domingo, 16 de mayo de 2010
conspiración de indivisibilidades
Creo en el terrorismo poético como respuesta a una realidad que nos agrede constantemente. Lo tomo como una actitud individual, no como una vía por la que tenga que pasar todo el mundo, porque como es lógico odio los dogmatismos. Creo mucho en el terreno poético. No me considero artista, me parece una palabra algo boba que me remite siempre al bufón de la corte. El arte está hecho para molestar, no para resolver problemas. Cuando deja de incordiar, para mi deja de tener sentido. Para mi una obra debe incomodar siempre. Todo esto se lo cuenta Nelson Garrido a David Puente en un café del Ensanche carcelonés. Completa e ilustrada en la estupenda web de Scannerfm. Termina esta Semana bicentenaria. Una Semana de doscientos días. Una Semana de doscientas horas. Turno de día y turno de noche. De Caracas a Tijuana pasando por la Diagonal. De los pobres del Perú a los artistas de Chile pasando por las escaleras del Macba. Nuevos afectos compartidos. Renovados reencuentros. Aniversarios familiares felices. Camareros italianos inagotables discutiendo con estudiantes suecas con insomnio. Miss Twitter con Mr Espada. Alguna certeza: no confundir la non-fiction con la fiction. No confundir viajes no realizados con anónimos no comentados. O quizás confundirlo todo pero asumiendo lo absurdo, lo inaudito, lo insólito. Fabra i Coats como espacio para la ONG catalana. Muntaner-Gran Via Social Club como zona temporalmente autónoma. Se admiten videos de tres minutos, conciertos de media hora, turismo anti-revolucionario. La hamaca nuevamente en su lugar. Descanso por fin. Leo.
¿Como decirle, sin atragantarme con el sorbo de agua y esa tristeza que me producía constatar, una y otra vez, que la lengua nunca será un órgano de resurrección, que las palabras, como dice Pizarnik unos versos mas adelante, en esa declaración no por acertada menos sombría, que "las palabras no hacen el amor/hacen la ausencia? ¿Como explicarle a esta mujer tan firme, tan bien uniformada, que mientras ella señalaba, con su inmaculada uña corta, la palabra castrado en un poema sobre lo inservible, sobre la inutilidad de todo poema, yo no hacia sino rememorar, en el lenguaje que es todo recuerdo y, por serlo, es todo ausencia, el contorno del cuerpo y el sexo de ese hermosísimo muchacho delgado de barba hirsuta y masculina, que había aparecido, literalmente de la nada, de esa nada que es a veces la ausencia de la ausencia del lenguaje, declarando, de manera por demás jocosa y liviana, que el era Él-a-Veces? ¿Como no leer en la mas trémula de las voces altas "¿de donde viene esta conspiración de indivisibilidades?" sin causar esa añeja lástima del que nunca entenderá, del que no está herido, como Pizarnik, en primera persona del singular?
De La Muerte me da, de Cristina Rivera Garza
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