martes, 29 de marzo de 2011

mr mauri


Mr Mauri
Estreno viernes 25 de marzo a las 5 de la tarde
(en una mesa panóptica)

Llego pocos minutos antes de las cinco. Busco rápidamente la mesa con una mejor perspectiva. Consigo una mesa panóptica, sin saber muy bien qué significa el palabro, con una panorámica de más de 180º. El joven apuesto se acerca. Le pido un café solo. Llega Ignasi. Se sienta a mi lado. Le cuento un poco sobre mi fugaz viaje a Madrid. Hablamos un poco de Patricio Pron y sus cuentos. El mozo se acerca e Ignasi, que ha venido preparado, le suelta sin más preámbulos la primera de las 5 preguntas que nos ha mandado Vivi: ¿tienen helado? Sí, responde teatralmente, tenemos de leche merengada, de chocolate con fresas, de... ¿y sorbete de mandarina? Interrumpe Ignasi, para bajar -y mientras lo dice hace un gesto con las manos como si dirigiera la comida desde el esófago hasta el intestino- he comido mucho... El joven hace unos de sus habituales desmesurados gestos faciales y responde: no, lo siento, no tenemos. Bueno, pues tráigame un vichy, concluye mi compañero de mesa. Pasan quince minutos ya de la hora convenida cuando entra Cristina, que rápidamente envuelve la atmósfera con su encanto. Le regañamos levemente por su retraso -ya se sabe, el teatro no espera a nadie- y le instamos a preguntarle al joven si cree en el amor a primera vista. Cristina sigue nuestras instrucciones y conseguimos desconcertar al protagonista de esta pieza. ¿Por qué me pregunta esto? ¿le recuerdo a alguien? Cristina sonríe. El mozo se aleja pero regresa al instante, ahora me he quedado con la duda, luego me lo cuenta, insiste. Lucho por contener la risa. Me doy cuenta de que está ligando con Cristina! Tarda un rato en regresar, es que iba de bólido, dice, y en ese momento aprovecho para meter baza: ¿y tú cómo te llamas? Me llamo Pablo, tengo 26 años. Tú cara me es familiar, apostilla Cristina, ¿dónde vives? Por Gran Via Hospitalet, antes estaba por les Corts, responde sin dejar de mover los labios, los ojos, los pómulos, con una expresividad más propia del cine mudo que de una pastelería tradicional catalana. Pues no sé de qué me suenas, yo soy de Sants, continúa Cristina juguetona. Cuando Pablo nos deja para atender a otros clientes comentamos que a esta hora el perfil de cliente de Mauri es la pareja madre con hija, la madre alrededor de los 50, la hija veinteañera... Asumo el rol de notario y voy tomando notas en mi moleskine negra ¿Te gusta cantar? Le pregunto cuando regresa. Cantar no, pero bailar sí, me apunté a un curso y ahora soy instructor de hip hop, nos explica orgulloso. Es una lástima porque con esa voz, le dice Ignasi. ¿Le parece? La tengo desde los 16 años, recuerda. Muchas gracias, muy amable, repite varias veces durante nuestros intercambios dialécticos. Aunque no cantes, ¿cuál es tu canción favorita? Una de Marley o de Michael Jackson, responde rápido. Pero cuál concretamente, insisto. One Love, por ejemplo, aclara Pablo. A esta hora, pasadas las seis, Mauri se ha llenado. Ya no sólo vemos a madres con sus respectivas hijas sino a señoras mayores acompañadas de otras señoras mayores, a gays de diseño e incluso a un grupo de australianas post-adolescentes que viajan acompañadas de un canguro de plástico al que envuelven en la bandera australiana y con lentes de sol y al que alimentan con café con leche. Pablo anda atareado con unos bizcochos y decidimos lanzarle la última andanada. Tú eres un hombre con suerte, ¿verdad? Le suelto. ¿Por qué lo dices? Responde azorado. Yo creo que sí, ahora sí, mi peor época fue la adolescencia, los 17 años, ahora en cambio ya tengo todo lo que quiero, asegura Pablo. No hay nada más aburrido que un hombre que no se aburre, continúa, ya lo dice la canción. ¿Qué canción? Preguntamos los tres casi al unísono. Una de Tote King, el rapero sevillano. Y es que nuestro nuevo amigo es un fanático del hip hop. Antes de terminar la función, nos entrega un papel con su nombre, Pablo B. A., y con cuatro lugares de Barcelona donde se puede escuchar buen hip hop. Si vais conmigo no pagáis, asegura. Son el Roxy, para los martes, el Bikini, para los miércoles, el Jamboree, siempre, y el Otto Zutz, del que no especifica detalles. Pareciera que ya estamos listos y entonces a Ignasi le entra un antojo y pide las famosas croquetas de rape. Las acompañamos con una coca cola que compartimos entre risas los tres espectadores dirigidos a distancia por la gran Vivi Tellas, inspiradora de esta obra de teatro documental que cualquiera puede disfrutar, de lunes a sábado, de 2 a 9 de la tarde. Aprovechen. Es un lujo. Y es que Vivi lo ha hecho. Ha estrenado por fin en Barcelona. Pocos la han visto pero muchos jurarán que ahí estuvieron. Una obra de teatro encontrado. Una obra relacional donde, aquí sí, el público la completa. Ha sido el colofón a una semana intensa. Empezó el viernes en Mauri y terminó una semana después en el mismo lugar, tras una sentida despedida a las puertas del Reina Sofía. Hubo tiempo para hablar de la familia, de los filósofos con bigote, de los rabinos, de los djs, del teatro de la vida y de la vida en el teatro. Es más que probable que esto haya sido el inicio de una gran amistad.

Preparando la mesa con Vivi Tellas que compartimos en Madrid, me encontré con este texto, que ahora me parece se conecta con Mr Mauri
"Sin proponérmelo, todos los archivos rozan el problema de la extinción de un mundo, una sensibilidad, una manera de vivir. Son obras sobre “los últimos que...”, sobre “lo que queda de...”. Escuela de conducción es sobre las ruinas de un mundo donde la relación entre hombres y mujeres funciona como una dialéctica blanco/negro, hecha de antagonismos, que a la vez construye una teatralidad muy fuerte. Como el binarismo es falso, los que se empeñan en sostenerlo se ven obligados a sobreactuarlo. Hay que actuar de Hombre, hay que actuar de Mujer. Cuando un mundo se extingue cae en una especie de desuso y puede volverse increíblemente poético. Esa ineficacia me lleva inmediatamente al teatro. La extinción es un UMF. Es lo que pasa con los objetos exhibidos en un museo. O lo que decía Thomas Bernhard de los diarios “de ayer”, que pierden su eficacia, su razón de ser, y pasan a formar parte de un mundo poético. Siguen cargados de pólvora, pero la pólvora ya ha dejado de matar".

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