lunes, 27 de septiembre de 2010

La Mercè, patrona de las cárceles


Como bien recuerda en su muro de facebook Oscar Fontrodona, la Merced es la patrona de la Instituciones Penitenciarias. El 24 de septiembre es, por tanto, un día para los funcionarios de las prisiones, un día para los reclusos, un día de celebración en las cárceles. No sorprende entonces que esa cárcel de oro y diseño conocida como Carcelona también celebre su fiesta el mismo día. Todos los carceloneses sin excepción salen a la calle ese día atraídos por los innumerables actos festivos y gratuitos. Algunos, los más intrépidos, se acercan a las Ramblas con ánimo aventurero o humor antropológico para comprobar in-situ que incluso los quioscos con animales han sucumbido al caballo del guiri Atila. El arquitecto Oriol Bohigas nos lo cuenta: han sido sustituidos por "unos chiringuitos asquerosos, insultantes, inciviles, que acabarán destruyendo los paisajes aún válidos de la Rambla y que demostrarán que esa Barcelona ilusionada por el diseño, la dignidad del espacio urbano, el tono civilizado de la ciudad, ha muerto aplastada de tristeza, aburrimiento, mal gusto e incivilidad". Me sorprende el tiempo verbal que usa Bohigas. Eso no pasará. Ya ha sucedido. No tiene remedio. Para consolarme voy al cine a ver una peli de época, lo que en Carcelona quiere decir de los ochenta, o sea antes del pelotazo mental de los Juegos Olímpicos. Se trata de El Gran Vázquez, un biopic (cómo me gusta esta palabra) sobre un personaje sensacional: vividor, pícaro, ácrata, libre, un tipo genial como pocos que consiguió vivir siempre cómo le dio la gana. Hacen falta más Vázquez en esta Carcelona cada día más aburrida. Hacen falta más tomas de edificios como la sucedida ayer, en plena Plaza Catalunya. Un edificio que perteneció a un banco y que en los últimos 7 años ha sido vendido y vuelto a vender hasta alcanzar el módico precio de 110 millones de euros. Las viviendas más lujosas de Carcelona se construirán allí pero mientras tanto, mientras dure esta ocupación, podemos ir todos a disfrutar de las estupendas vistas de la ciudad desde su terrado. En la misma plaza, otro grupo de gente se ha puesto el traje de baño (¿se habrán inspirado en Belo Horizonte) para protestar contra los paraísos fiscales. Con 4 millones de parados, lo extraño es que no surjan más iniciativas como ésta, ni que sea por aburrimiento. Tal vez ya no quedan ganas ni de divertirse. Tal vez la mejor opción sea emigrar. Muchos lo estamos pensando.

Esta semana tenemos el placer de contar con Juan Gelman en Carcelona. El martes recitará sus poemas acompañado al bandoneón por Rodolfo Mederos y el jueves hablará con sus lectores en nuestro pequeño auditorio. Toda la agenda aquí. Y todo mi pensamiento en esta frase de Cecilia Pavón: "Sentir (con mayúscula) es algo muy complejo que debe diseñarse y llevarse a cabo con delicadeza y rigor". ¿Será verdad? ¿Seré capaz? Preguntas...

ya que navegas por mi sangre y conoces mis límites y me despiertas en la mitad del día para acostarme en mi recuerdo y eres furia de mí paciencia para mí dime qué diablos hago por qué te necesito quién eres muda sola recorriéndome razón de mi pasión por qué quiero llenarte solamente de mí y abarcarte acabarte mezclarme a tus huesitos y eres única patria contra las bestias el olvido
Juan Gelman

jueves, 23 de septiembre de 2010

la doble moral y los toros


El mismo Parlamento que hace dos meses decidió prohibir los toros con argumentos supuestamente "animalistas", o sea la crueldad, la sangre y todas esas zarandajas, que ya bien replicaron Javier Marías o Manuel Delgado, ahora decide proteger los Correbous en aras de una tradición milenaria catalana. Si la tradición es española entonces es salvaje y bestia. Si la tradición es catalana entonces se trata de un acontecimiento extraordinario, propio de las raíces más profundas de Cataluña. Como cantaba Peret, es preferible reír que llorar. Y es preferible leer a Fernando Savater que a Salvador Cardús.

La prohibición, que entrará en vigor en enero de 2012, es para Savater "un recorte de libertad moral". Y añade: "Los parlamentos no están para resolver cuestiones morales. Lo que hay que establecer es un marco legal dentro del cual quepan distintas posturas. Podría haberse instituido una regulación restrictiva, pero no prohibitiva. Se condena una de las morales en nombre de otra. Y eso es lo que hacen las teocracias. Esta es una cuestión de tipo religioso; en los grupos más activos de oposición a las corridas de toros hay una especie de fervor religioso, como es el caso de los que se pintan y se ponen banderillas o van a insultar a los que van a la plaza".

UPDATE 24/09/10

Puro teatro

Si por ventura existieran aún, en algún lugar del mundo, almas cándidas y con el corazón limpio, seguro que hace unos meses hubieran clamado al unísono: "¡Qué país, qué agallas, qué modernidad!". Y hubieran aplaudido a los políticos catalanes por llevar a su Parlamento el debate sobre el sufrimiento de los animales. Enla atmósfera solemne propia de las instituciones, distintas voces se pronunciaron sobre la oportunidad o no de prohibir las corridas de toros, y se preguntaron si es legítimo que el hombre pueda hacerle daño a la bestia en el marco de una representación que forma parte de manera íntima de la tradición de un lugar. Se votó.

Se prohibieron las corridas de toros.

Podía haberse dicho, por tanto, que la fuerza de la palabra y de los argumentos triunfó sobre el ruido estrictamente partidista y las querencias identitarias de los diputados. Se estuviera de acuerdo o no, se tuvieran dudas o se amara la fiesta como la aman los taurinos, hay que reconocer que el Parlamento catalán supo escenificar la vieja ceremonia de los ciudadanos libres

que discuten sobre un espinoso asunto y finalmente se pronuncian tras defender sus razones. Y las razones que se impusieron fueron las que defendían que el animal no debe sufrir de manera gratuita.

Dos meses después, el mismo Parlamento vota para que sigan celebrándose los correbous, otro festejo que hace sufrir

a los toros pero que a diferencia del otro, forma parte de la tradición catalana.

Las almas cándidas y de corazón limpio que habían creído que aquellos debates se referían de verdad al sufrimiento de los animales, y solo a eso, podrían pensar ahora que para nada, que fueron puro teatro. ¿Cómo es posible que la misma Cámara que prohíbe las corridas de toros apruebe la celebración de los correbous? ¿No había sido la cuestión central la del dolor de los animales? Pues no, no se trataba de eso, nunca se trató de eso. Así que tienen razón los que sospecharon desde el principio: no ha sido la Cataluña moderna la que ha discutido sobre los toros, sino la provinciana la que ha manipulado un debate para librarse de unas corridas porque las considera españolas.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Cuando la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual


Para cuando me levanto ya han hecho el paripé de la ofrenda floral a Ramón de Casanovas, el numerito musical del Parc de la Ciutadella y apenas queda la manifestación de la tarde con su correspondiente pelea final con los polis. Recuerdo hace años, cuando aún era joven e ingenuo y creía en patrias y naciones, que un once de septiembre se me ocurrió acercarme al Centro y, subiendo por las escaleras mecánicas del metro de Plaza Catalunya, las que salen frente al Zurich, fui recibido con una ristra de pelotas de goma que esquivé gracias a certeros movimientos de cintura. Hoy me quedo en casa y gracias al Facebook y al ínclito David Barba me acuerdo de esta canción de George Brassens que en su día versionó Loquillo: La Mala Reputación. Es 11 de septiembre, fiesta nacional en Catalunya, y como cae en sábado, me compro el ABC, un periódico de derechas, bastante facha en realidad, pero que ofrece este día un aceptable suplemento cultural: el ABCD. Un suplemento en el que nunca saldrá Jimmy Jump, este personaje inclasificable del que se ríen en España mientras en Argentina, o al menos en Radar, le dedican dos páginas a todo color con imágenes de sus memorables hazañas. Jimmy Jump y su barretina. Una barretina casi imposible de comprar en las tiendas de Carcelona en donde lo que vende son los sombreros mexicanos, las camisetas de Custo y las bailarinas de flamenco. Una barretina que paseó Dalí por el mundo. Una barretina que hoy luce de montera el torero catalán Serafín Marín a modo de protesta o reivindicación sobre la catalanidad de los toros. Es 11 de septiembre y suenan Els Segadors en el Nou Camp y yo me quedo callado y tarareo mi canción.

LA MALA REPUTACIÓN
por Georges Brassens

En mi pueblo sin pretensión
Tengo mala reputación,
Haga lo que haga es igual
Todo lo consideran mal,
Yo no pienso pues hacer ningún daño
Queriendo vivir fuera del rebaño;
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
No, a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos todos me miran mal
Salvo los ciegos es natural.

Cuando la fiesta nacional
Yo me quedo en la cama igual,
Que la música militar
Nunca me pudo levantar.
En el mundo pues no hay mayor pecado
Que el de no seguir al abanderado
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Todos me muestran con el dedo
Salvo los mancos, quiero y no puedo.

Si en la calle corre un ladrón
Y a la zaga va un ricachón
Zancadilla doy al señor
Y he aplastado el perseguidor
Eso sí que sí que será una lata
Siempre tengo yo que meter la pata
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Y a la gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a correr
Salvo los cojos, es de creer.

Ya sé con mucha precisión
Como acabará la función
No les falta más que el garrote
Pa' matarme como un coyote
A pesar de que no arme ningún lío
Con que no va a Roma el camino mío
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Que a le gente no gusta que
Uno tenga su propia fe
Tras de mí todos a ladrar
Salvo los mudos es de pensar.

sábado, 4 de septiembre de 2010

te la vas a comer doblada


A veces me pasa. Sobre todo últimamente. Me pasa: de repente, estoy en Rosario. Aunque físicamente esté en Carcelona, estoy en Rosario. Debe ser uno de los misterios de Rosario, de los que habla César Aira. A veces coincide que estoy de verdad en Rosario, o sea que estoy en realidad allí, en los términos que normalmente se usan para explicar lo que realmente sucede -a pesar de que lo que no sucede puede ser tan real como lo que sucede. Ya lo sabemos. Cada uno crea su propia realidad-. Pero, ¿y la verdad? Ay, la verdad. El caso es que uno de esos días en que estoy de verdad en Rosario, también está el señor Toni Puig, teórico del modelo Carcelona. Un señor que se dedica a ir por el mundo explicando las maravillas de la marca Carcelona. Un señor al que definen como “gurú” (lo pongo en comillas porque el corrector del word no admite la palabra) de las ciudades. Un señor que inventó el concepto marca ciudad. Tremendo invento, pienso, mientras me cuentan que el gurú se enorgullece de su pasado libertario -fue unos de los fundadores de Ajoblanco- en la misma charla en la que afirma, encantado de haberse conocido, que una ciudad con caca de perro es ideal. Dejo aquí el link donde un porteño le contesta con cifras e inteligencia. Y es que mientras el gurú viaja a costa del herario público carcelonés para decir sandeces como ésta, sus congéneres del Ayuntamiento, esos que buscan “la excelencia”, llenan la ciudad con carteles en los cuáles se pide a los guiris que por favor: “please, do not defecate”. O sea, que quede claro, una ciudad con caca de perro es ideal pero una ciudad con caca de guiri es un asco. Obvio. Ahora entiendo lo del modelo Carcelona. Se trata de la primera ciudad que se ve obligada a poner carteles para que sus turistas, esos que llegan a Carcelona por “su encanto natural” como dice el gurú, no caguen en la calle. Lo peor de todo es que cuando no están cagando están de “balconing”, y el balconing, cuando sale mal, deja el suelo incluso más asqueroso que después de una cagada. Por la sangre y las vísceras, claro. Por suerte, otra gurú, la hermana de la princesa, Telma Ortiz, está de gira por China, con el loable objetivo de conseguir turistas chinos para nuestra cada más vez más sucia ciudad. Los chinos escupen en la calle, eso sí, pero visto como está el patio, es un mal menor. Lo explica de maravilla Antonio Baños en el Pravda, quiero decir en Público. Força Telma!

A los rosarinos se la quisieron meter doblada. No se dejaron. Lo sé. En Rosario prefieren los misterios a las marcas, las pinturas a los spots y los artistas a los diseñadores. Y luego llega Aira y escribe esto.

“... Y como si la palabra (nunca) se materializara frente a él, vio avanzar hacia la escalera a un ser inexplicable.
Era una negra. Una negra africana, corpulenta, sensual, con unos pies enormes (parecían patas de rana para nadar) la mota voluminosa, los ojos negrísimos entrecerrados, los labios gruesos como dos almohadones, las caderas de dos metros de diámetro, el bamboleo casi demasiado fluido. Metía miedo. Era la supermujer salvaje.
¡Una negra en Rosario! ¿Sería una becaria? En la Argentina no hay negros, y en Rosario menos. Y sin embargo, aquí estaba. De pronto Giordano, hacia quien se dirigía la negra como una marea, pensó que nunca antes había visto a una negra, a un negro en general, salvo en las películas, o en fotos, o viajando; nunca en la realidad. Y lo asombroso era que él sentía anticipadamente que la conocía, que él también podía hablarle, responder, acordarse.
- Hola Alberto.
- Hola Sam... dra.
Por un momento, estuvo a punto de decirle Zambomba, que era el apodo con que la llamaban a sus espaldas. Era Sandra, por supuesto, Sandra, que además de ser la única negra que conocía, era una distinguida colega suya y su mejor amiga. Formaba parte de un grupo de tres monjas misioneras que habían venido de Costa de Marfil hacía años, habían aprendido el idioma, adoptado la nacionalidad, colgado los hábitos, y se habían hecho rosarinas (aunque una de ellas vivía en un pueblo a cierta distancia). Las tres se habían casado, Sandra con un músico de rock, y un año antes de estos sucesos habían fundado una editorial. Eran jóvenes, entusiastas, y laboriosas. Y Sandra descollaba en teoría literaria, pero, humilde como era, se declaraba discípula de Giordano.”