domingo, 9 de agosto de 2009

Menos mal que nos queda Portugal II

Desayunamos en una panadería cercana a la plaza Martín Moniz y nos alegramos de que el mismo café que en Carcelona cuesta un euro y veinte céntimos, en Lisboa no sólo tenga mejor sabor sino que cueste la mitad, sesenta céntimos exactamente. Menos mal que nos queda Portugal. Y más ahora que un portugués preside la Comisión Europea. Aunque según Joao, cuya opinión es para nosotros la referencia clave en asuntos internos portugueses, el tal Barroso es un traidor que dejó al país tirado para irse a medrar entre la burrocracia europea. Peor para él. Para mí, en cambio, mucho mejor, ni que sea porque en una tienda que hace esquina en la plaza Restauradores encuentro la gorra que hace tiempo buscaba y que, una vez puesta, no sólo me da un aire de paseante elegante sino que además, por el mismo picor y precio, disimula mi cada vez más escaso pelo. Feliz con mi gorrita, me acerco a la magnífica estación de tren de Rocío a la búsqueda y captura de un café con wi-fi, lo cuál, lo intuyo ya y lo confirmo horas después, es una ardua tarea en Lisboa. En todas nuestras vueltas por Lisboa, divisamos apenas dos locales con internet “sem fio”, uno en el Chiado y otro en el Barrio Alto en cuya ventana un cartel lo justifica porque “aquí también se estudia”. Pensándolo ahora que escribo estas líneas, tiene su encanto esta rebelión tecnológica lisboeta. Son los nuevos luditas. De manera discreta, a la portuguesa. Es como si sus añejas paredes rehusaran dejarse atravesar por las ondas cibernéticas. Como si el wi-fi les pudiera hacer aflorar aluminosis, o termitas. Cosas más raras (¿o extrañas Joao?) se han visto. Lisboa camina a su ritmo y ni Bill Gates puede acelerarlo. En este orden cosas no es extraño que nos topemos con la calle de la espera. Nos acordamos de Vila-Matas y de su extraordinario discurso en Mérida, cuando le hicieron doctor. Habló Enrique de la espera, de la misteriosa condición humana del que espera. En honor a él, sin esperar más, me tomo esta foto mientras espero que salga el próximo libro en donde, según me cuenta el propio Enrique en un mail que me envía antes de partir para Dublín, aparecerá este texto que escuché en vivo en la ciudad de Mérida hace apenas un mes: “Lo que lei en Mérida forma parte de un texto más amplio que se titulará Perder teorías y que publicaré en la colección Únicos de Seix Barral en septiembre del año que viene. Lo que leí en Mérida lo he desguazado para transformarlo en ese texto más largo; tengo que pedirte que esperes un tiempo y así accederás a un texto superior al que lei aquel día. Recibe un abrazo dublinés”

Mientras espero ese texto superior, me entretengo con un texto del joven Tavares que no esperaba leer y que, gracias a la previsión de la rubia del cuento, descubro en este viaje.

"...es verdad que si un hombre mezcla absenta con la realidad se queda con una realidad mejor.

...pero también es cierto que si un hombre mezcla absenta con la realidad se queda con una absenta peor.

...tomé las decisiones esenciales de la vida muy temprano -dijo el señor Henri.

... nunca mezclé la absenta con la realidad para no empeorar la calidad de la absenta."

No hay comentarios:

Publicar un comentario