miércoles, 2 de junio de 2010
Eroticamerica 4.0.
Leo Felipe Campos afirma que después de la cuarta salsa hay sexo. Leo Felipe Campos se mueve por la pista de baile de El Maní es Así con la misma elegancia y savoir-faire que Xavi por el Nou Camp. Leo Felipe Campos mantiene un blog llamado Mi Jaragual. Se llama así por una canción de Ismael Rivera que explica que con un caballo, un buen ron y la mujer amada se acerca uno a la felicidad. El tal Ismael, conocido como El “brujo de Borinquen” o “Sonero mayor”, es originario de una isla del Caribe desde la que canta sus canciones al viento. Desde otra isla de ese convulso mar, Leo me cuenta que ya está listo para el viaje, que extraña a los críticos que también lloran, que a ratos en Venezuela se siente como Bolívar en aquella fragata en la que empezó a desvariar. Leo Felipe Campos publicó el año pasado un libro titulado “Sexo en mi pueblo”. Yo escribí un enredado prólogo que espero no hiciera desistir a potenciales lectores y, sobre todo, lectoras, como esa joven fotógrafa de la portada que busca algo en el frigorífico. Leo Felipe Campos es un personaje de Bolaño, un detective salvaje, un poeta irreductible, un tipo del que tengo la suerte de ser amigo. Leo Felipe Campos estará con nosotros en Eroticamerica. Dejen a las niñas en casa.
Alguien más preparado que yo escribirá un día un exitoso ensayo sobre el sexo en la obra de Bolaño. Mientras tanto, me conformo con los primeros escarceos carnales entre María Font y García Madero.
- No te vengas dentro -dijo María.
- Lo intentaré -dije yo.
- ¿Cómo que lo intentarás, cabrón? ¡No te vengas dentro!
Miré a ambos lados de la cama mientras las piernas de María se anudaban y desanudaban sobre mi espalda (hubiera querido seguir así hasta morirme). A lo lejos discerní la sombra de la cama de Angélica y la curva de las caderas de Angélica, como una isla contemplada desde otra isla. De improviso sentí que los labios de María succionaban mi tetilla izquierda, casi como si me mordiera el corazón. Di un salto y se lo metí todo de un envión, con ganas de clavarla en la cama (los muelles de ésta comenzaron a crujir espantosamente y me detuve), al tiempo que le besaba el pelo y la frente con la máxima delicadeza y aún me sobraba tiempo para cavilar cómo era posible que Angélica no se despertara con el ruido que estábamos haciendo. No noté cuando me vine. Por supuesto, alcancé a sacarla, siempre he tenido buenos reflejos.
- ¿No te habrás venido dentro? -dijo Marñia.
Le juré al oído que no. Durante unos segundos estuvimos ocupados respirando. Le pregunté si ella había tenido un orgasmo y su respuesta me dejó perplejo:
- Me he venido dos veces García Madero, ¿no te has dado cuenta? -preguntó con toda la seriedad del mundo.
Ilustración de Jorge Alderete.
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