martes, 13 de abril de 2010
Victoria sin soledad
Me comentan que me he suavizado. Que ya no tengo tanta mala leche. Que se nota que me va bien en Carcelona. Me lo dicen en una mesa en la Plaza de la Vila de Gracia, en una terraza donde este sábado soleado vuelvo a ver a una amiga andorrana. Estoy por responder que sí cuando una camarera con, ella sí, muy mala leche, quizás producto de un piercing mal cicatrizado, nos dice impertinente que no tiene berberechos. Y lo dice sin inmutarse, desafiante. Estoy por levantarme pero el solecito y la buena compañía me lo impiden. Es difícil estar cabreado un día así. Hace falta sobreactuar. No me provoca. Una hora más tarde, en la Barceloneta, se repite la situación: no hay berberechos. Ni me molesto. No es tan grave. No es tan trágico. Estoy en el restaurante Maians, donde te tratan bien y se come mejor. Una buena paella con Abel y Rosa. Hablamos de Santes Creus y sus famosos berberechos. El Museo de Historia de Catalunya le dedica una exposición. No, a los berberechos no. Al pueblo. A los veraneantes de comienzos del siglo pasado que la salvaron del desastre. Los antepasados de Rosa. Como estamos felices, seguimos de ruta por la ciudad y nos dirigimos a la montaña de Montjuich a dormir la mona en ese maravilloso chiringuito que se esconde tras el castillo y al que pocos guiris consiguen llegar. Quienes llegan son más amigos. Seguimos bebiendo, seguimos felices, sabemos que este es un gran día y regresamos a Gracia a esperar la gran hora, el gran momento, la gran batalla. Parada técnica por el Eixample, con tiempo de agarrar un suéter, de leer algunos mails. Me hablan de resfriados existenciales, de victorias y soledades, de raras y famosas avis. Más alcohol, más felicidad. Empieza el partido, la guerra civil que diría Vázquez Montalbán. Ebrio se pelea mejor. Nos paseamos. Damos una lección táctica. Estrátegica. Ideológica. Estética. Conseguimos la victoria. Una victoria sin soledad. Salimos a la calle. Bebemos cava. Bailamos. Termino la ruta circular barcelonesa en el Raval. Empiezan las celebraciones públicas. La Rambla de Canaletas vibra. En otro lugar, seguimos con las celebraciones, privadas...
Hablando de celebraciones, este jueves estamos de enhorabuena. Tenemos en Casa Amèrica Catalunya a Vicente Luis Mora. Durante el último año he seguido su estupendo blog, he leído sus poemas y he viajado con su postmoderna novela Circular por la costa colombiana. Creo que es uno de los artistas -llamarle escritor sería reducir sus capacidades- más interesantes del panorama creativo español actual. Combina como pocos el rigor intelectual con las nuevas tecnologías, todo ello aderezado con buen humor y hallazgos sorprendentes. Aún no he empezado con su Alba Cromm (demasiadas lecturas pendientes) pero para mí será un lujo escucharle. Los que puedan, no se lo pierdan.
El tiempo que hay entre un coche y otro
El que tarda la puerta del autobús Circular en cerrarse
El que separa dos estaciones de metro
El que existe después de la mujer hermosa que se te queda mirando,
hasta que eres consciente otra vez de ti mismo
El tiempo que hay entre una comida y otra
Entre un beso y otro beso.
El que media entre el paso de un pájaro perdido y el siguiente.
Lo que va de una a otra primavera.
El necesario para que la hoja caída en el Retiro se disgregue entre
todos los zapatos de Madrid.
El que hace que no recordamos a Judy Garland.
El que estaríamos sin alcaldes.
El que viene pasando desde la última vez que alguien te dijo te quiero sin mentirte.
El tiempo que hace que tú no lo dices sin mentir.
El que falta para que encuentres a alguien que te entienda.
Ritmos para escribir libros.
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Pues claro que he llenado mi vacío.
ResponderEliminarLa soledad, la fuente inagotable
que mana con los grifos atorados
mantiene mi garganta sumergida.
El resplandor me ciega en la batalla.
Nulo rédito el del tiempo, y mis intentos
de curar las heridas de mi espalda,
sangrantes por los gatos de la guerra.
Ya no quiero morir. Mi casa espera
un mar de soledad que la rellene.
Esquivo los balazos. Lanzo rosas
que se pudren flotando en mi garganta.
La guerra ha terminado. Me deshago
de mi uniforme urdido con tus uñas.
los libros tienen ese doble filo
ResponderEliminarson una red sin límites morales
sin límite de número sin freno
los libros almacenan cada cosa
el Génesis recuerda era otro libro
Paraíso de Milton el Infierno
de Dante y la Biblia con el resto
de libros y el futuro y el pasado
CALLE REDES
ResponderEliminarComo todos los tristes monté en cólera
me encaramé en el carro del deseo
en todo lo que oliera a compañía
como todos los tristes probé el porno
solitario de los viernes por la noche
vi mujeres desnudas para mí
que no me preguntaban qué te pasa
como todos los tristes acabé
en internet catorce horas al día
multiplicando el tiempo entre sus rejas
tan falsas virtuales de colores
pero rejas al fin y abandoné
de esa manera extraña mi ciudad
la otra prisión con rejas de cemento
vetusto y gris sin sueños ni mañana
en una noche oscura comprendí
como todos los tristes que no hay día
cuando la noche reina en tu cabeza
y me miré perdido entre hipertextos
y chats y blogs de necios y basura
y me di cuenta de que todo aquello
lo había poseído casi gratis
porque Madrid es internet engánchate
no debe de haber ya ni un triste fuera
VLM
Mi mano sabe más de mí por tocar tu nuca que por las puertas que abre hacia la tarde.
ResponderEliminar--crg
F.I.N.
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