miércoles, 2 de marzo de 2011

El juguete rabioso


La cosa fue más o menos así. Un día estábamos en casa de Gonzo escuchando música, temas y más temas de los cuáles no tendría jamás conocimiento sino fuera por estas sesiones a domicilio de Gonzo, o de David Bridge, su cómplice en esta asociación que bautizamos como los Djs a Domicilio, unos Djs que tanto se animan a poner discos en una sensual terraza con vistas al Mediterráneo (desde las alturas, Carcelona es casi una ciudad sexy) como a desplazarse 200 kilómetros para celebrar un cumpleaños en una hipnotizadora casa a las afueras de la Seu d'Urgell. Como decía, estábamos David, Gonzo y yo como afortunado invitado, en ese bizarro apartamento de la calle Sepúlveda donde vive Gonzalo con su hija y en donde a veces alquilan la otra habitación exóticas guiris, estábamos ahí los tres hablando, probablemente de mujeres, preparando un fondue de carne, cuando escuché, por primera y última vez en la noche, unos acordes que me sonaban, unos sonidos reconocibles, un tema conocido ¡por fin! Era State Trooper, de Bruce Springsteen, del disco Nebraska, seguramente el disco menos escuchado del Boss pero que yo conozco perfectamente porque sí, todo el mundo tiene un pasado, y del mío forma parte Springsteen, tanto que diría que aprendí inglés traduciendo las canciones de The River, o incluso me atrevería a afirmar que mi cada vez más asentada vocación de fugitivo se debe en gran parte a Born to Run. Pero como decía, ahí estábamos, masticando una jugosa carne que el bueno de Gonzo había ido a comprar a una carnicería de la Boquería determinada, ¡y no a otra!, en esas estábamos, cuando me di cuenta de que sí, que era el State Trooper pero también de que no, que no era el State Trooper, era otra cosa, era un tema que parecía haber sido compuesto ayer y no en el lejano 1982 sonando como si fuera del 1952. Pregunté por este fenómeno inexplicable a mis dos anfitriones y ahí recibí una breve y clara leccción sobre los edits y esa noche me fui a casa a dormir la mona con esa palabra revoloteando en mis dañadas neuronas: edit. Unos días después, ya sobrio, le pedí a Gonzo que pusiera por escrito lo que me había contado esa noche. Unos días más tarde, ebrio de nuevo, recibí un mail con el siguiente asunto: un libro sobre la almohada. Una amiga muy querida me deseaba buenas noches y me adjuntaba la versión en pdf de El Paseo, de Robert Walser. No recuerdo en que momento asocié edit con Walser pero estoy seguro de que no pasó mucho tiempo y pronto me puse a jugar con el inicio de ese paseo que lleva a cabo Walser por un pueblo de Suiza y que yo, bendita ignorancia, pretendía, simplemente, leer de otra manera. El resultado del experimento, junto con el texto introductorio de Gonzo, fue lo que le mandé a Jorge Carrión cuando me pidió colaborar en el primer número de El Juguete Rabioso, un fanzine de fake, remake y ensayo ficción que capitanea con entusiasmo juvenil el ciudadano más ilustre de Mataró. Añadiré que en este primer número comparto créditos con mi admirado J.R. Zavaleta quién, oculto bajo el pseudónimo de Jaime Rodríguez Z., forma con la Wiener la pareja literaria más fuerte de la literatura en castellano, ¡y de parte del extranjero también! Pero es que hay más en este juguete rabioso: la Jurado como estrella punk, Chejov como celebrity, un cómic de Alabern, textos de un tal Danielewski, que no es un futbolista polaco, y más, mucho más, por apenas 3 euros, lo que cuesta un jugo de naranja en la calle Elisabets (un jugo de naranja que, leo en Quimera, consumido en cantidades excesivas, puede provocar abortos.) ¡Cuidado! Eso sí, nada de pizzas, como mucho algún gin-tonic en el Negroni...

Cambiando de tema, o no, estuvo por Carcelona Horacio Castellanos Moya, una buena razón para leer EL ASCO, Thomas Bernhard en San Salvador, en donde se refiere a los que padecimos a los hermanos maristas...
"... Nosotros somos la excepción, nadie puede mantener su lucidez después de haber estudiado once años con los hermanos maristas, nadie puede convertirse en una persona mínimamente pensante después de estar bajo la educación de los hermanos maristas, haber estudiado con los hermanos maristas es lo peor que me pudo haber sucedido en la vida, Moya, haber estudiado bajo las órdenes de esos gordos homosexuales ha sido mi peor vergüenza, nada tan estúpido como haberse graduado en el Liceo Salvadoreño, en el colegio privado de los hermanos maristas en El Salvador, nada tan abyecto como que los maristas le hayan moldeado el espíritu a uno durante once años, ¿te parece poco, Moya? Once años escuchando estupideces, obedeciendo estupideces, tragando estupideces, repitiendo estupideces, me dijo Vega..."

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