diariamente. Brooklyn se presta para moverse en bicicleta. Es conveniente y no cuesta nada. Descubro, sin embargo, que cada vez que salgo de mi casa, y el clima está perfecto, es decir, el día está bello, precioso, pulcro, hermosísimo, perfecto o más que perfecto, me encuentro diciendo para mis adentros: It’s a beautiful day. Y después de ese momento el día queda completamente arruinado. No puedo dejar de escuchar en mi cabeza la canción de U2, ‘Beautiful Day’. No puedo dejar de escuchar la débil batería de Clayton, ni la baratísima línea de bajo de Mullen, ni el popurrí de cagadas que sale de la guitarra de The Edge. Pero lo más espantoso de todo, lo más horrible y agobiante, tremebundo, aterrador, horrísono, terrorífico, apocalíptico, espeluznante, pero, o sea, digo horrible y espantoso como solamente lo puede ser un dolor de barriga de retortijones indescriptibles e indescifrables estando en un tráfico gravemente inmóvil y seguro de que no hay manera de salir de ese lugar, espantoso como puede ser cagarse encima ahí, en el carro, en el tráfico, y no simplemente cagar una pelotita de mierda, no, no, cagarse a chorros, a chorros de diarrea con pequeños chips de mierda, una diarrea de esas que hace que ojo del culo te arda como si te estuviesen prendiendo fuego ahí abajo, y además en el asiento de copiloto llevas a una chica que conociste ayer y de la cual ya estas enamorado, y, además, te meas encima también, porque ya que carajo. Así. Es ese el tipo de horror del cual estoy hablando. En fin, eso, lo más horroroso es la voz de Bono. Se me queda pegada en el laberinto de mi cerebro, y el resto del día queda arruinado. Y ya no es un beautiful day nada, sino es fucking horrendous, and I want to die. Odio a Bono. Pero decirlo así nunca es suficiente. Es un odio inefable. 17) En abril de 2008 escribo este texto que están leyendo. 18) Y minutos después de haberlo terminado me pongo a pensar, y me doy cuenta que sólo hay una persona que odio más que a Bono. Y esa persona es Yoko Ono. Quizá lo que en realidad odio es la letra ‘o’. No sé. Lo cierto es que odio a Yoko más que a Bono. Mark David Chapman se equivocó, no ha debido a matar a Lennon, sino a Yoko. Pero al diablo. Al diablo con todo. Este día ya se cagó todo porque al escribir esto no sólo estoy pensando en Bono, sino también en Yoko. Qué verdadera cagada de día. –– 19) Estas últimas palabras que estoy escribiendo en este preciso momento las estoy escribiendo un día después de haber escrito todo lo anterior: Acabo de escuchar la canción de Yoko llamada ‘Kiss Kiss Kiss’ (que aparece en su disco con Lennon, Double Fantasy). La escuché solamente porque una amiga que me confesó que también odia a Yoko había escuchado esta y otras canciones de ella y le pareció que no estaban nada mal. Intenté escucharla sin prejuicios, y creo que hasta cierto punto lo logré. Digo, lo logré hasta que en el minuto 1.50 de la canción empezó a ocurrir algo espantoso: Yoko empezó a gemir hasta correrse. Yoko orgasmeó. Yoko orgasmeó como en una película porno japonesa y fue instantáneamente traumático. Yo vomité. Vomité de manera inmediata. Vomité mi almuerzo, y después vomité mi desayuno, y después vomité la cena de ayer, y después vomité todos mis ácidos estomacales, y después vomité mierda, y después vomité unos aires negros, hasta que vomité una sopa de sangre con pedacitos de intestino. Ahora estoy esperando que llegue la ambulancia. Espero no morir.  
 

 Nueva York, Abril 2008