sábado, 13 de junio de 2009

semana playera


Sí amigos, a pesar de haber declarado a la prensa "yo sólo voy a la playa en el Caribe", hoy sábado, asumiendo nuevamente la co-inteligencia de contrarios como principio rector -gracias Marcel- he decidido acercarme a la Nova Mar Bella, una de esas playas artificiales que los amos de Carcelona instalaron al norte de la ciudad, en una zona, believe it or not!, que como quien dice antier aún tenía barracas, o sea ranchitos catalanes, y que ahora reúne a una fauna variopinta y multicultural contenta de haberse conocido. No es fácil. Se interponen obstáculos en mi peregrinación hacia la arena transgénica. Es cerrar la puerta de mi apartamento de relucientes plantas -aviso a navegantes- y toparme con una atractiva mujer saliendo del ascensor. ¿Tú vives acá ahora? son sus primeras palabras, con un indisimulable acento argentino. Mmm, creo que sí, respondo nervioso. Yo soy la vecina de arriba, continúa, y necesito que me hagas un favor. No he pasado la inspección y preciso de una bombona de butano, ¿puedes llamar y pedir una? Ante mi asombro insiste, vamos a delinquir, es cierto, pero es fácil, yo te dejo la plata, la bombona vacía, vos llamás y se la entregás el lunes a la persona que se queda cuidando mi apartamento porque yo salgo de viaje un mes. Sigo sin articular palabra. ¿Hablamos en la noche? es lo último que dice antes de desaparecer escaleras arriba. Desciendo en el ascensor barruntando si no sería mejor quedarme de centinela en mi atalaya pero, inshallah, o sea Alá es grande, el destino está escrito y al rato me veo saliendo del metro Selva de Mar. Mientras espero a Puentani, en un homenaje a Sabina, pasa por ahí una rubia con la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta. Segundos de silencio hasta que se escucha un "niña, con esas peras yo me hacía un zumito ahora mismo". Nuevamente silencio. Poco antes de pisar la arena ya estoy muy arrepentido de mi decisión pero cuando, al rato, recibo el impacto de una sombrilla voladora en mi cabeza me convenzo de que el concepto playa, llámenme elitista si quieren, sólo se asocia en mi cabeza a lugares como Choroní, Puy-Puy o Playa Caribe, y no a esta especie de socarral con pretensiones en donde, además, recibes agresiones de familias amargadas con niños insolentes. En fin, al menos no somos belgas, lo cuál, según Pedro Juan Gutiérrez, es mucho peor. Confío en que los casi seis años en el trópico me hayan ayudado en algo...

Pobre diablo (fragmento)
Pedro Juan Gutiérrez
-1-
ANOCHE fui a comer al Barrio Chino con dos belgas, de Bruselas. Uno es fotógrafo-artista-taciturno. Le interesan sólo los detalles nimios de la vida de Centro Habana. Las sutilezas: un perro triste, famélico, y quizás moribundo, acostado en un rincón oscuro; un arbolito seco por el viento y el salitre; un tatuaje negro y casi invisible sobre una piel negra. El otro es cantante de rock. Inteligente y melancólico. Me regaló su último disco: Flowage. Los dos se llaman Paul. No les gustan las negras estridentes y jacarandosas ni el sexo desenfrenado, tampoco tienen interés en la playa ni en la música, ni en la santería. No entienden las aberraciones del poder. Al parecer nacieron bostezando y seguirán aburridos, delgadísimos, flotando en el éter, dejándose llevar por la brisa hasta que se mueran. No se estremecen. Son dos ejemplares perfectos de hombres unidimensionales de la sociedad industrial avanzada. Marcuse los habría diseccionado con placer. Casualmente en estos días revisaba el libro de Marcuse y tomaba apuntes. Es de 1964. Algún intelectual muy al día me dirá “¿Marcuse? Ohhh, ya está rebasado”. Pero creo que cada día se cumplen más sus augurios. El poder nos pulveriza de un modo sistemático y perseverante. El futuro es de personas robotizadas y estado policiaco total. Digo el futuro porque me da miedo escribir: “El presente es así. Sobre todo a la juventud la moldean para que sean robots controlados hasta en lo que piensan”. Es como si viviéramos en un comic de Buck Rogers y los políticos fueran alienígenas infiltrados entre nosotros para destruirnos, dejar el planeta libre de la especie humana y entonces aterrizar suavemente y ocupar esta hermosa esfera azul y verde.
En el fondo los belgas me parecen buena gente, inteligentes, hablan tres o cuatro idiomas, alto nivel de información, desencantados (o quizás ni eso) pero serenos y ecuánimes. El único problema es que ya me aburren los extranjeros que vienen a Cuba. Están abúlicos en sus casas, suponen que en el trópico la vida es más grata. Entonces averiguan los precios, y pram, se deciden por Cuba. “Y rápido, hay que ir ahora para ver a Chacumbele haciendo su número en la cuerda floja”. Son ingenuos. Creen que aquí somos alegres, felices, heroicos, sexys, entusiastas, y que nos pasamos el día bailando, templando y bebiendo ron a dos manos. “Los cubanos son pobres pero alegres”. Como me jode esa frase. No se imaginan que, por ejemplo, el suicidio es la quinta o sexta causa de muerte en Cuba desde hace muchos años. Dato que es más bien confidencial.
En fin, no sé por qué acepté ir al Barrio Chino. Antes lo hacía por hambre. Aguantaba pesadeces y a cambio me comía un bistec con papas fritas y una cerveza. Pero ya no es necesario. Moraleja: una persona con algunas monedas en el bolsillo es una persona, sin las monedas cualquiera te utiliza de payasito de moda.
El pequeño boulevard del Barrio Chino estaba inundado de putas muy jóvenes. La mayoría de provincias. Recién llegadas al parecer. No tenían ese aspecto feroz y agresivo de las putas habaneras. Una de ellas me miró insistentemente y se me acercó. No parecía jinetera sino una joven e inocente estudiante de preuniversitario:
-¿Me invitas a una cerveza?
-Yo soy cubano, mamita. Ellos son yumas, pero no…
Me miró burlona, y me dijo sonriendo:
-Qué lástima.
-¿Por qué?
-Porque estás muy rico, papi.
Los belgas silbaron de entusiasmo. La muchacha al menos es original. Se alejó riéndose, mirándome de reojo. No mordí el anzuelo. ¿Bailar en casa del trompo?
Paul el fotógrafo me había mostrado sus fotos. Quiere que le escriba un prólogo para su libro. Se lo toma en serio. Pero las fotos son demasiado subjetivas y desconcertantes. Hablan por sí solas. O enmudecen por sí solas. No necesitan nada más.
La comida fue escasa, mala y peor servida. Todo era recalentado. Tomamos unas cuantas cervezas. Miré el panorama de las putas todo el tiempo. Ellos se sentaron de espaldas al mundo. Después fuimos a un pequeño solar donde vive Desiré, un travesti amigo mío. Es un tipo divertido y presta servicio las 24 horas. Quizás a los belgas…uno nunca sabe. (“Una chica divertida, Pedro Juan, open tuentiforaguarssssssevendeisatguikkk, actualízate, que te pones viejo”, me corregirá si lee esto, pero dudo que lo lea). Ya se había ido a faire la nuit. Vive al fondo del solar, en una habitación sin agua ni gas, mínima, de tres por tres metros, aderezada en rosado y tan frágil como una casita de muñecas. Es un mulato alto y potente, de unos 20 años, usa el 49 en zapatos. Desplegando un extraordinario poder mental ha logrado trasmutar en una mulata seductora, bellísima y delicada. Confunde a cualquiera. Canta y hace striptease en un cabaret clandestino. Lo presentan como “Desiré, la geisha rosada”.
Nada que hacer. Les enseñé el lugar donde alguna vez estuvo el teatro Shangai. Y después hablamos del tema eterno: ¿Hasta dónde podemos utilizar a los demás para construir nuestra obra? El rockero es más cínico o más taciturno, y le da igual. El fotógrafo se siente mal a veces por utilizar a sus “amigos” de Centro Habana en algunas fotos. Quizás por eso prefiere retratar perros, arbolitos, y pedazos de paredes. Alquila una habitación a una familia. Está convencido de que lo tratan con sinceridad y amor infinito. Yo soy tajante porque no soporto las tonterías:
-No son tus amigos. Es un negocio. Ellos te dan un servicio y tú les pagas. Punto.
-Pero me tratan con cariño. No es un negocio exactamente…
-Falso. Eres una presa y no te les puedes ir. Las serpientes hipnotizan al conejo antes de tragárselo. La víctima perfecta es la que no grita.
-Ohhh, no me digas eso, por favor…es deprimente, yo…Ho
-Eres el conejo.
Me río a carcajadas. ¿Disfruto siendo cruel? ¿Mis intenciones de ser buena gente donde se metieron? ¿Por qué lo machaco? “Porque te molesta la gente llorona, Pedrito”, me dice el diablito al oído.
Volvemos al tema de la ética del artista. Ya me siento agotado de dar explicaciones y de hablar sandeces que no me interesan. A veces quisiera irme a Suecia, con Agneta, y no mirar atrás. Pero ya es tarde. El gato tiene 4 patas y coge un solo camino. Además, sería un final aburrido, Swedish unidimensional man. Le digo:
-El escritor, el artista, tiene que usarlo todo. Hay que ser duro de corazón. Si eres blandengue, cobarde y conservador, se te va la vida respetando esto y respetando lo otro y nunca haces nada. No puedes ser respetuoso. Al contrario. Muy despiadado.
-Pero puedes perjuciar a los que utilizas.
-Sí, claro. Se sentirán utilizados y destruirás amistades, alejarás a mucha gente. Te quedarás solo como un perro en el mejor de los casos. En el peor hasta te pueden llevar a tribunales, por atentar contra las buenas costumbres.
-Sí, ya sé…
-Pues hay que ser potente y enérgico. A cambio escribes unos cuantos libros, o haces fotos o lo que sea, te pones viejo y en algún momento examinas tu vida y no entiendes por qué hiciste tanto daño para poder escribir. Te morirás con la duda. ¿Valió la pena? ¿Hice bien? ¿Sirvió para algo?
-Me parece muy irresponsable. Uno puede tener más cuidado…
-El artista debe ser irresponsable, infiel y desleal. Es el único modo que tiene de romper todas las barreras y enfrentar al lector a situaciones límites. El arte y la literatura son los únicos espacios de libertad de pensamiento que nos quedan. Los políticos lo tienen todo bajo control. Y son mucho más cínicos que nosotros. Son implacables. No se detienen.
-Hay que ser valiente…
-Hay que ser un kamikaze. Además, los personajes te chupan la sangre y te matan poco a poco. En mi caso, al menos, mis personajes me están matando. Me inoculan veneno. Directo en la yugular. Y no sé qué hacer. ¿Dejar de escribir? ¿Retirarme a un monasterio?
-Eres muy violento. Te exiges demasiado, eres…perdón, por favor, no lo tomes a mal, pero eres autodestructivo.
-Lo sé.
-No pareces cubano. Los cubanos son más alegres.
-¡Eso es folklore, muchacho! Es lo que hacen creer. En el fondo están tristes, defraudados y deprimidos.
-A veces me parece que sí. Como una tristeza de fondo.
-Se sienten impotentes y amarrados, pero tienen miedo y no lo dicen.
Tomamos otra cerveza. Ya eran unas cuantas. Para suavizar hablamos de los tópicos de siempre sobre la hermosa arquitectura de Centro Habana y cómo se cae a pedazos. De todos modos, no importa. Los nuevos ricos no viven aquí y ni se enteran.
Hoy tengo el veneno goteando por los colmillos. El diablito no descansa. No duerme. Me vuelve loco.
Terminé mi cerveza. Abruptamente me despedí y me fui a dormir. Ya en mi casa, me sirvo medio vaso de ron, enciendo un tabaco y me siento al fresco, en la azotea. Menos mal. Silencio y soledad. La noche, las estrellas y el mar oscuro. Estamos en febrero y hay un poco de frío. Más bien de aire fresco. Esto es la felicidad, no puedo pedir más. Entonces me digo:
-Ya ves, Pedro Juan, que eres un imbécil. Te amargas y te buscas problemas por gusto. Esta azotea es la felicidad. ¿Qué más quieres, nené? Visión positiva, Pedrito. ¿Por qué lo ves todo tan mal?
El diablito no pierde tiempo y responde:
-Lo ves todo mal porque todo está mal. Te ha tocado una etapa sucia hasta el asco. Absolutamente todo está contaminado. Tendrías que ser retrasado mental para sentirte bien.
Intento relajarme. No quiero discutir. Cierro los ojos y me quedo en silencio. Entonces siento a John Snake, impulsivo como siempre. Empuja al diablito, lo pone a un lado y, muy cínico, empieza a provocarme:
-¡Qué buena vida, Pedrito! Pareces un millonario.
-Johnny, por favor, no seas impertinente. Piérdete y déjame solo.
-Estás solo. Yo estoy pero no estoy.
-¡Piérdete y no te hagas el inteligente!
-Okey, okey. Nos vemos después. Chau, Pedrito.
-Adiós.
©Pedro Juan Gutiérrez

3 comentarios:

  1. Cuando salió del baño miró la escena: Julio, su vecino, estaba de pie, delante del televisor encendido que transmitía un capítulo de El Zorro en blanco y negro a las siete de la noche y junto a Carlita, que estaba sentada en la cama. Julio tenía la paloma afuera, los pantalones y los interiores a medio caer sobre sus tobillos. Sus piernas eran extremadamente flacas y su pene era como un hueso largo, negro, que no se levantaba sino que se proyectaba hacia el frente, perpendicular a su bajo vientre y en dirección a la boca de Carlita, a los labios del Carlita, que estaban pintados de fucsia. Carlita ya se había desabrochado la blusa y estaba en pantaletas, descalza, con los pies junto a los zapatos de Julio.

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  2. Se me había olvidado remitirle este post:

    http://wwwconuqueando.blogspot.com/2009/06/guardiola-en-la-llesca.html

    ¡Abracada!

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  3. Que gran post, memorable! Guardiola, pa amb tomàquet, Rodolfo Walsh, en fin, seguimos adictos a la felicidad, o tri-contentos, y ni Florentino ni mucho menos el diablo puede hacer nada contra eso...

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