miércoles, 29 de febrero de 2012

La marca Carcelona, en Rosario


He recibido buenos comentarios sobre Carcelona desde Rosario, Argentina. Allí también han padecido a los gurús del modelo, tipo Toni Puig, que viajan felices vendiendo su marca como si fuera crecepelo. Por lo que pude comprobar el año pasado, es cierto que hay algunas coincidencias, sobre todo en la política cultural, y sino piensen en los poetas convertidos en funcionarios... ay, la poesía!

En este blog copian estos párrafos del libro, que reproduzco (el subrayado no es mío)

Carcelona fue gestionada durante más de treinta años por publicistas camuflados de asesores. Señores que distinguen las ciudades-marca, como Carcelona o Berlín, de las ciudades genérico, casi todas las demás. Buenos liberales que defienden las marcas, asequibles para una élite, y no los genéricos, disponibles para todos los ciudadanos.

Sin sueños no hay política, afirman, sin aclarar que en los suyos siempre salen empresarios, los de las marcas, preocupados por el beneficio, el de su marca, descuidados con el coste social de vender la susodicha marca: la precariedad laboral, los bajos salarios, etc. Como buenos prestidigitadores sostienen que las marcas que triunfan tienen alma femenina, como si las empresas se crearan para hacer el bien y no para forrarse. Como buenos vendedores de humo, apuestan por el marketing y la comunicación. No importa lo que se haga, lo que cuenta es lo que se dice. Carcelona se gasta cada año millones de euros en campañas innecesarias que recuerdan a la ciudadanía que se han colocado nuevos semáforos, que el carril bici es para las bicis o que cuando llueve cae agua. Diseño y más diseño es la receta de estos asesores de la nada. Lo importante es la fachada, el envoltorio, el packaging. Lo de dentro, el contenido, no importa. Los que perpetraron elVisc a Carcelona sueñan que viven en Madison Avenue, son fanáticos de Don Draper y creen que la ciudad condal es la New York del siglo XXI. Es probable que no sepan ni les importe que una campaña así, pagada por todos los reclusos, es a todas luces ilegal, puesto que no informa ni de derechos ni de servicios, dilapida sin miramientos el erario público para promocionar al alcalde y a sus asesores pos modernos e incita a más guiris a visitar nuestro degradado y falso paraíso terrenal.[1]

[1] Caellas, Marc. Carcelona. Editorial Melusina. 2011. Páginas 62 y 63

jueves, 23 de febrero de 2012

Carcelona en Llegás


Ezequiel Alemián me entrevistó en diciembre para la revista Llegás, una publicación gratuita que circula por los teatros y demás antros de perdición de la ciudad de Buenos Aires. Copio a continuación lo que salió.

Marc Caellas nació en Barcelona en 1974. Vivió en Londres, San Pablo, Miami, Caracas y Bogotá, y ahora vive y trabaja en Buenos Aires. Creador de propuestas escénicas innovadoras, en la Fundación Tomás Eloy Martínez puede verse estos días Entrevistas breves con escritores repulsivos, adaptación suya de un libro de relatos de David Foster Wallace, en la cual eligió trabajar con escritores en lugar de actores. Pero Caellas también acaba de publicar Carcelona, un texto polémico (originado en un blog), a mitad de camino entre el ensayo crítico y el panfleto contestatario, que al autor le sirve para llevar a cabo un vibrante ajuste de cuentas con la ciudad en que nació.

-¿Cuál es el estado de las cosas en la Barcelona de hoy que denunciás en el libro?
-Es algo que surge de la irritación. Por un lado me irrita bastante que en los lugares por los que viajo, cuando se enteran de que soy de Barcelona, todos me dice: “¡Ah, Barcelona, qué gran ciudad, qué maravilla!”. Como si uno fuese un afortunado. También me provoca irritación la campaña que todos los poderes fácticos de la ciudad han llevado a cabo durante los últimos 20 años para venderse y demostrar que sí, que efectivamente Barcelona es la mejor ciudad. Es la obsesión por vender lo que se llama la “marca” Barcelona, en parte para posicionarse en el mercado turístico, pero también para presumir. El catalán tiene un complejo de inferioridad con respecto a España, y con respecto a Madrid. Y ahora pareciera ser que con el tema de la ciudad, se ha logrado por fin superar a Madrid.
-Esa obsesión por hacer de Barcelona la ciudad perfecta, ¿de qué manera incide en la vida cotidiana de la gente?
-Uno de los grandes efectos negativos es el turismo. Barcelona es una ciudad muy pequeña, de apenas un millón y medio de habitantes, a la que se ha querido poner a competir a nivel turismo con ciudades como París o Londres, que son diez veces más grandes. Eso genera un altísimo nivel de concentración en muy poco espacio, que hace que la vida cotidiana del ciudadano se vuelva insoportable en muchas zonas. Toda la ciudad de organiza para el de afuera; desaparecen comercios tradicionales para ser reemplazados por comercios para turistas. ¡En Barcelona se venden más sombreros mexicanos que en México! Cosas así que parecen tonterías, pero que te van cargando. Otro tema importante es el tema de precios: la inflación que hubo en Barcelona es tremenda. Se manejan precios para Noruega, cuando se vive con sueldos de Portugal.
-¿En qué medida el hecho de haber vivido varios años en América latina te ayudó a ver tu ciudad de una forma renovada?
-Creo que después de haber viajado y haber vivido en otras ciudades, teóricamente incómodas o conflictivas, violentas, como Caracas, Sao Paulo o Bogotá, he llegado a la conclusión de que en ciudades más incómodas, o menos ordenadas, las relaciones personales son más auténticas. La perfección, la obsesión por que todo esté perfecto, agota. Es un stress. Por otra parte, me han señalado que en capítulo del libro que es sobre cine, critico las visiones de Barcelona de “los de fuera”, como la Woody Allen en Vicky Cristina Barcelona, y defiendo la de los locales, como la de Cesc Gay en En la ciudad. Creo en cambio que se trata de un factor reciente. Hace poco estuve viendo una película de Antonioni, El reportero, en la que Jack Nicholson pasa por Barcelona. Antonioni filma unas escenas en La Pedrera, como Woody Allen, pero de una manera totalmente distinta: incorpora la arquitectura a la película, no la usa simplemente como fondo. Entonces Barcelona era una ciudad gris, portuaria, con una energía propia, y Antonioni plasmaban eso. Ahora se ha convertido en un decorado, y eso es lo que vemos en la película de Woody Allen. A mí me ha hecho muy bien irme para luego regresar. Primero el blog y luego el libro surgen de la perplejidad de volver a encontrarme con mi ciudad después de cinco años de haber estado afuera.
-¿Cómo se dio el pasaje del blog al libro?
-Escribí el blog desde 2009, durante dos años, semanalmente. Cuando lo iba a cerrar, porque me venía a vivir a Buenos Aires, me escribió el editor de melusina, que me había seguido, y me preguntaba si yo también escribía en papel y me propuso hacer el libro. No trasladé el blog al papel, sino que a partir del blog repensé los temas y los volví a escribir: textos más largos, más ensayísticos, más investigados. Realmente, el 80% del libro son textos nuevos que escribí acá en Buenos Aires.
-¿Podés imaginar dónde puede darse un cambio en la situación que criticás?
-Una propuesta podría conectar con la del movimiento de los indignados: que haya una democratización real. Retomar de verdad la idea que comenzó en Porto Alegre, de desarrollar un presupuesto participativo, que no se quede en decidir si un semáforo lo ponemos aquí o allá. Pero el problema ya es no de Barcelona sino de España, donde se hizo una transición que fue un acuerdo de dos partidos. Ahora se necesita una segunda transición, una nueva constitución. El tema de PSOE y el PP ya no se aguanta más.

jueves, 16 de febrero de 2012

Carcelona en Staf


Sigo encontrando reseñas de Carcelona en la web, esta vez en Staf Magazine, una revista de arte y cultura pop...

CARCELONA

Corren tiempos de indignación general en los que todo el mundo habla, se informa y denuncia abiertamente las irregularidades sociales con las que convivimos a diario. Casi todo el mundo sabe que las redes sociales ayudan muchísimo a llegar a lectores en todas partes del mundo de forma inmediata. A diario leemos cantidad de publicaciones personales que contienen esas pequeñas quejas que nos gusta airear y compartir con todos aquellos que se sientan identificados.

En este caso les presento Carcelona, un libro que sale de la mente indignada de Marc Caellas y nos enseña la realidad vivida en su ciudad natal después de haber pasado algunos años viviendo otras realidades en ciudades latinoamericanas. Totalmente centralizado en la ciudad de Barcelona nos enseña todo tipo de incoherencias sociales con las que conviven los habitantes de esa gran “Cárcel”.

Restricciones creadas por leyes que limitan la convivencia y apagan la vida callejera con sanciones ridículas que pueden llegar a desesperar a más de uno. Desde las multas por usar las calles como servicios públicos hasta las producciones cinematográficas puramente publicitarias, en Carcelona no se salva nadie.

Un libro muy interesante para los que viven el día a día de esta gran ciudad y muy inspirador para los que simpaticen con las reflexiones viviéndolas desde su propio lugar.

lunes, 13 de febrero de 2012

carcelona en el teatro villaroel


Me cuentan que Res no tornarà a ser com abans, de Carol López, está siendo un éxito de público y crítica. Pude asistir a uno de los ensayos previos y apuntaba maneras. Lo más divertido para mí, y perdonen el egocentrismo, fue constatar que dos ejemplares de Carcelona estaban en escena durante toda la obra. Los dos personajes masculinos lo leen durante la función, en varios momentos. Andrés me aseguró que lo leía de verdad. Andrew confesó que le costaba concentrarse. Y es que, de alguna manera, me dio la impresión de que la obra ilustra bastante bien algunas de las ideas que desarrollo en el capítulo Carcelona love: la dificultad para sostener la pareja, el infantilismo narcisista, la insatisfacción femenina. Como se comprueba en la imagen que acompaña este texto, el tal Andrew prefiere leer Carcelona a tener sexo con su mujer Olalla...

Hablando de Carcelona love, faltó incluir este poema de Jaime Gil de Biedma...

Despiértate. La cama está más fría
y las sábanas sucias en el suelo.
Por los montantes de la galería
llega el amanecer,
con su color de abrigo de entretiempo
y liga de mujer.

Despiértate pensando vagamente
que el portero de noche os ha llamado.
Y escucha en el silencio: sucediéndose
hacia lo lejos, se oyen enronquecer
los tranvías que llevan al trabajo.
Es el amanecer.

Irán amontonándose las flores
cortadas, en los puestos de las Ramblas,
y silbarán los pájaros ?cabrones-
desde los plátanos, mientras que ven volver
la negra humanidad que va a la cama
después de amanecer.

Acuérdate del cuarto en que has dormido.
Entierra la cabeza en las almohadas,
sintiendo aún la irritación y el frío
que da el amanecer
junto al cuerpo que tanto nos gustaba
en la noche de ayer,

y piensa en que debieses levantarte.
Piensa en la casa todavía oscura
donde entrarás para cambiar de traje,
y en la oficina, con sueño que vencer,
y en muchas otras cosas que se anuncian
desde el amanecer.

Aunque a tu lado escuches el susurro
de otra respiración. Aunque tú busques
el poco de calor entre sus muslos
medio dormido, que empieza a estremecer.
Aunque el amor no deje de ser dulce
hecho el amanecer.

-Junto al cuerpo que anoche me gustaba
tanto desnudo, déjame que encienda
la luz para besarse cara a cara,
en el amanecer.
Porque conozco el día que me espera,
y no por el placer.

martes, 7 de febrero de 2012

follarse catalanas en Carcelona


Dice Juan Mal-herido que los madrileños siempre mojan en Carcelona. No sé qué tienen qué decir mis amigas catalanas al respecto...

CARCELONA, de Marc Caellas

Como anti-guía turística o callejero de jeremiadas se presenta este librito de Marc Caellas, donde la ciudad a debate es, claro, Barcelona.

A los que no somos de Barcelona y, por tanto, somos de sitios mejores, nos da algo de pereza constatar la evidencia de que esa ciudad es una puta mierda, toda vez que lo sabemos desde hace tiempo y sin necesidad siquiera de pasar una tarde en el Raval.

Los barcelonses, sin embargo, mientras se lo permita Melusina, sí encuentran tiempo y ganas de detallarnos los rigores invernales, vernales, estivales y otoñales de la ciudad de Vicky y Cristina, en una enumeración topográfica y leguleya de sus disparates sucesivos y de sus remodelaciones a peor, todo ello por culpa de esa fea burguesía de telar e imprenta, y de sus muchos hijos pijos, que tanto (se) aburren.

Marc odia Barcelona porque se prohíbe hacer muchas cosas, salvo ser del Barça y montar una editorial. Esto debería de haber dado en una urbe atlética y muy leída, pero ha dado en un par de tiendas de ropa Nike y en que publiquen a Paul Auster. Putadón.

Luego es que no follan, allí. No follarse catalanas es sin duda un problema, una confusión, de exclusiva responsabilidad masculina. Casi nadie de Madrid que va a Barcelona vuelve sin follarse a una catalana. Yo creo que es más fácil follarse a una catalana que follarse cualquier otra cosa. Dicen que el Primavera Sound de este año tiene un cartel insuperable, y que vayamos a ver a Wilco. Siempre vamos al Primavera Sound, y nunca nos importa si toca Wilco: enteraos.

En fin. Barcelona ya saben que es una de mis simuladas repugnancias en este blog. Odiar Barcelona desde cualquier otra ciudad del mundo es entretenido. Odiarla in situ, viviendo en ella, es -ya lo dije un día- pelín snob.

domingo, 5 de febrero de 2012

la cultura es basura en Carcelona


Gracias al siempre certero Pedro Strukelj conozco al señor Francisco de Pájaro, cuya serie "el arte es basura" va como anillo al dedo para ilustrar el artículo que copio a continuación. La cultura del casino o el paúperrimo estado en el que se encuentra lo que los políticos llaman la cultura, en nuestra decadente Carcelona.

Barcelona en el quirófano
por Agustí Fancelli

Tiene la palabra crisis efectos de anestesia global, de adormidera para soportar el trance de pasar por el quirófano y someterse sin dolor a la inevitable amputación. Contener el déficit parece la única e inapelable terapia. The rest is silence. Ni siquiera la cultura, tradicionalmente más levantisca, se atreve a decir esta boca es mía. Lluís Pasqual elimina del Lliure tres espectáculos, debido a un recorte de la aportación de la Generalitat de un 15%, el mismo que le ha tocado en suerte al Mercat de les Flors, obligado también a reducir su programación de danza. El Liceo, que ha sufrido idéntica sangría por parte del gobierno autónómico y se prepara para la que le va a caer por parte del Ministerio de Cultura, sube la apuesta y se lleva por delante tres títulos óperísticos, tres funciones del ballet de Montecarlo, un concierto, un recital y un espectáculo infantil. Los responsables políticos de la cultura contemplan este panorama con “preocupación”, se diría incluso con resignación cristiana. “Si no lo hacemos así, dentro de uno, dos o tres años tendremos la sensación de que tenemos unas instituciones que están en crisis permanente”, ha declarado el consejero de Cultura, Ferran Mascarell. Lo dicho, no hay terapia alternativa: para frenar la metástasis deficitaria no queda más camino que la intervención masiva en la mesa de operaciones. Segundas opiniones diagnósticas abstenerse. En cuanto a las secuelas que tan drástica medida pueda dejar en el maltrecho cuerpo cultural, ni una palabra.

En el otro plato de la balanza tenemos a una tal Sheldon Adelson, magnate estadounidense para más señas, con una fortuna estimada en 3.400 millones de dólares según Wikipedia, que baraja algún lugar de Cataluña para instalar un macrocasino y todo lo que cuelga de él —hotel, campo de golf, etcétera— al estilo del Venezia Towers que regenta en Las Vegas. Se estima —¿por quién?, ¿con qué datos?— que la movida puede dar trabajo a más de 200.000 personas, entre empleos directos e indirectos. El consejero de Economía, Andreu Mas-Colell, se está moviendo entre bambalinas para intentar que caiga la breva, en dura competencia con doña Esperanza Aguirre, en tiempos ministra de Cultura, hoy presidenta de la Comunidad de Madrid.

¿Cuantos puestos de trabajo menos van a suponer los recortes en la cartelera de Barcelona? ¿Alguien se lo ha planteado? En realidad, para qué entretenerse a contarlos, cuando los recursos dedicados al sector no pasan del 1% del presupuesto, equivalente, según decía Marcos Ordóñez el otro día —e se non è vero, è ben trovato…— a lo que la sanidad catalana destina a subvencionar los antidepresivos para sus ciudadanos.

Algo decididamente no funciona cuando los responsables políticos de la cultura son incapaces de defenderla con un argumentario mínimo. Es obvio que estamos en un sector imposible de valorar por los arqueos de caja y que tiene que ver en cambio con una dimensión más inaprensible, pero no menos importante a la hora de generar beneficios sociales: la dimensión simbólica, sin la cual no se construye ningún imaginario colectivo. Barcelona es hoy una ciudad fatigada, en retroceso cultural, atemorizada por el futuro. Se conforma con ofrecer al visitante un gran escaparate con todas las marcas como es el paseo de Gràcia, pero le importa un pimiento si la oferta musical, teatral o museística mengua. En cambio se le alargan las orejas cuando oye hablar de un macrocasino o de cruceros como el Costa Concordia, masivamente atracados a su muelle. Somos el país de camareros que vaticinó Carlos Solchaga. Eso no significaría ningún desdoro, como no se cansa de repetir Ferran Adrià, si fuéramos capaces de acompañarlo con la mejor escuela de hostelería del planeta y la mejor oferta cultural y de ocio posibles. En cambio cerramos la Monumental y dejaremos que crezca un bosque en su interior, antes de instalar un nuevo centro comercial.

Algo no está funcionando en esta ciudad. Para salir de la crisis hace falta poder contar con un valor que no aparece en ningún balance: la confianza en que es posible salir del quirófano para gozar de una segunda vida. La cultura tendría mucho que aportar en la construcción de este imaginario, pero nunca podrá hacerlo si sus máximos responsables son incapaces de pensarla fuera de la cuenta de explotación.