martes, 7 de junio de 2011
¿qué hacer?
Aprovecho que ando unos días por Carcelona para acercarme a ver a mi querido Jordi Carrion. Nos ponemos al día. Su mujer está en Nápoles, la mía en Rosario. Hablamos de ellas y dejamos de fondo la tele puesta, a modo de banda sonora. Seguimos de celebración. Hemos ganado la Champions. La hemos ganado. Y cómo la hemos ganado. Esto sí es una victoria estética. Ahora toca celebrar y Messi parece borracho, Alves parece actor y Piqué parece intelectual cuando suelta el único parlamento con un mínimo valor literario: ni nos drogamos, ni nos tiramos, ni compramos árbitros, sólo jugamos al futbol. Un minicuento casi. Con Jordi coincidimos que a esta celebración le falta un buen director escénico. Un poco de espectáculo, señores. Espectáculos de realidad, por favor. Si jugamos tan bien al futbol, también deberíamos celebrarlo con estilo. En literatura pasa lo mismo. Los autores más experimentales, cuando llega la hora de presentar su trabajo, lo hacen de la misma previsible y aburrida manera que los autores más convencionales. El futbol es así, que diría el filósofo. Y la literatura, también.
Con Jordi saltamos de un tema a otro y en un momento le suelto: ¿por qué no hablaste de Treme en Teleshakespeare? Es una joya, llevo 4 capítulos y estoy alucinando, es la primera serie musical, es una serie política, es una obra de arte. Jordi me mira raro, me deja hablar y cuando termino me recuerda que el penúltimo capítulo de su excelente libro está dedicado justamente a Treme. Consigo apenas disimular mi vergüenza que sólo disminuye más tarde, cuando leo ese capítulo en casa. Y disminuye un poco más cuando constato que sí, que su análisis es certero, pero que no, que yo discrepo, y entonces pienso, tengo que escribirlo esto, se lo debo. Y es que David Simon lo ha logrado de nuevo. Ha creado otra obra maestra, la primera serie musical de verdad, organizada alrededor de la música, escrita con la música en la cabeza, un musical de autor en formato serie, una genialidad. Y no es, como sostiene Carrion, una serie elitista. No. Que se joda el espectador medio, de acuerdo, pero esta serie puede disfrutarla el maldito espectador medio. O no, yo que sé, ¿qué coño es el espectador medio?
Mientras suena Shakira en este bar de Nou Barris en donde me exilio en busca de una conexión a internet, recuerdo que una de las mejores estrategias políticas del siglo XXI fue la del insólito nuevo alcalde de Reijkavic, que exigió a los políticos que quisieran pactar con él para formar gobierno en la capital de Islandia haber visto las cinco temporadas de The Wire. Un gesto como éste es el que hubiéramos esperado de Obama, en esa época que ahora parece tan lejana en la que confiábamos en él y en su entorno intelectual. Al menos ahora podría pedirles a sus colaboradores que vean Treme. Total, es una temporada y pico apenas, que la vean, que la disfruten y que piensen. Como le dijo Johann Cruyff una vez a Stoichkov: piensa, Hristo, piensa. Quizás, la mejor orden táctica que un entrenador ha generado en un estadio. David Simon debe haber pensado mucho para lograr algo muy difícil: entretener y hacer reflexionar, divertir y generar espíritu crítico, televisión y arte contemporáneo. Algo así consigue Guardiola con este Barça que emociona. Danza contemporánea y solidaridad obrera. Nuestro futbol es de izquierdas, todos hacen de todo, declaró Pep hace unos días. Y no, yo creo que no sea de izquierdas, es futbol libertario, vanguardista, da-da. Una suma de individualidades. Como los indigados del 15-M. Como la Spanish Revolution, que no quiere saber nada de líderes ni de gregarismos, ni de mensajes para las masas. La revolución será personal e individual o no será. Luego nos juntaremos esas personalidades o individualidades, quizás, o no, si tenemos ganas. Pero el cambio siempre es intransferible, lo vive uno sólo, está en la mente, en el cuerpo, en el alma. Y es un trabajo de cada día. Si no fuera tan friolero me haría islandés.
Indignarse es el primer paso. El segundo debiera ser infiltrarse. Y el tercero, el tercero sólo puede ser la acción. Pero, ¿qué hacer? De momento escribir. Parece ser que se confirma. A finales de año Carcelona será un libro. Gracias a Melusina y a su editor, que desde su refugio en la parte alta, sabe bien qué hacer...
En mi vuelo de regreso a Buenos Aires, la ciudad jaula, leo a Juan Filloy
"Todo viaje es una evasión... El hombre vive de dos maneras: ya en la soledad, espulgando sus preocupaciones, ya en la intemperie de la estupidez ciudadana, condicionado por los demás. ¡Dos cárceles! Partir es haber hallado la tangente que conduce hacia el azar, después de abrirse paso en la timidez de un largo interrogatorio. Quien escapa a la vigilancia interior contempla desde afuera, jocosamente, la celda personal. Y se despide de ella para siempre, “por haber ganado -como juzga Paul Morand- su proceso contra el hábito"
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Graciaas por esta entrada. Soy Inés, hola.
ResponderEliminarHola, yo por Ud. me mudaría a la Siberia si eso lo hace feliz!. Soy su gauchita, hola.
ResponderEliminarCon un escrito tan interesante a estas 2 chicas que me anteceden no se les ocurrió otra cosa que escribir?
ResponderEliminarquizás no sean tan interesante el escrito... en todo caso gracias por leer!
ResponderEliminar¿Qué te voy a decir Marc?
ResponderEliminarHay que hacer lo de tota la vida: un árbol, un hijo y un libro. O bien puedes adoptar un hijo, tener un blog y cultivar un bonsai.
Un abrazo para allá. Gran escena la primera de Treme (no he seguido viendo, estoy criando).